Su nombre se repitió en mi cabeza como una sutil resonancia que me molestó; recordé entonces que así se llamaba aquel hombre que vi, aquel que fue quemado vivo.No encontraba una razón lógica para que ahora estuviese aquí, frente a mí. Se suponía que estaba muerto, aunque para que mentirme y engañarme, desde hace días las cosas a mi alrededor no eran para nada normales, no debía sorprenderme hablar con personas muertas.
Sin embargo, habría preferido que esa persona no fuese este ser deforme y espeluznante que no dejaba de mirarme. Juro que le ordenaba a mis piernas moverse, a mis ojos cerrarse, a mi cara volverse, más nada funcionaba, me hallaba paralizada sin nadie que pudiese ayudarme, apenas y podía manejar mi boca para pronunciar alguna palabra.
—¿Qué quieres de mí? —Cuestioné con la voz trémula.
Leranaig pareció sonreír, al menos eso creí ver en aquella mueca que surcaban los huesos que debían ser su boca.
Su cara se había hecho más alargada, casi al punto de llegar a su pecho, no podía verle el cuello, mucho menos si contaba con uno.Avanzó hacia mí muy despacio, pero no caminaba, flotaba arrastrando la túnica por el suelo dejando detrás de él una mancha oscura que se asemejaba a la suciedad y moho que encuentras en paredes viejas y desgastadas.
Temblé de miedo, estaba aterrorizada viendo como se acercaba cada vez más. Sus ojos eran dos cuencas grandes, dos agujeros que llevaban dentro fuego, era como si a través de ellos pudiera ver el mismísimo infierno arder; las llamas eran notorias, rojizas y densas, y daba la impresión de que pronto se saldrían, escapando y volviendo de nuevo el cuerpo de aquel ser, cenizas.
—Tu corazón late desbocado... Imagino su sabor, la fuerza que posee —murmuró con una voz gruesa y horrenda, deteniéndose a centímetros de mí.
Hice una mueca de repugnancia mientras él extendía su brazo y me mostraba su huesuda mano; sus dedos eran delgados, muchísimo, y la carne que debía estar adherida a ellos, caía al suelo por pedazos, siendo una mezcla asquerosa de carne y un líquido amarillento que desprendía un olor desagradable, aunque más bien, era un olor que no podía describir sólo decir que jamás un humano lo ha podido oler.
También noté las larvas que se movían entre su carne, ellas se asían a los trozos de piel quemada y caían con ellos al suelo.
Agaché la cabeza y con horror vi la sangre espesa mezclada con esos líquidos transparentes y amarillentos, y entre aquella piscina de asquerosidades las larvas nadaban, y yo podía escuchar claramente como se movían, los sonidos que hacían mientras sondeaban buscando algo que comer y como si aquello no fuera suficiente, ratones aparecieron saliendo de entre su túnica.
Grité o al menos eso creí haber hecho cuando se movieron entre mis pies, corriendo entre ellos, manchando mis jeans con todos esos líquidos putrefactos.
No obstante, seguía sin reaccionar, no pude moverme cuando aquel ser acercaba más su mano a mi cuerpo. Pero antes de tocarme, un milímetro antes de que pudiera unirse a mí, algo lo detuvo. Un tipo de barrera invisible que no le permitió ir más allá. Que me salvó de que esos dedos atravesaran mi pecho, porque él sólo tenía especial interés en donde mi corazón seguía latiendo frenético.
—Aun me es imposible. —Dijo— Pronto estaré completo y tú a mi lado.
—¿Qué quieres de mí? ¿Quién eres? ¿Cómo puedes hacerme esto?
—No creas en ellos, Arel. Tú y yo somos uno mismo; no sólo veas... Mira, mira bien a tu alrededor, ellos te matarán si no haces lo que dicen —susurró y parecía desesperado.
—¿Ellos? ¿Quiénes son ellos?
—Alguien te guiará, la magia blanca no es de fiar, la oscuridad irradia luz, el lobo viste de cordero... Tienes que mirar, Arel, o nos destruirán.
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Elegida ©
FantasiJamás imaginé que desde aquella noche que lo vi al otro lado de la acera mi vida y la suya estarían unidas y entrelazadas de una manera mágica e irreal. Lo que yo, Gian Arel, conoció de su mundo, ya no sería igual. A su lado descubriría que existía...