Ambientación

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La importancia del lugar

Lo primero que cabe preguntarse es la importancia que tiene el lugar, que las localizaciones ocupan en la historia. Hay novelas en las que el espacio puede ser tan relevante como cualquier otro personaje de la historia. Teniendo claro esto, será más sencillo tomar el resto de decisiones sobre los lugares del relato o de la novela.

La ambientación empieza aquí

Se puede contar una historia de terror en cualquier parte, pero si elegimos el lugar adecuado para situarla, la ambientación nos resultará más sencilla. Si nos encontramos en un pueblecito siniestro junto a un pantano que llena de niebla el lugar durante la noche, la ambientación ya nos viene dada.

Lo mismo ocurre con los personajes. Si queremos recalcar un estado de ánimo o una situación concreta de cualquiera de ellos, podemos aprovechar el espacio, el clima o el ambiente de un lugar para enfatizarlo.

Por poner un ejemplo, si quieres incidir en la melancolía de un personaje, ¿cuál de los siguientes lugares crees que funcionará mejor para ello? ¿Una ciudad industrial, húmeda y gris, o un pueblecito de la costa mediterránea en el mes de julio, lleno de luz y turistas.

De todas formas, esto no quiere decir que debamos dar por sentado que todos los lugares deban ser grises y tristes para contar una historia melancólica y luminosos para contar una historia alegre. Hay otros recursos que debemos tener en cuenta antes de decidirnos, como el siguiente punto:

Los contrastes funcionan

Esto se nota sobre todo en el humor, pero se puede aplicar a otros géneros y situaciones. Para incidir en la soledad de un personaje, podemos utilizar el sistema del ambiente gris y melancólico, pero al situarlo en una localización alegre llena de parejas felices su situación destaca gracias al contraste.

Que exista un motivo

Una vez vistos los anteriores consejos, llegamos al momento de la verdad. ¿Por qué elegir ese lugar y no otro? ¿Por qué ambientar la historia en el centro de Barcelona y no en Londres? ¿Simplemente porque nos gusta más? ¿Es razón suficiente?

Cuando situamos una historia en un lugar real, es bueno que sintamos un vínculo con él, porque de esta forma nos resultará más sencillo describir el ambiente o transmitir emociones al lector, pero no debería ser la única razón por la que lo elijamos.

Situar una historia en una ciudad solamente porque nos gusta esa ciudad puede ser tan buena idea como montar un negocio con un amigo solamente porque nos cae bien. Si decidimos hacerlo, mejor que sea porque es el lugar adecuado para contar esa historia, porque tiene el ambiente que necesitamos para que ocurran los hechos que queremos relatar, porque es el lugar perfecto para situar a nuestros personajes.

Conoce tu escenario

Cuando vamos a situar una historia en una localización real, deberíamos conocerla. Si puede ser en persona, mejor, ya que hay demasiadas cosas que solamente podemos transmitir si las hemos experimentado por los sentidos antes.

Si no puede ser en persona, al menos intentemos documentarnos todo lo posible. Libros, fotografías, películas, documentales, historia, cultura, idioma... Todo lo que podamos aprender de ese lugar nos ayudará a comprenderlo y transmitirlo luego en nuestras páginas. Pero no intentes contar una historia que ocurre en Estocolmo si no sabes nada de esa ciudad.

Por qué decir dónde estamos

Hay muchas novelas en las que no se menciona en ningún momento el lugar en el que transcurre la historia. Puede quedar claro que es un pueblo, una ciudad, un desierto, una fortaleza... Lo que sea. Pero no se dice dónde está exactamente.

Esto le da cierta libertad al autor para saltarse las limitaciones de ese lugar concreto y también puede aportar sensación de universalidad. ¿Podría ser cualquier ciudad? Podemos incluso inventar el pueblo, como el Macondo de García Márquez, y construirlo a nuestro antojo, aunque esté basado en un lugar que conozcamos bien.

Aunque no todo son ventajas en omitir o inventarnos el lugar. Que la localización en la que decidamos situar nuestra historia sea real puede ponernos límites, aunque también puede ayudarnos a situarla, a crear un marco más realista y a provocar interés en el lector. Por ejemplo, si yo soy de Madrid o me gusta esa ciudad, me atraerá leer historias que ocurran en ella.

Al final, la decisión de dónde colocar a nuestros personajes depende mucho de la importancia que queramos darle al espacio y lo que queramos transmitir con la ambientación. Pero nunca debe ser una decisión tomada a la ligera

Ejemplo


 Un silencio triple volvía a ser de noche. En la posada Roca de Guía reinaba el silencio, un silencio triple. El silencio más obvio era una calma hueca y resonante, constituida por las cosas que faltaban. Si hubiera soplado el viento, este habría suspirado entre las ramas, habría hecho chirriar el letrero de la posada en sus ganchos y habría arrastrado el silencio calle abajo como arrastra las hojas caídas en otoño. Si hubiera habido gente en la posada, aunque solo fuera un puñado de clientes, ellos habrían llenado el silencio con su conversación y sus risas, y con el barullo y el tintineo propios de una taberna a altas horas de la noche. Si hubiera habido música... pero no, claro que no había música. De hecho, no había ninguna de esas cosas, y por eso persistía el silencio.

Patrick Rothfuss, El nombre del viento.

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