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Por lo que parecía... ¿Decía la verdad?

Nunca me había pasado eso con alguien. Mucho menos con un chico. Que te conozca apenas de una noche, de haberte visto al azar en un bar, y te diga aquello.

No sonaba muy lógico, pero nada en mi vida lo era.

Se me quedó mirando. Con esa mirada suya que tiene, esa que me enamoró desde el primer día. Sus ojos castaños se quedaban clavados en los míos; era como si pudiera ver mi reflejo.

Cerré los ojos y me acerqué a él. Ya todo fue muy seguido, muy natural.

Tan sencillo como imprescindible.

Mis labios chocaron con los suyos. Con una mano le acariciaba  el pelo, tratando de acercarlo más a mí, con la otra lo agarraba de la espalda. Jack puso su mano en mi espalda, y con la otra me cogía la mejilla.

Nos volvimos a besar, pero esta vez más apasionadamente. Él trató de acercarme y yo acabe cediendo. Me tumbé en el sofá y él se puso encima mía, con una mano sosteniéndose. Sus piernas y las mías entrelazadas.

"No sé cómo alguien puede ser tan adictivo"

La cosa fue subiéndose cada vez más de tono, hasta el punto de que él quedó sin camisa y yo en bra.

Todo iba bien hasta que oímos un sonido grave, como de un portazo, que venía de la planta de abajo. Perla bajó corriendo hacia abajo.

- Mierda - susurró Jack.

- ¿Quién... quién es? - Dije. Estaba confusa.

- No lo sé. Sube las escaleras hacia arriba, y entra en el cuarto de la derecha. Es el mío. Ponte la camiseta y arréglate, subo en nada. - Dijo abrochándose uno por uno los botones de la camisa.

- Está bien...

[...]

Su casa era bastante grande, a diferencia de las demás viviendas de la ciudad. Eran dos plantas, y abajo tenían una pequeña floristería, pero que hacía ya tiempo que estaba cerrada. Por la calle parece una casa normal, un poco descuidada por el tiempo, pero por dentro parecía una cosa totalmente opuesta.

Estaba en su habitación, sentada en su cama. Habrían pasado como cinco minutos y lo único que se oían eran voces abajo, de otro chico tal vez. ¿Su amigo? ¿Su hermano?

Aunque la verdad, prefería no pensar. Todo era demasiado confuso. ¿A mí, que por una vez me salgan bien las cosas? Raro era.

Raro era que, dos días después de haber conocido a Jack, estaba allí, sobre su cama; donde dormía, soñaba y se desvelaba todas las noches.

Tenía un escritorio y una estantería llena de libros, cuadernos y folios sueltos. Pósters sobre Djs, fotos con sus amigos y una que me llamó mucho la atención. De hecho, me levanté y agarré la foto para verla más de cerca.

Había un niño pequeño, moreno, justo en medio de la foto. Tenía esa sonrisa de niño inocente, y las piernas llenas de arena. Al fondo, la inmensidad del mar.

Supuse que aquel niño era Jack.

- Vaya, vaya. Te pierdo la vista durante dos minutos y ¿ya estás cotilleándome las cosas? - Dijo Jack con voz de coña. Había entrado sin que yo me diera cuenta.

- No sólo... - Intenté buscar una excusa - Estaba aburrida, ¿vale? No subías y me desesperaba. Por cierto, ¿Eres tú el de la foto?

- Sí. ¿A qué era mono?

- Sí. Ahora eres tela feo, eh - Respondí picándolo.

- Qué tonta eres.

- Si me das permiso, voy a ponerte un mote.

- ¿Cuál?

- Mi pequeña marmota.

Summer LoveWhere stories live. Discover now