3. Buen vecino

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Si los viejos dormimos poco, esta vez sencillamente no dormí nada. Pero no hay problema, bellacos. Ustedes salen a "carretear" y quedan rendidos a la mañana siguiente. No se despiertan sino hasta las seis de la tarde, cuando la nanita entra a ver "al niño", y con toda la melosa voz que puede –considerando que sus "modernos" padres LA EXPLOTAN COMO SI FUERA UN ANIMAL--, la pobre mujer les dice: "aquí está la lechecita con Milo, el pan con palta y una aspirina que les manda la mamá". Pero nosotros no, BESTIAS. Nosotros los viejos somos PODEROSOS a esas horas de la mañana que van desde el desayuno hasta la primera "colación" (porque ahora los perlas tienen que andar comiendo todo el día; cuando yo era joven me comía una marraqueta con rica mantequilla, un vaso de leche, y a trabajar a los trenes miércole, con eso me bastaba para llegar llorando de la risa al almuerzo). No nos detiene nada ni nadie. Mientras todos los BABIECAS se dirigen a sus trabajos con cara de que les hubiera pasado un tren por encima, la tercera edad está como lechuga.

Así es que me dediqué a esperar el regreso de la única pista que tenía con respecto a mi nieta: el infame "dueño" del departamento que hasta hacía poco era del Tito Torres. Pero antes, decidí hacer un poco de inteligencia.

Mario, el conserje, llega todos los días a las siete de la mañana al edificio. Es un joven, como ustedes; bastante SACO DE BREVAS, igual que ustedes; pero con UNA TONELADA menos de privilegios que ustedes. Mario se toma una micro todos los días desde su casa en Cerro Navia para llegar a trabajar. Fundamentalmente tiene que abrir la puerta a los viejos chuñuscos que viven en masa en este edificio. Ellos, al contrario que este humilde servidor, nunca se preocuparon del estado físico y ahora andan todos reventados por la ciática, la columna, la osteoporeosis, y todas las demás leseras. Mario además hace el aseo, cambia las ampolletas quemadas –si es que hay plata para comprar una nueva, porque los vejestorios son como mano de guagua para los gastos comunes— y una serie de otras labores que, aunque se nota que no le gustan, tiene que hacerlas igual porque está fregado porque ES POBRE, y no un ricachón privilegiado como ustedes, sicópatas.

Apenas llegó, estaba yo esperándolo junto a la mesita en la que el jetón cabecea la mayor parte del tiempo, en vez de leer un libro, qué se yo, hacer algo provechoso. Pero no hay caso. Parece que TODA la juventud chilena viene con falla de fábrica: los pobres y los ricos.

--Buenos días don Casimiro, tan temprano y levantado –me saludó, a tiempo que dejaba su mochila toda gualalienta, sobre la silla.

--De qué estás hablando, zoquete. Son casi las siete y media de la mañana. Estoy levantado hace rato.

--Y qué se le ofrece, don Casi.

ODIO cuando abrevian mi nombre. Lo que ocurre es que ustedes, agüeboldos, son tan pero tan requetecontra PATANES, que hasta pronunciar las cosas correctamente les "da lata". ¡Qué gasto de energía más grande! Lo miré con expresión dura y fría, como la del HOMBRE hecho y derecho que soy. Eso a ustedes los hace hacerse PICHÍ del miedo.

--Digo, don Casimiro –rectificó.

--Mira, Mario: anoche los del departamento del lado se mandaron una fiestecita...

--El Tatán Alvear –dijo Mario--. El que salía en la tele pues. El que estuvo "Generación Brutal", el reality. ¿O me va a decir que no lo conoce?

--Yo no veo tele, jetón. Antes era buena esa cuestión, cuando daban programas como "Un millón para el mejor". Ahora se ha llenado de puras pecincoteunos. Si quisiera ver CABARETERAS, mejor me voy a un cabaret.

--Pero si es super famoso. Lo entrevistaron en toititas estas revistas ¿Me va a decir que no lo conoce?

--¿Eres sordo, Mario, o quieres que te lave las orejas con sapolio?

MALDITOS JÓVENES. En busca de la nieta perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora