11. Celebración

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¿En qué iba, desgenerados? Ah, ya me acordé. Miren, hijos de la retamboreada Babilonia. Yo no nací ayer. Yo viví toda esa decadente época en que los jetones imbéciles de la generación de mi hija se creían el hoyo del queque porque fumaban marihuana. Pero de ahí a que alguien tuviera la CARA DE PERINEO para hacerlo en frente de quien no conocía... había un camino muy largo.

El tren llegó a Temuco sin que estos RUFIANES dejaran un solo segundo de reírse o manosearse. La "Mane" durante un rato miró muy seria todo el decadente espectáculo, pero también le hizo a la MALDITA DROGA para ser tan "chori" como sus amiguitos. Cuando llegamos a Temuco el vagón de tren no era un vagón, sino una CASA DE HUIFAS. Todos hablando fuerte, riéndose como retardados, haciendo porquerías sin ninguna vergüenza. Yo me pregunto, infelices... si estos jetones son los que quieren ayudar al prójimo, ¿CÓMO SERÁN LOS QUE QUIEREN DESTRUIRLO?

Me bajé del tren. No tenía maleta, ni nada. Hacía mucho frío. Sentí en mis narices el típico olor de las chimeneas del sur. Es un olor que me acompañó durante la mayor parte de los cincuenta años que trabajé en los Ferrocarriles del Estado. Un olor a humanidad, a gente de trabajo, un olor muy distinto al de ustedes, desgraciados, que en el confort de sus casitas aprietan un botón y ya está, todo calientito, listo para que la nanita les lleve el pan con palta mientras ven esas bobaliconadas que dan en la televisión. Respiré hondo. Qué sensación más agradable. Por un momento caminé por el andén. Estaba igualito a como lo recordaba. Salvo la suciedad y el abandono. Por Dios, ¿qué han hecho con mi querida empresa? Les han regalado las carreteras a unos jetones que cobran más caro que la chuña por pasar en auto por ahí, y tienen a los trenes en el olvido. ¿Para qué cresta, díganme ustedes, para qué churra los gobiernos hasta el año 73 se gastaron TONELADAS DE PLATA en el ferrocarril? Para tirar todo a la basura después, para que vinieran unos privilegiados RETAMBOREADOS con sus títulos de ingenieros a los que todavía no se les secaba ni la tinta y se pusieran a DESPILFARRAR plata en unas carreteras nuevas, A SABIENDAS DE QUE YA EXISTÍAN LOS TRENES. ¡Qué vergüenza! No sé cómo no me sube la presión cuando me acuerdo de estas cosas.

Así que ahí iba yo, caminando medio desorientado cuando estos tres mentecatos pasaron por el lado mío. Infelices. Mientras todos los cabros chicos que iban de verdad a ayudar a los huasos pobres se juntaban en el andén, seguramente a esperar que llegara alguien a recogerlos, estos zoquetes de la contumelia, frescos, CARAS DE PERINEO, habían aprovechado el viaje gratis, y ahora se escapaban a esa porquería electrónica que mi nieta organizaba.

Pasaron por mi lado ignorándome, los muy maleducados. Entonces los llamé al orden:

-¡Oigan!

Por supuesto, iban con esas orejeras de porquería en las que escuchan música a todo chancho. Así que alcé mi bastón y lo hice aterrizar moderadamente en la nuca del tal Nacho.

-¡Qué onda! -gritó-. ¡Me dolió!

-Ay, pero si es el hombrecito del tren -dijo Mane.

"Cata" se puso a reir histéricamente.

-Ay, cálmate, galla, si no te va a violar -le dijo Mane. Luego se dirigió a mí-. A ver, caballero -me preguntó con toda la FALSA voz tierna de la que fue capaz-. ¿Qué necesita? ¿Plata? A ver, Nacho, ¿tenís cien pesos por ahí?

Nacho buscó en sus bolsillos.

-Tengo cincuenta no más, Mane...

-NO QUIERO SU COCHINO DINERO, MOCOSOS PRIVILEGIADOS -estallé de pronto.

Los pergenios, como es habitual en ustedes, mentecatos cobardes, quedaron paralizados con mi vozarrón.

-Sé que ustedes van a esa racher parte -les dije-. Los escuché.

MALDITOS JÓVENES. En busca de la nieta perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora