Capítulo 5.

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Lorena, 14 de abril de 2123. 01:35 am.


La noche era perpetua y hacía tiempo de tormenta, duradera según el pronóstico que la nave me daba, pero muy suave. Veía cómo la humedad y las gotas corrían en los vidrios. Hacía frío y la temperatura estaba a 11 grados según el piloto automático, más adentro estaba a 21. Todo era tan cómodo que parecía ensueño.

Mientras comía algo de chocolate con jugo de durazno trataba de averiguar algo de los chicos en las noticias pero no aparecía nada aún. Esto cada vez se ponía más difícil y aún no resolvía todo el misterio: primero estábamos en la última etapa del entrenamiento, luego el teniente aparece raramente cansado y es asesinado, luego resulta que nunca fuimos parte de un ejército internacional ni de sicarios si no que fuimos parte de algún experimento de alguna compañía cómo sus ratas de laboratorio por al menos 6 años para inyectarnos un suero que nos hace "inmortales" sólo para dejarnos salir como pedro por su casa sin vigilancia.

Cada día el mundo tiene menos sentido para mí.

Faltaban horas para mi destino todavía, más aún en la penumbra de la noche se podía ver la catedral de la ciudad y sus luces titilar vivas y constantes; dentro de mi, un sentimiento había crecido y quedado atorado en el pecho durante el recorrido: era tristeza, una tristeza profunda y muy dolorosa.

De un momento a otro me encontré deambulando mí vista de aquí para allá, sin saber que buscar hasta que noté algo que no había visto: unas gavetas en la parte superior del techo. De no ser porque me acosté no hubiera logrado verlas. Al tratar de abrirlas me negó el acceso durante varios intentos por advertencia de la voz del tablero al no ser el propietario. 

- ¿Y quién es el propietario autorizado? -Pregunté al aire. 

- Elizabeth Cattermole. -Contestó la voz mecánica.

-Elizabeth Cattermole... ¿Y a dónde se supone que iríamos? -Le pregunté. 

-Nos dirigimos a su propiedad, el Castillo de Los Colibríes.

-Muchas gracias, eh... auto. -Dije, no recibí respuesta alguna. El sentimiento ya no latía en mi pecho con fuerza, pero sus trazas recorrían mi boca como con un sabor amargo. Como sea, todo parecía tener un tinte demasiado calmo, demasiado fácil, muy pero muy normal: ¡algo deben pretender hacer! 

-Disculpa, ¿pudiera bajarme un momento a estirar las piernas y comer algo? 

-El vehículo está equipado con suficiente insumos alimenticios de variadas categorías para evitar su exposición, señor -respondió la voz-, además de que los asientos tienen incorporados vibradores para estimular el flujo de circulación de sangre si se siente entumecido. 

"Que de puta madre, pero como me jode." -Pensé-: Bien, bien, tú ganas... solo quiero salir un momento a ir al baño, ¿no tienes baño, o sí? 

-No poseemos servicios higiénicos -y de inmediato, los seguros de las puertas sonaron-, puede permitirse un espacio de 8 minutos para poder ir a los servicios, de lo contrario, una alerta será emitida. 

-Sí, sí, comprendo. -Le rezongué a la máquina. De inmediato, sentí como empezamos a descender y dirigirnos más a dentro de Lorena y las luces titilantes se convirtieron pronto en verdaderos focos de luz nocturnas en la extensa ciudad.  Apenas nos adentramos cuando logramos encontrar una pequeña plataforma con abastecimiento de combustible y servicios. 

-Hemos llegado, tiene ocho minutos señor, por favor lleve este pequeño notificador de voz. 

-Está bien. -Me limité a responderlo y tomar el pequeño dispositivo que salió desde el panel. Mientras me bajaba del auto con prisa noté como el frío me golpeó en seco y me hizo temblar de arriba a abajo, más no me detuvo de ir directo a donde se atendía. Una vez dentro, sólo había un autómata digital en la caja y un borracho tirado en una se las sillas. 

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