Capítulo VII

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Gerard debió de sospechar que algo iría mal tan pronto vio venir a Bert.

Frank y él se encontraban en un McDonalds local, Frank había ido por la comida mientras Gerard esperaba en la mesa. Permaneció solo hasta que su compañero de universidad decidió acercársele para saludarlo.

— Hey, Gerard —dijo éste— Me sorprende verte aquí.

— Hola, Bert. Em... ¿Aquí como?

— Fuera de tu cuarto —rió, sentándose en la mesa con él— Tenía entendido que jamás salías de tu preciosa guarida o el sol te destruiría.

Gerard también rió, jugueteando con las servilletas en la mesa— Oh, pues... En realidad estoy en una cita con mi novio. Él fue por la comida, regresará pronto.

Bert le miró perplejo— ¿Tienes novio y jamás se te ocurrió mencionarlo cada vez que te preguntó que hay de nuevo en tu vida?

— Es que solo lo somos desde hace apenas un mes, no quería apresurar las cosas en caso de que... Ya sabes. No funcionase —admitió, pero sus temores habían sido rápidamente disipados cuando Frank realmente demostró querer tener algo serio con él. Y sinceramente los pocos meses que llevaba conociéndolo habían sido los mejores de su vida.

— Entiendo —asintió Bert— ¿Y qué tal la universidad? ¿Te gradúas en un año, cierto?

— Así es, este es el tercero para mí.

— Tienes suerte, yo aún tengo dos años por delante —se quejó el castaño— Querer ser abogado en estos días es muy complicado, amigo.

— ¿Así que sigues trabajando aquí? —señaló Gerard luego de un tiempo. Bert iba vestido con su uniforme de la empresa.

— Sí, es para ayudar a cubrir los gastos universitarios a mis padres. No es el mejor empleo del mundo pero te dan buenas garantías —afirmó con una sonrisa— Y también puedes conocer a muchas chicas bonitas aquí.

— Bert, tú nunca cambias —sonrió Gerard. Conocía el chico desde hace años, puesto que habían asistido a la misma secundaria y ahora a la universidad. No eran precisamente "amigos", solo conocidos que se saludaban si llegaban a encontrarse en los pasillos. Así había sido siempre, y Gerard tenía que admitir que Bert era agradable.

Bert abrió la boca para decir algo más, pero fue interrumpido con la llegada de Frank.

— ¿Quién es él? —preguntó el moreno con suspicacia, al ver al invitado.

— ¿Este es el chico afortunado? —dijo Bert, poniéndose de pie y extendiendo una mano hacia él— Hola, soy Bert.

Pero Frank ni siquiera se inmutó y no se dignó a tomar su mano, solo le miró con cara de pocos amigos.

— Bert es un viejo conocido mío, vamos juntos a la universidad —murmuró Gerard, sintiendo que debería decir algo— Él es Frank, mi novio.

— Es un placer, Frank —dijo Bert, a pesar de la poca hospitalidad que había presentado el moreno hacia él hasta ahora.

— Me gustaría decir lo mismo.

Bert miró a Frank, ceñudo, y luego lo miró a él, quizás en busca de respuestas. Nadie habló por unos segundos que se hicieron eternos, hasta que Bert rompió el silencio y se excusó de la incómoda situación.

— Bien, debo volver al trabajo. Mi turno no termina sino dentro de una hora —anunció el castaño— Fue bueno verte de nuevo, Gerard. Frank.

Se despidió y volvió por donde había venido momentos antes. Frank depositó la bandeja sobre la mesa y se sentó junto a él, en silencio. Y de la nada lo golpeó. Gerard recibió un golpe invisible en la mejilla derecha, tan fuerte que poco le faltó para caerse de la silla y terminar en el suelo.

Cuando logró recuperarse del shock inicial, miró al chico a su lado con los ojos bien abiertos. Llevó una mano a su mejilla. El dolor no tardó en extenderse— ¿Porque me golpeaste?

Frank no respondió de inmediato, y cuando lo hizo no recibió ninguna respuesta lógica de su parte.

— No me gusta que hables con otros hombres, Gerard —espetó.

— P-pero Bert solo es... —comenzó, pero se detuvo al ver que sería mejor callar.

— ¿Solo que? ¿Un amigo? —quiso saber el otro con cierta demanda en su voz.

Gerard titubeó. Nunca había visto a Frank actuar así. Él nunca le había golpeado, ni siquiera le había gritado ni una vez. Pero ahora... Ya no se parecía en nada al Frank que conocía, era casi como si hubiera sido reemplazado por otra persona completamente diferente. Y sinceramente le asustaba. No dijo nada y prefirió mirar hacía su regazo.

— Ahora come —ordenó con un suspiro— La comida se enfría.

Pero Gerard ya no tenía hambre, no creía poder ser capaz de engullir nada. Lo único que quería hacer era llorar, por alguna razón. Sintió sus ojos humedecerse y contuvo un sollozo. Frank lo notó.

— ¿No me digas que te pondrás a llorar? Deja de ser tan débil, sé un hombre —dijo el moreno. Luego tomó su hamburguesa de la mesa y le obligó a sostenerla— Come.

Todo lo que duró la comida fue en silencio. Frank no volvió a decir nada y Gerard tampoco se atrevió a hablar. Al terminar, salieron del lugar y comenzaron a caminar, también en silencio. Se detuvieron al llegar al hogar de Gerard, el sol ya estaba comenzando a ocultarse.

— Adiós, Frank —se despidió Gerard fríamente, queriendo entrar a su casa.

— Gerard, espera —Frank lo tomó del brazo y lo atrajo hacia sí— Lamento lo del restaurante. No sé que me sucedió. No quise tratarte de esa manera.

Ahora parecía ser el mismo Frank de siempre, amable y carismático. Pero Gerard ya no podía verlo de la misma forma, no después de haberlo golpeado por... Nada. Frank lo sujetó por las caderas y besó su cuello.

— ¿Me perdonas? Odio estar peleado contigo, bebé —murmuró. Resistirse a los encantos de Frank nunca era fácil para él, y el moreno lo sabía.

— Yo tampoco quiero estar peleado contigo, es solo que... Me dolió.

— Lo sé, actúe como un cretino. Y por eso mismo te pido que me perdones. Te prometo que jamás lo volveré a hacer, nunca —acariciaba sus cabellos mientras lo decía.

Gerard se giró en el abrazo y lo miró— ¿Lo prometes?

— Lo prometo. Sabes que jamás podría hacerle daño a un rostro tan bonito como el tuyo —rozó el lugar del golpe con sus dedos, luego sujetó su mano e hizo lo mismo con la pálida cicatriz del corte— Ahora estamos unidos, no lo olvides. Unidos por sangre. Tú me perteneces y yo te pertenezco a ti.

Frank luego sonrió y junto sus labios en un beso, atrayéndolo más cerca de él para incrementar el contacto.

Esa noche tuvieron sexo. Y luego lo hicieron una segunda vez y otra más. Todas las veces Frank le decía que lo amaba, cuánto lamentaba lo que había hecho y que quería que todo fuera como antes. Prometió no volver a golpearlo y Gerard le creyó. En serio quería creerle, por lo que terminó obligando a su mente a creer todo cuánto decía, convencido de que solo fue cosa de una vez y que no volvería a suceder. Porque Frank lo amaba y él amaba a Frank. ¿Qué podía haber de malo en ello?

Si tan solo hubiera sabido que las promesas de Frank estaban igual de vacías que su corazón, todo habría sido muy diferente.

Third Wheel ↠ FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora