Capítulo IX

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Gerard estaba seguro de que su día no podía ir peor. Por la mañana, su despertador sonó quince minutos tarde, derramó la leche de su cereal en el piso de la cocina, llegó tarde a clases por quedarse a limpiar el desastre que había provocado, y ahora no era capaz de escribir dos simples oraciones para su tesis de historia. Plus, su cabeza le dolía y sentía horribles palpitaciones que le impedían pensar o concentrarse.

Luego de varios intentos más y de borrar y tachar numerosas veces en su ya muy maltratada hoja, se dio por vencido y cerró su cuaderno. Se llevó ambas manos al rostro, frustrado. ¿Qué estaba sucediendo con él últimamente? ¿Por qué no podía hacer algo tan simple como una tonta tesis? En ese nivel tan alto de frustración quería gritar, pero se contuvo.

Lo único bueno que le había sucedido ese día había sido recibir un mensaje de texto de Frank. No se habían visto en algunos días, debido a que la universidad demandaba mucho de su tiempo y al acercase los exámenes finales tenía mucha presión sobre sus hombros, presión que no estaba seguro de poder soportar. Necesitaba un respiro o del caso contrario se volvería loco.

Decidió dejar a un lado su tesis y salió de su cuarto. Al pasar por la habitación de Mikey oyó gemidos venir de adentro, y luego recordó que Ray dijo que vendría aquel día para "estudiar". No necesito ser un genio para saber que no se encontraban precisamente leyendo sus libros de texto, más bien se encontraban estudiando la anatomía del otro de una forma más profunda. Al menos alguien se estaba divirtiendo ese día.

Siguió con su camino y al bajar las escaleras se encontró con su madre, quien acababa de ingresar por la puerta principal cargada con varias bolsas de supermercado. Gerard se apresuró a ayudarla.

— Oh, gracias, cielo. Llévalas a la cocina y ponlas sobre la mesa de desayuno —le indicó Donna, mientras se ocupaba de cerrar la puerta.

Gerard asintió y procedió a dirigirse a la cocina. Sabía que no era fácil para su madre sustentar a la familia y ocuparse de los labores de la casa desde el divorcio con su padre, por lo que siempre intentaba ayudarla en lo que podía, aunque estaba seguro de que terminaba por causarle más problemas en lugar de solucionarlos. Pensó que un hijo depresivo y con ansiedad social y otro con intereses volcados en otra parte era una carga pesada para cualquiera.

— ¿Crees que podrías ir a la tienda y comprar algunas cosas que olvide? —le dijo al entrar a la cocina, se veía bastante atareada— Debo estar en el trabajo en media hora y con este tráfico me temo que no llegaré nunca.

— Sí, está bien —antes se hubiera negado, pero ahora descubrió que estaba más dispuesto a hacer las cosas. Desde la intromisión de Frank a su vida muchas cosas habían cambiando, y él quería creer que para bien.

— Gracias por la ayuda, cariño. Te veré más tarde. La lista está sobre la mesa y hay dinero en el cajón.

Donna tomó su bolso y besó su mejilla. Comenzó a alejarse apresuradamente, pero a medio camino se detuvo y se giró una vez más.

— No olvides...

— Tomar mis píldoras —completó la frase por ella— Ya lo hice, mamá. No debes preocuparte.

— Bien. Solo quería asegurarme.

Gerard observó como su madre se marchaba. Suspiró. Donna era una buena persona, y algunas veces desearía que estuviese más tiempo en la casa y no se preocupara tanto, pero al parecer el desear era mucho pedir.

Antes de ir a la tienda pasó por el taller mecánico donde trabajaba Frank con el objetivo de verlo. Pensó que quizás podría sorprenderlo, pues los días que no llevaban viéndose lo había extrañado. Solo quizás le sorprendería.

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⏰ Última actualización: Sep 18, 2016 ⏰

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