MALDITOS JÓVENES. En busca de la nieta perdida

4. Restaurante de moda

Desperté con el sol pegándome en la cara. Me sentía como ustedes, pergenios desgenerados, cuando despiertan a las seis de la tarde para tomar desayuno y después correr donde los amigotes a drogarse o a echar carreras en los autos que "papi" les ha regalado, y hacer miércole los autitos, porque qué importa, si "el viejo" les puede comprar otro igual. Me sentía así, zoquetes, porque ERAN las seis de la tarde. Había dormido todo el día, pero mi corazón estaba bombeando fuerte y regularmente, como debe ser en un viejo ferrocarrilero que no está destruido por la vida y que, al contrario, lo único que quiere es salvar al país.

Consulté las páginas amarillas en busca de la dirección exacta del famoso "Buey". No salía nada. Luego pensé que en el folleto juvenil que trae el diario podría salir algo. Nunca había tomado en mis manos ese pasquín, y no entiendo por qué un diario querría acercarse a los jóvenes con su "lenguaje" y otras patrañas, pero ahí estaba. La pequeña nota señalaba que "El buey" era el lugar "cool", "in" y "taquilla", donde uno podía codearse con los famosos. Ja ja. Como yo no veo televisión, porque para eso mejor voy directamente a una CASA DE HUIFAS, que es más entretenida, no tengo idea de quienes son los famosos actualmente. El último famoso de verdad, que se merecía serlo, fue EL GRAN LUCHO GATICA. Ese era un gallo que verdaderamente sabía cantar, lo hacía con alma, emocionando a la gente. Eso era arte, miércole, no como ahora, cuando la tele está llena de maricuecas y pecincoteunos (qué curioso, igual que en una casa de huifas).

Anoté la dirección, me puse el paletó y salí. Era viernes, y aunque aún era temprano, se podía sentir en el ambiente como la JAURÍA DE HIENAS, es decir, la juventud chilena, se preparaba para salir a destrozarlo todo, partiendo por sí misma. La gente decente huía del Parque a toda prisa, porque se acercaba la caída del sol, y con ella la llegada de los DROGADICTOS y las NINFÓMANAS y los DELINCUENTES JUVENILES que se toman la cuestión como si fuera su casa. Cómo será la cosa, que hasta los carabineros les tienen miedo. Pero esa palabra es una que no está en mi diccionario, así que con mi bastón como fiel compañero para reventar algunas canillas, y hasta algunos HOCICOS en caso de que fuera necesario, me encaminé hacia Bellavista.

Qué cosas están haciendo con la ciudad. Hacia el oriente pude ver como el "salvaje" Chile, crecía como callampa: millones de autos con amargados amermelados conduciendo a dos por hora de vuelta a sus casas, edificios gigantes llenos de vidrios y luces, y hasta al río Mapocho le habían puesto una carretera por encima, para hacer posible que sus agüeboldos padres lleguen AÚN MÁS TEMPRANO a trabajos que odian, y que los amargan, y más encima pagando más por ello. Pero que vayan a matarse trabajando los "viejos mala onda" no más, porque si no, ¿cómo carretearían los niños?

Plata, plata, plata. Todo se ha reducido a plata en este país de la contumelia. ¿Quién es el más valiente, el más inteligente, el más generoso? ¡A quién miércole le importa! ¿Quién tiene la billetera más grande? Y qué joven se le ve señor, usted no es un adulto, no, no, no: usted es un adulto-joven, usted, gracias a que gana más plata que el noventa por ciento que los pobres y tristes amermelados de su edad, que ya tienen tres hijos y cinco divorcios en el cuerpo, y tienen que ir en micro al trabajo, usted está eximido de las responsabilidades que le da ser un SACO DE BREVAS PELUDO Y HEDIONDO. Y puede seguir siendo joven, como no, se puede dedicar, por ejemplo, al arte, a la actuación, y transformarse en un ídolo de los millones de JETONES JÓVENES, en un "actor de teleseries", es decir, en un CRETINO, que no es capaz de leerse ni el abecedario, pero sí se las da de actor.

"Mucho actor de teleserie, el paraíso de los adultos-jóvenes", decía la reseña del "Buey" que habían publicado en el folleto juvenil ese. A mí me gustaban los radioteatros, esos eran buenos, con actores de verdad, gente con talento. Y las teleseries eran buenas hasta que se murió ese señor Moya Grau. Después de eso apagué la tele y no las vi nunca más.