La "gran" junta.

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―Creo que voy a vomitar― dije al teléfono

―Cálmate un poco, no puedes ir a tu cita estando descompuesta― contestó la castaña

Apreté con más fuerza el teléfono para tratar de disipar mis nervios, estaba dando vueltas por toda la casa.

―Es que creo que nunca me sentí tan nerviosa en toda mi vida― dije al borde de la desesperación.

Faltaban exactamente 4 horas y 17 minutos y yo ya estaba al borde de un ataque de nervios.

―Ahora voy para tu casa y te hago compañía― contestó y cortó la llamada.

Todo el transcurso de la semana fue un completo paraíso, ya prácticamente hablábamos todo el tiempo y el era tan tierno y dulce conmigo. Tenía tanto miedo de que cuando nos veamos arruine todo, porque así era yo un completo desastre casi siempre y frecuentemente solía arruinar algo y más cuando realmente lo quería.

El ruido de la puerta me sacó de mi nube de pensamientos negativos.

―Dime que aun no entraste en esos comas de negatividad― dijo la castaña en cuanto abrí la puerta.

―¿Qué te hace pensar eso? ― inquirí en mi defensa.

―Amiga, estas temblando y dudo que sea por el frio que hay afuera por que estas súper abrigada― contestó

Me tapé la cara, estaba totalmente perdida. Aquel chico de los ojos como el cielo producía reacciones tan alocadas en mi; quería verlo, claro que quería. Sentía que, al menos por hoy, era lo que más quería en el mundo. Pero por otro lado me daba tanto miedo. Sentía que me temblaban hasta los huesos...

Mi celular sonó.

Inmediatamente la castaña y yo miramos al aparato, que se encontraba sobre la mesa, y nos abalanzamos hacía él.

―Es él ― dije ni bien vi su nombre en la pantalla.

―¿Y qué es lo que quiere? ― inquirió mientras yo releía su mensaje por tercera vez. Hubo un minuto de silencio.

―Dice que afuera está bastante frio ―tragué saliva― amiga, me invito a su casa...

―¿Qué hay de malo con eso?

―Ya sabes...y si él quiere...

La cara de la castaña se transformó

―¿En la primera cita? Ay niña ni lo pienses, aun así, si tienes miedo dile de ir al café del centro.

Asentí con la cabeza y temblorosa contesté el mensaje. Si antes estaba nerviosa ese mensaje potenció todo lo que sentía en ese momento menos la calma. La presencia de mi amiga no ayudaba en eso aunque me ayudó a arreglarme y elegir un atuendo correcto para aquel día. No podía encontrar nada que me calmara.

En cuento llegué al café estaba semi-vacío lo que me pareció perfecto así podíamos hablar sin levantar la voz por el bullicio de la gente. No paraba de mirar el reloj, ¿Cuándo vendrá? Ya era la hora acordada y llevaba 10 minutos esperando.

Me sentía en esas escenas de las películas donde el mozo se acerca una y otra vez a preguntar por mi orden y yo seguía anunciando que esperaba a alguien. Por suerte, para la segunda vez que se acercaba el mozo el apareció por la puerta de entrada y automáticamente se me iluminó el rostro.

Me saludó y tomó asiento.

―Perdón, el colectivo se atrasó, ¿llevabas esperando mucho? ―preguntó con un ligero tono de preocupación.

La primera decepción. #EscribeloYaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora