Capítulo 18

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Acabé perdida en aquella densidad. El follaje era tan espeso que no se veía ni un mísero trozo de cielo y todo estaba sumido en la penumbra. Anduve sobre mis pasos y me subí a un árbol, haciendo que el rastro terrestre se quedara cortado. Usando los portales navegué de árbol en árbol, hasta estar suficientemente lejos de las pistas por donde había pasado.

Miré alrededor, no era un mal momento para que apareciera el portal azul o naranja, ya había hecho una buena acción, ¿qué más quería? Me quedé esperando mientras que zarandeaba las piernas de un lado a otro. El silencio era poderoso y se cernía sobre todo lo demás. Al menos si alguien se acercaba podría darme cuenta. Acabé tirada sobre la rama que era ancha como un camión y descansé mirando aquella cielo de hojas.


No se movía ni un alma, ni el viento hacía acto de presencia. Aquella tranquilidad hizo que mis párpados se cerraran con pesadez y al fin no pude evitar caer en las garras del sueño. Unas pisadas me sobresaltaron y estuve a punto de caerme de esa cama improvisada. Con el corazón en un puño asomé mi cara por la corteza y vi a la princesa y a su sirviente rastrear el lugar.

―Te digo que no creo que Adlet sea el impostor, lo más seguro es que se trate de esa nueva santa, hasta lo ha reconocido ―dijo ella enarcando los ojos.

―¿Pero qué ganaría diciéndolo? Sólo conseguirán que la maten, por lo que debe de tener un plan o sólo ha intentado ganar tiempo para Adlet.

Esos dos no volvieron a cruzar palabras. Intenté respirar con suavidad para que el sonido no me delatara, por suerte pasados quince minutos salieron de mi campo de visión. Dejé escapar un suave suspiro y permanecí quieta.


Si me encontraban siempre tenía la opción de un escape rápido a través de portales, por lo que podría hacer que me perdieran la pista más o menos con facilidad. Se me erizaron los pelos de la nuca.

Abrí uno justo debajo de mí y permanecí con los músculos tensos a la espera de cualquier cosa. Un crujido me alertó y parpadeé fijándome en el tronco de otro árbol. Sentí un impacto en la espalda y luego el vacío del estómago al caer. Pude ver el pelo gris de Hans y aquella tenebrosa sonrisa mientras que partíamos ramas que se interponían en nuestra caída. Él se agarró a una más fuerte y se quedó colgando mientras que yo permanecía descendiendo. ¿Derecha o izquierda? Mi cerebro no reaccionó por lo que parpadeé al azar antes de estamparme contra el suelo. Atravesé el portal y por suerte salí del que había creado en el árbol en el que había dormido.


Apenas tuve un segundo para respirar hondo porque Hans ya se había abalanzado en mi contra. Atravesé de nuevo el portal, esquivando su ataque y me alejé bastante usando esa habilidad. Cuando me di cuenta de que estaba yendo hacia la dirección por donde había dejado de ver a la princesa, traté de girar lo más rápido posible. Logré andar cinco metros más hasta que Hans se interpuso con agilidad. Su daga abrió con facilidad un camino por la piel de mi brazo.

―¡Espera! ―grité evitando que el siguiente corte fuera directo a la yugular.

Mi pecho subía y bajaba con velocidad y tenía miedo de tragar saliva por si el filo besaba la piel de mi cuello.

―Lo que dije era mentira, sólo quería mantener a Adlet con vida porque tengo la corazonada de que no es un impostor.

―¿Y tienes alguna manera de demostrármelo? ―preguntó ladeando la cabeza y acercando más el metal a mi carne.


Podría mentir, pero eso sólo haría menos convincente el hecho de ser una de las santas elegidas. Además, se pilla antes al mentiroso que al cojo. Tampoco tenía un argumento creíble con el que salvarme la vida.

―No ―respondí con un nudo en la garganta.

―Qué pena... ―murmuró Hans―. Tenía la corazonada de que nos íbamos a llevar bien.

Fui a responderle pero el giro de muñeca me heló la sangre. El tiempo se ralentizó. Tras cierto tiempo un grano de arena caía por el reloj de mi vida. La daga avanzaba milímetro a milímetro mientras que mi cuerpo permanecía inmóvil. Me quedé sin aliento, esta vez el arma iba demasiado rápido como para ser detenida en el último instante.

El filo se encontró con mi cuerpo y el cristal del reloj se hizo añicos. La arena se escurrió entre los escombros al tiempo que un último latido acompañó mi caída. ¿Ya está, este sería mi fin? ¿No vería una película de mi vida pasar ante mis ojos? Traté de reconstruir aquel recipiente para que siguiera conteniendo la arena. Era una pena, todavía quedaban muchos granos en la parte de arriba que debían descender a la inferior. La sangre terminó de derramarse con mi último aliento de conciencia.


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Nota. El capítulo 18 saldrá el siguiente domingo, y sí, la historia no ha terminado aquí.

PERDIDA ENTRE PORTALESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora