Capítulo 2

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A la mañana siguiente desperté muy temprano y sintiéndome descansada, como si hubiese dormido una infinidad de tiempo.
Mi mente se hallaba más dispersa y tranquila; nunca había despertado tan en paz.

Aunque no recordaba cómo llegué a mi cama, ni el momento en que me quedé dormida; me pareció realmente extraño no recordar bien lo que sucedió anoche. Lo único que se mantenía firme en mi mente era el estar sobre la ventana y después... nada.

Extraño en verdad.

Ahora terminaba de recoger mi cabello en un moño alto. Me había duchado y colocado unos jeans ajustados con una blusa en color azul cielo sin ningún estampado. Era sencilla mi manera de vestir, no iba demasiado la moda a pesar de que la mayoría de mis amigas sí que se la vivían pensando en ello, y yo debería ir a la par de ellas, pero incluso al no ser así, encajaba a la perfección.

Tomé mi mochila y salí de la habitación y justo al abrir la puerta el olor de la comida inundó mis sentidos.
Al llegar a la planta baja encontré a mi padre abrazando a mi madre mientras ella sonreía como si la noche anterior jamás hubiese pasado.

Aquello me llenaba de ira, de mucha impotencia. Él la trataba mal y después le pedía perdón repitiéndole que iba a tratar de cambiar cuando ambos sabían que eso era una completa mentira. Pero al parecer mi madre era feliz viviendo en aquella mentira, viviendo como lo hacía. Yo no podía hacer nada, sólo seguir estudiando para luego largarme de aquí.

—Hija, buenos días —dijo mi padre al verme. Disimulé la mueca de desagrado que iba dirigida a él e intenté sonreír.

—Buenos días —dije secamente.

—Siéntate hija, el desayuno está listo. —Negué hacia mi madre.

—Comeré algo en el colegio, ya se me hizo un poco tarde —mascullé caminando a la puerta para no tener que dar explicaciones—. Los veo más tarde —añadí saliendo y cerrando la puerta detrás.

Suspiré al estar afuera, sentí el aire fresco que fue como un alivio para mí, como si al estar dentro de mi casa fuera una especie de cárcel que me asfixiaba.

Comencé a caminar por la acera, pero aminoré mis pasos al ver al chico de a lado salir de su casa. De nuevo su rostro iba cubierto por aquella capucha que tenía su suéter y que no permitía que saciara mi curiosidad de poder conocerle la cara.

Por un momento quise hablarle, pero me detuve al no saber qué demonios iba a decirle.

Él parecía estar ajeno a todo lo que sucedía a su alrededor, iba concentrado en cada paso que daba, como si tuviera que cuidar a la perfección el lugar donde pisaba.

Negué y seguí caminando detrás de él y en poco tiempo logré alcanzarlo, iba a la misma distancia que yo, con la diferencia de que se encontraba al otro lado de la calle.

Todo el camino al colegio me encargué de seguir su paso, que en ocasiones al ir tan ensimismada mirándolo, choqué con una que otra persona.

Después, al arribar al colegio, lo vi desaparecer con prisa por entre los pasillos, mezclándose con los alumnos. Sin embargo, al momento de llegar a mi casillero, cual fue mi sorpresa al verlo ahí, ocupando el casillero que se encontraba junto al mío.

Me acerqué con precaución, él miraba una hoja que supuse era su horario.

Al llegar, me detuve sin dejar de observarlo con curiosidad. Ahora podía notar con más facilidad su perfil, que debo decir, era un bonito perfil.
Él tenía el cabello castaño con algunos mechones rubios que hacían de él una combinación perfecta que iba acorde con su piel blanca, muy blanca, tan parecida a la mía.

Elegida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora