"Muerto en vida."

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Corría por el medio de una carretera oscura. Lo hacia por inercia, como si supiera de memoria cada paso. El viento era tan frío que parecía querer cortar su piel. Se quedaba sin aliento, pero aún así seguía su desenfrenado andar, hasta que una luz blanca lo segaba por completo y el estruendo del choque de dos automóviles lo ensordecían. Se arrojaba al suelo tapando sus oídos pero no podía impedir que un doloroso zumbido pareciera perforar sus tímpanos. Oscuridad. Silencio. Y ese era el momento exacto en donde siempre se despertaba de su recurrente pesadilla. Esa secuencia de imágenes que le recordaban como había llegado a convertirse en lo que era hoy.

Harry caminó hacia la gran ventana de esa casa abandonada casi al límite de la ciudad. Ese era el lugar que se le había asignado para que pase sus 80 días en la tierra.
Miró al cielo buscando una respuesta de las estrellas, pero ellas no podían decirle más de lo que ya habían dicho. Suspiró afligido. Sentía miedo, soledad y tristeza. Después de todo ¿qué adolescente de 19 años estaba listo para llevar consigo la gran responsabilidad de ser un alma perdida que sólo buscaba volver a la vida?

Su historia nos lleva 2 años atrás. Harry siempre había sido un chico tranquilo, sin grandes problemas más que aprender a afrontar una etapa tan difícil como la adolescencia. Solía tener un pensamiento libre y ligero como una hoja que se mecía por el viento. Nunca supo como atarse a una meta, era esa clase de personas que vivía el presente sin preocuparse mucho por un futuro que aún era incierto. Y ni hablar de las palabras, Harry no conocía un término medio entre monosílabos e historias interminables: usaba como respuesta a todo un 'si' o un 'no'. Ó comenzaba a hablar de esa forma tan lenta y pausada con la que podría tardar casi medio día en contar que había almorzado. Ese era Harry antes de que todo cambiara, antes de que la tragedia se cruzara por su camino y lo dejara en medio de la nada, flotando entre la calida brisa del planeta tierra y un mundo totalmente paralelo, a la deriva de todo lo que había imaginado alguna vez para su vida.

Ese 21 de octubre del año 2011, salió de su casa cargando entre sus brazos un par de libros, sus apuntes para la evaluación de esa mañana y su chaqueta favorita, esa de denim y piel de cordero en el cuello. Solía hacer el mismo recorrido de siempre camino a la escuela, caminando por la avenida principal hasta llegar al pequeño local de Costa que quedaba en una de las intersecciones, compraba su clasico cappuccino mocha y seguía su trayecto. Pero esa mañana por alguna razón en particular decidió cambiar su rutina.
"Harry, sube al auto ¿Te llevo?" Su padre preguntó mientras abría la puerta. Aceptó sin dudarlo. Quizás porque necesitaba más tiempo para terminar de repasar la lección. Quizás porque quisiera cambiar su rutina. Quizás porque el destino tenía preparada una sorpresa, un final inesperado.
Las mañanas en Londres siempre eran mas frias que en cualquier otra parte del mundo, aunque esa en particular parecía verse envuelta en una nube de niebla húmeda que llevaba ese olor a tierra mojada, ese olor a lluvia por venir. Nunca logró recordar con exactitud sus ultimos minutos, ni sus ultimos pensamientos, pero de algo estaba muy seguro: Jamás hubiera esperado que al pasar esa calle con el semaforo a su favor, estaría cruzando el límite de tu propia vida, esa delgada linea que divide el mundo terrenal del mas allá.
Jamas intentó recordar con exactitud ese preciso instante en el que, sin si quiera dar una minima señal de alerta, un camión se dirigió hacia ellos a una velocidad feroz, impactando de lleno contra su lado del asiento, contra su cuerpo vulnerable a cualquier choque de ese tipo. Lo más inolvidable era el frío metiéndose en su cuerpo hasta los huesos, dejándolo completamente paralizado, entumecido de miedo y dolor.
El resto de la historia es la que vio ya fuera de su cuerpo, ya habiendo abandonado su estado físico y siendo lo que debería ser hasta el día de hoy. Muchos fueron los días y noches que pasó intentando reaccionar a todo lo que estaba sucediendo, mirando desde tan cerca como su familia lloraba sobre un cuerpo tendido en la cama del hospital, destinado a pasar el resto de sus días de esa forma, como un vegetal que moría lentamente. Agonizando en ausencia, a la espera de un milagro que nunca llegaría.
Dicen que la resolución de la vida se basa en nuestros actos. Todo lo bueno o malo que hayamos hecho estando en la tierra será recompensado o juzgado en un mundo paralelo, bajo una estricta norma de obediencia y bondad, en donde Harry tenía un post-grado de experiencia. No todos los seres humanos son bendecidos con una segunda oportunidad de vivir y convertirse en milagro, sólo uno en un millón podía contar con esa chance. Bien, Harry era ese uno entre un millón de almas que no lograrían volver nunca más a estar entre los mortales. Un afortunado o simplemente alguien que había hecho muy bien las cosas estando en vida, lo suficiente para ser beneficiado con algo tan maravilloso. Pero, no todo sería tan facil como volver a su cuerpo y olvidar que esto había sucedido alguna vez, como si fuera tan facil entrar y salir del paraiso. Para que este milagro suceda él debería recompenzarlo con otro milagro, con otra buena acción que le devuelva la luz a alguien que este paradojicamente muerto en vida. Tres eran las chances que tenía para intentarlo. Tres, que al principio parecían ser demasiadas como para preocuparse. Aunque nunca hubiera contado con tener unicamente 720 días para lograrlo o perderlo todo para siempre.

Dificilmente podría olvidar su primer misión en la tierra, en donde pasó 640 días junto a Ed, un joven muchacho que vivía en el límite entre Birmingham y Stanford. Ambos, llegaron a ser grandes amigos en unos pocos meses. Solían pasar tardes enteras componiendo canciones y disfrutando de la misma pasión por la musica que los unia más allá de una simple conveniencia afectiva, en donde ambos se necesitaban mutuamente: Harry debía salvar a Ed de una enorme depresión, mientras que Ed sería su boleto a la vida. Todo podía haber sido perfecto si no fuera por un cambio de planes que el caprichoso destino tenía guardado para ellos. Como un veneno letal, capáz de matar en horas, el maldito Cáncer apareció en escena, haciendo su ya conocida rutina de llevarse lo más preciado en cuestion de meses o días. Y asi es como se llevó a Ed. Y asi es como Harry jamas pudo salvarlo ni salvarse.

Hoy en sus manos quedaban las ultimas 2 chances y sus ultimos 80 dias. Ya sin Ed en su misión, su objetivo era Diana. ¿Qué tan dificil podría llegar a ser convencer a una mujer de lo hermosa que era la vida?, Demasiado si se trata de una mujer sumergida totalmente en la oscuridad. Tocó su mejilla que aun podía sentir ese ardor del impacto de la mano de Diana. Sin dudas Harry jamás hubiera esperado recibir un golpe luego de haber salvado su vida, pero asi era ella: negativa y violenta en todos los aspectos. No necesitaba mas pruebas que esa para comprender que se encontraba frente a un gran desafio y sinceramente hubiera deseado que no fuera asi ya que de esto dependía su propia vida. Suspiró y volvió a sentarse en el viejo colchón que yacía en el suelo. Su misión en la tierra recien comenzaba y no dejaría que el miedo a perder no lo dejara al menos intentarlo.

Diana • H.S {Libro 1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora