Dia 7:
Una semana había transcurrido más rapido de lo que imaginó, como si tan solo se dedicara a vivir porque el aire era gratis y porque sus pulmones funcionaban por inercia. Bajó las escaleras cargando su bolso de la universidad, al parecer la vida continuaba después de todo. Se sentó en la misma silla de siempre y esperó mientras Louis le servía el mismo café con crema de todas las mañanas y hacía la misma pregunta retórica de cada desayuno.
— ¿Está bien dulce, o quieres más azucar? — dijo mientras movía la cuchara dentro de su taza. Lo miró por unos segundos sin responder.
— No tienes que actuar como si nada hubiera pasado. — Aclaró mientras tomaba el tarro de azucar y le ponía unas cuantas cucharadas a su taza. Si él pretendía olvidar que todo esto había pasado y seguir con esa misma rutina que los atrapaba, ¿Por qué había olvidado endulzar su café?. La respuesta era más que obvia y simplemente no lograba mantener un balance entre lo 'normal' y lo que no pasó en las vias del tren.
Miró al suelo sin saber el grado de necesidad que implicaba hablar en esos momentos con Diana y decirle que aun seguía preocupado por ella.
— Solo quiero que todo sea como si..
— No. — Lo interrumpió sin dejar que termine su frase — Lo unico que todos quieren es ser felices y seguir su vida, pero lo que nadie entiende es que conmigo en el medio del camino nunca van a poder lograrlo.
Louis tomó un pequeño impulso para seguir hablando, para intentar de convencerla de algo que estaba seguro no podría. Diana se levantó sin escuchar lo que seguía despues de esto. Levantó sus cosas del suelo y caminó hacia la puerta. Volteó antes de salir.
— Mi destino es como ese café. Negro y sin sabor.— Lanzó como frase final sin anestecia alguna. Juraba que no intentaba ser cruel con la unica persona que podía iluminar sus dias, pero no había forma alguna de contener la oscuridad que la dominaba por completo. No existía escapatoria. Se sentía como una espesa niebla de sentimientos llenos de odio y dolor, que cubría cada lugar por el que pasaba, transformandolo en algo muy parecido al infierno, o quizás peor que eso.
El camino hacia la Universidad era siempre el momento del día en donde lograba reflexionar sobre sus actos, o simplemente desconectarse por un momento de sus tenebrosos pensamientos. El autobus que la llevaba hacia allí tardaba unos cuarenta minutos, si el trafico no era pesado, y en esos minutos Diana encontraba esa conección entre ella, su musica y su mente. Recostó su cabeza contra el vidrio de la ventanilla en donde estaba su asiento, se colocó los auriculares, cerró los ojos y dejó que todo se esfume como si los ultimos días de su vida no hubieran existido en lo absoluto. Cuando volvió a abrir sus ojos se encontró llegando a su estación y practicamente saltó de su asiento corriendo hacia la puerta. << Mierda. Casi me quedo dormida. >> Pensó en su interior mientras terminaba de acomodar su bolso y presionaba el timbre de bajada. Volteó casi por error, mirando por la ventanilla y fue como sus ojos se encontraron con él otra vez. Parado en la vereda, con las manos en los bolsillos de sus negros jeans gastados y su pelo rizado alborotado como el primer día en que el maldito destino los había cruzado. Vovió a voltear rapidamente. Sin dudas la situación dejaba de ser casual para convertirse en algo horroroso. << ¿A caso este imbesil está osesionado conmigo? >> La voz de su interior volvió a hablar, pero no tenía una respuesta para su pregunta. Bajó rápido del autobus y se quedó parada allí, desfiante mirando hacia la vereda de enfrente, esperando que el bus siga su camino, dejando libre el panorama y poder asi corroborar que ese extraño seguía sus pasos como una sombra. Pero para su sorpresa, él ya no estaba ahí. Había desaparecido como un espejismo. Como un fantasma. Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Podría jurar que lo vió parado en ese lugar, mirandola fijamente con esos ojos verdes que nunca pudo olvidar, pero que al mismo tiempo odiaba. Su respiración se aceleró aún más cuando una mano toco su hombro.
— ¿Diana?. — La voz de su mejor amiga logró traer un poco de calma.
— Cara. Hola. — Respondió intentando sacar de su cuerpo aun ese extraño temblor. Comenzó a caminar intentando discimular sus nervios, sin darse cuenta que lo unico que lograba asi era quedar fuera de juego y más evidente de lo que esperaba. Cara siguió sus pasos.
— ¿Estás bien? ¿Por qué faltaste todos estos días? Intenté llamarte por telefono pero estaba apagado. Incluso fui a tu casa y tu madre me dijo que estabas bien, pero tenias un resfrio. — Interrogó mientras la seguía, pero no obtuvo respuesta alguna. — Diana. Estoy hablandote. Quiero saber como estas del supuesto resfrio que te dejó en cama por mas de una semana.
Ni siquiera su insistencia parecia funcionar, asi que optó por el ultimo recurso. Tomó su brazo deteniendo sus pasos y obligandola a mirar dierecto a sus ojos.
— ¿Qué estas haciendo?
— Necesito saber que está pasando.
— Nada. Estoy bien. Ya mi madre te lo dijo. Estuve enferma. Es todo. — Respondió molesta. Cara siguió mirandola fijamente, sin creer ni una de sus palabras.
— ¿Eso es todo? — Dudó ante su excusa.
— Si. Es todo. — Soltó su brazo de la amenazante accion de su amiga y continuó su camino, con ella a sus espaldas.
Caminaron hasta la puerta de la Universidad, y en esos pocos metros que recorrieron juntas en un absoluto silencio, Cara no logró convencerse ni un poco a si misma sobre las palabras de Diana. Algo más había sucedido y le molestaba demasiado el hecho de saber que su mejor amiga podría llegar a ocultarle algo tan grave como un intento de suicidio. Si. Cara sabia todo lo que había pasado. En verdad todo el mundo lo sabía, pero nadie quería hablar al respecto, mucho menos el entorno familiar de Diana, y eso era precisamente lo que más odiaba de ellos: esa maldita obsesion con querer aparentar algo que en verdad no eran sin querer comprender que su hija y hermana necesitaba ayuda urgente.
Cara y Diana eran amigas desde que ambas tenian uso de razón. Compartieron miles de momentos juntas, desde juegos de jardín, amores secretos, hasta largas noches de estudios que terminaban en té, cupcakes y descripciones interminables de los fuertes brazos de Liam Payne, a las 6am. Valía la pena decir que Liam era el amor platonico de Diana, ese amor imposible que aparece a los 15 y no tiene intensiones de desaparecer jamás. Ese tipico amor por el cual dejarías todo, sin importar nada. Cara era esa unica persona en el mundo que sabía ese secreto que Diana le hizo jurar, desjurar y volver a jurar que nunca saldría de su boca, jamás. Pero sin embargo, por mas que supiera toda su vida, de pies a cabeza, nada parecia ser suficiente a la hora de confiar en ella algo tan fuerte y doloroso como ese momento en el que estaba atrapada. Cara podía ser muy discreta, podía aparentar ser tonta muchas otras veces, pero sin dudas no lo era y por mas que Diana dara por sentado que ella no conocía su lado mas oscurlo, ella lo hacia, y lo hizo las miles de veces en las que encontró pastillas en su habitación y las escondió o las tiró para que dejara de hacerse daño a si misma, entre las infinitas veces que salvó su vida sin darse cuenta.
Diana sabía que Cara era esa clase de amiga que no podía perder ni por nada del mundo, era por eso que prefería mantenerla alejada de su niebla, de sus pensamientos tenebrosos y de todo lo que pudiera lastimarla.
— Vamos a estudiar juntas esta noche. ¿Verdad?. — intentó romper el hielo antes de entrar al edificio.
— ¿Estudiar o hablar de Payne?.
Diana sonrió al escuchar su respuesta escondida en pregunta.
— Las dos cosas. — Respodió y Cara comenzó a reir mientras tomó su brazo y cruzaron juntas la gran puerta.
Se sintió aliviada al comprender que al menos dos personas en el mundo se preocupaban por ella: Louis y Cara estarían allí a pesar de todos sus pensamientos y actos negativos. Pero a pesar de eso, no podía sacar de su mente a ese extraño personaje que parecía perseguirla como una sombra.
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Diana • H.S {Libro 1}
FanfictionLa vida de Diana podría ser la historia de cualquier otra chica de 19 años con graves problemas familiares, de autoestima y trastornos alimenticios, que tan solo vive en su mundo esperando a que el gran final llegue a su destino. Pero jamás imagino...