"Amo a Diana"

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Día 39:

Sentado en el cordón de la vereda, volteó esperando alguna señal de vida, algo que cambie la rutina de los últimos siete días, en donde sólo se dedicó a sentarse allí un par de horas a la espera de que Diana salga de casa, a la espera de que ella quiera al menos volver a verlo desde su ventana, volver a escuchar su voz, Harry solo esperaba volver a ser el causante de su sonrisa o incluso podría conformarse con verla enfadada gritando esa clase de cosas que lastiman pero no logran apartarte del problema. Sin embargo nada de eso sucedió y allí estaba después de 2 horas bajo la fría y húmeda neblina. No importaba. Ya nada podía hacerle más daño del que Diana le causaba con su ausencia.

Observó a esa diminuta hormiga que caminó sobre sus gastadas botas y sonrió como idiota recordándola días atrás, con su cámara de fotos, capturando momentos que ni siquiera eran importantes pero desde el lente de su cámara eran fantásticos. Cayó en la hermosa (y terrible) conclusión de que hasta un insignificante insecto podía traer a su memoria la imagen de esa mujer que tanto amaba. Incluso el aire entrando en su cuerpo estaba allí para que no olvide que aun respiraba por ella. Jamás se detuvo a pensarlo, pero quizás fuera una buena ocación para preguntarse ¿En que momento dejó que el amor lo atrape por completo? ¿Cuándo fue el día en que lo tomó por sorpresa e indefenso, ante la sonrisa de Diana? ¿Cómo es que fue tan fácil enamorarse sin siquiera dar batalla, sin siquiera poder pelear antes de ser vencido por el perfume de una mujer?  No había respuesta alguna para esas preguntas porque tal vez el amor estuvo siempre allí, desde el primer momento en que la envolvió en sus brazos después de salvarla de la muerte, ese momento en que sus alas fueron más fuertes que un tren a toda marcha. Tal vez el amor estuvo desde que nacieron, esperando a que el destino los cruce en el camino. Tal vez estaban hechos el uno para el otro, asignados a un amor casi imposible. Y es que si tan sólo Diana hubiera aparecido en su vida antes de su accidente, si se hubieran conocido algunos años atrás, hoy Harry no tendría de que preocuparse más que de como conquistar el corazón de una chica y no de como debería hacer para salvar su vida. Muchas fueron las veces en las que maldijo al cielo, deseando que nada de esto jamás hubiera sucedido, y en su lugar, llevar la vida de un muchacho normal que solo se preocupa por sus exámenes de la universidad, pero al recordar que de no ser por este 'destino' nunca hubiera conocido a Diana, cambiaba el curso de sus preocupaciones para concentrarse únicamente en una sola cosa: Cómo lograr que su amor sea correspondido y dure para siempre.

De pronto, el ruido de la puerta lo devolvió al mundo real, bajándolo de su marea de pensamientos que lo arrastraba hasta el infinito. Louis se encontraba parado en el umbral, con sus brazos cruzados, mirándolo sin comprender porque hacía siete días esperaba siempre en el mismo lugar, a la misma hora y durante el mismo transcurso del tiempo (5 horas para ser exactos). Harry se levantó del suelo y sacudió sus jeans rotos. Colocó las manos en sus bolsillos, intentando analizar si era él quien debería decir la primer palabra.

— ¿Por qué sigues aquí? — Louis se adelantó, siendo el primero en hablar.

Harry sólo miró al suelo y levantó su vista cuando tuvo una respuesta a su pregunta.

— Porque quiero ver a Diana. — Confesó esperando que eso lo ayude.

Louis negó moviendo la cabeza de un lado a otro.

— ¿Nunca pensaste que si ella no salió de casa en siete días para recibirte es porque no quiere verte?

— No — Respondió de inmediato — Nunca pienso en las cosas malas que podrían suceder. Siempre pienso en que algún día ella tendrá que salir de allí y aquí estaré yo, esperándola, sin importar cuanto tiempo haya pasado.

— Pues bien, espero que hayas traído un paraguas, porque se avecina una gran tormenta.

— No me importa. Aquí me voy a quedar.

Levantó los hombros sin encontrarle remedio a la locura de Harry, porque realmente había que estar loco de amor (o simplemente loco) para que nada importe, ni si quiera tu vida, con tal de sólo tener la esperanza de ver a una persona al menos asomarse por la ventana.

— Eres bastante raro. — Dijo antes de cerrar la puerta y volver a su rutina de intentar que Diana salga de su habitación, para al menos probar algo de comida. 

Y la razón por la cual Louis cuidaba tanto de ella como si fuera un frágil pedazo de cristal sobrepasaba su deber de hermano mayor. Su amor por ella era más grande que la misma inmensidad, así que tal vez sea por eso que no veía amenaza alguna en Harry. Un loco enamorado de Diana. ¿Cómo no habría de comprender eso?

Harry volvió a sentarse en el cordón de la vereda, listo para seguir su empecinada custodia.

— Tenía el presentimiento de que te encontraría aquí.

Levantó otra vez su vista para chocarse con Cara.

— Hola. — Intentó, como siempre, recordarle que la manera correcta de comenzar una charla era quizás saludando.

— Harry ¿Por qué no me has buscado durante todo esta semana? ¿Por qué desapareciste así? Me preocupé por ti. ¿Estas bien? — Preguntó poniéndose de cuclillas a su lado.

— Yo estoy bien. Pero Diana no lo está y es extraño que estés aquí sólo por mi en lugar de estarlo por tu mejor amiga ¿O a caso ella no lo vale? — Atacó sin preámbulos ni cortesías.

Cara lo miró asombrada, sin dudas no esperaba ese recibimiento.

— Oh. ¿Porque me tratas así? Si. Me preocupo por ella, solo que. Ya sabes.

— ¿Qué cosa?

— Diana. Es un poco. ¿Rarita? 

— Explicáte.

— No lo se. Esas locuras que hace, sus cortes, sus estados de depresión, siempre tiene algún dilema, es como si buscara llamar la atención todo el tiempo y me aburre.

Era esa clase de explicaciones que lo único que hacen es embarrar aún más el panorama. Harry estaba convencido de que jamás hubiera pedido por una explicación si hubiera sabido que escucharía semejante estupidez. 

La observó fijamente.

— ¿Estas diciendo que los problemas de tu amiga te aburren?

— No. Yo solo-

— ¿Sabes? — La interrumpió deseando no escuchar ninguna de sus huecas palabras — Siempre creí que acercándome a ti estaría más cerca de Diana, para poder así ayudarla, para poder salvarla.

— ¿Salvarla? — Comenzó a reír — Nadie podría salvarla de sus problemas, de todas formas ¿Por qué te preocupas tanto por ella? 

— Porque la amo. Amo a Diana cómo nunca amé a nadie en mi vida y es por eso que me preocupo por ella, por sus problemas y por cuidarla. — Respondió sin dudarlo ni un segundo. Cara solo se mantuvo en silencio por unos segundos antes de reaccionar.

— ¿Amas a Diana?

— Si.

— Perfecto. — Se puso de pie otra vez y acomodó su pequeño bolso — Suerte con la tormenta Harry. Espero que no te mojes en vano. — Y se marchó mientras abría su enorme paraguas negro, bajo la leve llovizna que comenzaba a caer.

A Cara no le afectaba el hecho de perder a Harry, si no que odiaba saber que él jamás había sido suyo y que por primera vez en su vida, Diana ganaba algo que ella también deseaba. Probablemente preferiría no haber sabido eso y seguir su vida creyendo que nunca nadie podría contra ella, mucho menos alguien tan 'aburrido' como Diana.

Harry miró al cielo, las nubes negras y esa pequeña gota que cayó sobre su mejilla, anunciaban que la tormenta estaba a unos minutos de allí. Abrochó hasta el ultimo botón de su camisa escocesa y abrazó sus rodillas, apoyando su mentón en ellas. No tenía intención alguna de moverse allí, al menos por un par de horas más. No importaba la lluvia, ni los truenos, ni los rayos. Sólo importaba estar ahí para cuando Diana se asomara por su ventana y al fin descubriera que su amor por ella era incluso más fuerte que el más inmenso temporal. Observó sus manos y se dió cuenta de que cada día eran más débiles, más transparentes, más invisibles.

Suspiró.

Sólo deseaba volver a ver a Diana antes de que el tiempo se acabe. Antes de desaparecer por completo de su mundo.

Diana • H.S {Libro 1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora