12. Generosidad

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Yo sabía que esto iba a ser un desastre. Lo supe desde que llegué con esos DROGADICTOS SINVERGÜENZAS que me quitaron los últimos pesos de la ratona jubilación con que el gobierno "socialista" me premia por haber dejado LOS PULMONES en los Ferrocarriles del Estado: cincuenta años de transportar amermelados de sur a norte, ¿y para qué? ¿Para vivir como una RATA en un departamento chico y húmedo de Santiago Centro, aspirando el smog que los jetones choferes de micro me tiran EN LA NARIZ? Nada de "parece que sí". SÍ. Para eso. Justamente para eso.

Yo sabía que esto iba a ser un desastre. Pasé CINCUENTA años trasportando jetones por todo el largo de este país, y me conozco los cielos del sur como la palma de la mano. Yo sabía que esas nubes grandotas y negras, tarde o temprano, iban a terminar tapando todo, y se iba a producir el diluvio final. Y todos estos agüeboldados estaban allí; se creían que estaban en Brasil los muy desgraciados, con sus poleritas delgaditas, haciendo notar los músculos que sacaron en el gimnasio (claro, si los amermelados van tarde, mal y nunca a clases), y las espinilludas ninfómanas mostrando el ombligo como si estuvieran en la playa. Había comenzado a correr un viento caliente, pero estos jetones, en vez de darse cuenta del desastre que estaba a punto de ocurrir, se quitaban más y más ropa, hasta casi quedar EN PELOTILLEHUE. Pero por Dios los PERROS CALENTONES. Yo sé que ustedes son casi unos analfabetos, desgenerados, pero a veces se me ocurre que si les escribo en el único lenguaje que entienden, tal vez me hagan algo de caso:

GUAU GUAU GUAU GUAU GUAU. ARRRF. GUAU GUAU GUAU. RAF. RAF. RAF. ARGGGHHHH. ARRRF. GUAU. GUAU.

Mi nieta me tomó del brazo y se fue caminando lentamente conmigo hacia una casa rodante que había detrás del escenario.

--Tata Casimiiiiroooo –me decía--. Qué buena onda que viniiiiiiste. Puta que te quieeeeeero.

Me abrazaba como si tuviera tres años.

Miren desgraciados: yo no estoy acostumbrado a las demostraciones de cariño. En mi época, a los hombres nos formaban BIEN HOMBRES. Nada de maricuecadas con nosotros. Pero les confieso que, DE NO SER PORQUE LA VALERITA ESTABA DROGADA COMO POLLO, y por eso se comportaba como lo hacía, me hubiera gustado lo que me estaba diciendo.

--Valeria, comadre –se acercó un espinilludo--. Estamos a una hora de empezar, tómate una agüita, comadre. ¿No tenís alguna pastillita que me regales?

Valeria lo miró con los ojos muy abiertos y una sonrisa de oreja a oreja.

--Buena ooooonda, compaaaadre –y le pasó una de esas píldoras DEL DEMONIO.

Seguimos caminando.

--Valeria, mijita –traté de sosegar mis impulsos de darle unos BUENOS CORREAZOS que hubieran arreglado toda la cuestión ahí mismo--. Usted está mal, tenemos que volver a Santiago, a usted la tienen que internar.

--Qué lindo eres, Tata Casimiro –me dijo--. Qué lindo cómo te preocupas por tu nieta. Me gustaría que mis viejos se preocuparan así por mí. Pero no te urjas, anciano maravilloso, no te urjas que estoy bien, nunca he estado tan bien como estoy ahora.

Me había llamado anciano maravillossssso arrastrando la "s", tal como hablan ustedes, privilegiados retamboreados, dentro de sus colegios que cuestan una millonada al mes, o en las universidades del Huachalomo que papito paga porque los muy PORROS no fueron capaces de entrar a una de verdad.

--Mijita linda, tenemos que irnos a la casa –le repetí.

Habíamos legado a una escalera que conducía a un escenario. La Valerita me abrazó y me besó en la frente.

MALDITOS JÓVENES. En busca de la nieta perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora