Capítulo VI

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Al bajar a desayunar, Mikey notó su herida.

— Dios, Gerard. ¿Qué fue lo que te ocurrió? —le preguntó el de lentes, señalando su mano. Gerard tentativamente bajó la vista; se había colocado una venda en caso de que el corte se abriese y comenzase a sangrar de nuevo. Aún dolía como el infierno, y al hacer el más leve movimiento sentía un tirón horrible. Seguramente tardaría en sanar.

— Hmm... Me caí —dijo. No era un buen mentiroso, lo sabía, así que no debería sorprenderle que su hermano no le creyera. Pero decirle "Hice un pacto de sangre con Frank" definitivamente no estaba entre sus opciones. Pensaría que estaba demente.

— ¿Solo eso? —cuestionó, levantando una ceja— Déjame ver.

Mikey tomó su mano y comenzó a quitar la venda. A pesar de los intentos de Gerard por alejarlo, no pudo hacer nada, y terminó por ver el corte en su palma. Gracias a Dios no era muy grande, pero se veía espantoso y la piel alrededor de la hendidura se había puesto roja.

— ¿Te caíste sobre un fierro o qué? Esto no es una herida de caída, Gerard.

— Ya te dije que me caí, Mikey —gruñó Gerard, a la defensiva. Corrió su mano y la cubrió de nuevo con la venda, se sentía expuesto sin ella.

— Okay, perdón por preocuparme por ti. No hace falta que saques tus garras —dijo su hermano, llevando una cucharada de cereal a su boca— A propósito, mamá salió temprano y te preparó el almuerzo para la universidad. Está sobre la mesa del comedor.

— ¿Universidad? ¿Hoy es día de universidad? —le miró sorprendido. O tenía una laguna en la cabeza o no sabía que.

Mikey le miró como si fuera lo más obvio— Ehhh, sí. Hoy es lunes, bobis. Todo el mundo debe volver a sus labores. Mamá al trabajo, tú a la uni y yo a la escuela.

— Oh, supongo que lo olvidé —se recostó en su silla. Literalmente necesitaba un calendario para guiarse y saber en qué día se encontraban.

— Déjame adivinar, ¿estás tan ocupado teniendo sexo desenfrenado con Frank que te olvidas de las cosas? —sonrió con picardía— Ayer te vi llegar a las cuatro de la madrugada, hermanito. La típica caminata de la vergüenza.

— ¿Qué? Claro que no —mintió. No sabía porque le avergonzaba hablar de sexo con su hermano. Ambos eran grandes e intuía que Mikey no era ningún virgen en el área— No tuve sexo.

— Tú miente todo lo que quieras, pero ese gran beso de amor en tu cuello te delata. Te recomendaría que lo tapes con maquillaje, o todos se darán cuenta de lo que hiciste anoche.

Gerard se llevó una mano a su cuello. Frank debió de haberlo mordido en algún momento y él no se dio cuenta. Siendo honesto, aquel era el primer moretón producto de una sesión de amor que recibía en su vida. Jamás pensó que llegaría tan lejos para tener uno.

— Eres un chismoso.

— Y tú niño muy sucio.

No pudieron evitar reír después de eso. Porque, ¿por qué no? Nada les impedía hacerlo.

— Recuerda que hoy debes pasar por mí a la escuela. A las 4. No lo olvides, ¿sí? —le dijo Mikey mientras tomaba su mochila del piso y se levantaba de la mesa.

— ¿Eh? ¿Qué sucedió con Ray?

Mikey suspiró— Debe presentar unos papeles en la universidad, para inscribirse. No llegará a tiempo, por eso te lo pedí a ti. Con una semana de antelación.

Gerard sabía que era un asco de hermano. También se había olvidado de eso— Si, claro. A las 4. No te preocupes, estaré allí.

— Solo trata de no olvidarte está vez, cabeza de mandril —sonrió, para luego revolver sus cabellos— Adiós, Gee. Debo irme ahora, no quiero perder el autobús.

Third Wheel ↠ FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora