Desde cero

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—Lo que has oído, Shinichi—Susurró la violácea comenzando a derramar las primeras lágrimas— Takheru es tu hijo

Una frase, solo una frase fue suficiente para conseguir que el corazón de su amado se acelerase, agitándolo hasta tal punto de dejarle sin oxigeno en los pulmones.

—Pero...

—Te lo he estado ocultando, lo siento—Continuo Ran, interrumpiéndolo.

—Esto tiene que ser una broma....No puedes estar hablando en serio—Replicó Shinichi, irritado.

Un conjunto de emociones recorrieron cada parte del cuerpo del detective del Este, quien teniendo la mirada desorbitada, la boca medio abierta y las manos aún posadas en los hombros de la karateca, intentaba asimilar aquella única frase que hizo que su mundo se pusiera patas arribas. Uno que creía haber devuelto a la normalidad después de recuperar a la mujer de su vida, aquella misma violácea que de nuevo con esas simples pero fuertes palabras, volvía a hacer que su esquema se rompiera irremediablemente en mil pedazos.

Ran notó como las manos de Shinichi se tensaban, apretándola un poco más pero sin llegar a hacerle daño. Ella, colocó sus manos encima de las del ojiazul para de nuevo insistir con sus palabras.

—No es ninguna broma, es la verdad—Dijo la violácea sin mirarle a los ojos —Me había quedado embarazada después de la última vez que nos vimos...

El ojiazul abrió los ojos como platos después de recordar su última noche con la karateca cuando siendo presa de la debilidad había acabado con Ran envuelto en las sabanas de su cama, convirtiéndose en el hombre más feliz del mundo, pero a la vez desgraciado pues sabía de antemano que tenía que marcharse a EEUU para atrapar a los miembros de la organización que seguían libres.

Frunció el ceño, empezando a ser finalmente derrotado por la ira mientras un chirrido de sus dientes hacia acto de presencia. Soltó a la luchadora de artes marciales, mirándola entre disgustado y furioso.

—¡¿Por qué no me los dijiste antes?!—Interrogó Shinichi alzando la voz. —¡¿Cómo has podido ser capaz de ocultarme durante todo este tiempo algo tan importante?!—Continuó Shinichi—¡¿Eres consciente de que por tu culpa he perdido cinco años, Ran?!

Para ser sinceros, la reacción de Shinichi no fue una gran sorpresa para la joven karateca ni mucho menos la brutal y fría actitud con la que éste se dirigía hacia su persona. Y no podía culparle por ello, lo sabía. Después de todo su detective se había perdido cinco años con un niño que compartía sus mismos genes. Tenía todo el derecho de enfadarse con su amada y de—por mucho que le doliese—odiarla porque según las circunstancias ella fue la única responsable de tal acto...¿Verdad?.

—No te lo dije porque estaba dolida por lo que me hiciste—Dijo en un inaudible susurro con la mirada sombría.

—¡¿Cómo?!—Exclamó Shinichi al no haber escuchado bien las palabras de la violácea a causa del enojo.

Ran a pesar de la gran culpa que le afligía no pensaba dejarse intimidar por la feroz conducta del ojiazul, pues ella como bien sabrán ustedes lo había hecho teniendo un motivo que había tenido que guardar durante muchos años en un rincón de su adolorido y frágil corazón siguiendo enamorada de ese hombre con el que de nuevo había hecho el amor sin poderlo rechazar siendo el origen de ello, el inmenso e intenso amor que sentía por el.

Era consciente en aquel entonces de que no estaba haciendo lo correcto, pues cometía el crimen que podría destruir cualquier matrimonio: El adulterio.

Lamentablemente, sus impulsos habían sido más fuertes que ella, empujándola para entregarse a otro hombre que no era su marido, pero si la persona que amaba más que a nadie en este mundo.

Sueño [Sin Editar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora