10. Tren al sur

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Espero, sanguijuelas malditas, que aunque sea por "taquillar" compren este libro. No me interesa que lo lean; yo sé que la juventud chilena tiene graves problemas hasta para entender el silabario, y no es que se me ocurra a mí: ahí están todas las últimas pruebas internacionales de educación para confirmar una verdad más grande que una casa: SON TODOS UNOS PORROS. Para aquellos a los que aún les queda algo de SESO, y no se han aniquilado las neuronas con la marihuana, les explico: NINGÚN SER HUMANO puede vivir con las ratonas ochenta lucas al mes que el gobierno "socialista" nos otorga a los jubilados de los FF.CC. del E. ¿Y saben cuánta plata me estaba saliendo ya esto de buscar a la amermelada de mi nieta por tierra, mar y cielo? Por supuesto que no tienen idea, sabandijas.

MUCHA PLATA me estaba costando. Por eso ojalá que compren este libro, para poder recuperar algo de lo que gasté haciéndolo. El taxi de vuelta de la discoteca libidinosa no sé cuantos millones me cobró, además que el chófer era un pailón joven, de esos que se creen el hoyo del queque porque saben manejar un auto, y andan con la radio a todo cuete, escuchando una MUGRE de música, casi peor que esas tonteras electrónicas que le gustaban a mi vecino. Y ahora, para más remate, iba a tener que gastar más plata en viajar en bus a Pucón. Y todo para salvar a una pergenia que se había recibido de narcotraficante, que se vestía como NINFÓMANA, que hablaba como CARRETONERA y cuya madre, jipi trasnochada, no me hablaba porque estaba enojada porque yo soy muy "a la antigua".

Cuando llegué a mi departamento pensé llamar a mi hija. Era LA HORA DE LA ÑAUCA. Dentro de poco iban a cantar los "pajaritos", o sea, las monstruosas micros que han hecho CLOTEAR el otrora elegante centro de Santiago, e iba a ser hora de levantarme. Así que me eché en la cama un rato. Cerré los ojos y no pensé en nada. Claro, tenía que llamar a la Paulina, avisarle de los pasos en que andaba su hija. Yo tengo algo que se acabó alrededor de 1980: se llama CONCIENCIA, animales. Quiere decir que aunque mi hija me considerara un viejo retrógrado, y aunque me tratara como las reverendas huifas, yo tenía la OBLIGACIÓN MORAL de advertirle el camino de vida que la pergenia había escogido.

Pero me quedé dormido, sanguijuelas. Estaba muerto de cansado: de hecho, cuando desperté me di cuenta de que había dormido de espaldas, con las manos cruzadas sobre el pecho, como preparándome para usar el piyama de palo. Pero quedaba mucho para eso. El sueño, brutal, reponedor, había durado QUINCE HORAS. Era más tarde que la contumelia. Me incorporé en la cama. Me sentía como un muchacho de catorce años y once meses, y digo lo de los "once meses" PORQUE A LOS QUINCE AÑOS UNO ES UN ADULTO HECHO Y DERECHO. ¿Escucharon, mocosos caras de nalga? Yo a los quince años tuve que salir de Cauquenes a ganarme el pan para mantener a mi familia. Ustedes a los quince años salen al mall a comprar no sé qué burradas, para gastarse la plata por la que el jetón de papito se QUIEBRA EL LOMO trabajando.

Bueno. Prosigo, si me dejan. La cosa es que me sentía como nuevo. A los viejos no nos gusta dormir mucho porque lo consideramos una pérdida de tiempo: la vieja con la capucha negra y la guadaña está a la vuelta de la esquina, y esperarla durmiendo me parece la tontera más grande del mundo. Pero esta vez dormí todo lo que necesité. El día estaba como siempre: gris, feo. Pero a mí me invadía un extraño optimismo: ya sabía como encontrar a la jetona de la Valerita, y aunque me iba a gastar la plata de este mes y del otro en este viaje, de una oreja la iba a traer de vuelta, y un par de correazos arreglarían todo el asunto.

Fui y caminé unas cuadras hasta la estación del metro. El metro. Los políticos desgraciados se gastan lo que no tienen, y de paso después dicen que no hay plata para los jubilados, construyendo esa BURRADA de metro. Y tienen la CARA DE PERINEO de llamar a esa cuestión "tren". UNA MARICUECADA DE TREN será, señores. ¿Dónde han visto un tren que no hace ruido? Una señorita será, pero no un tren. No, señores, un tren de verdad, para los que creen que el "metro" es una cosa de hombres, es una estructura firme, de acero, grandota, que si se le pone un elefante encima... adiós elefante. Es una de las máquinas MÁS HERMOSAS QUE HA INVENTADO EL HOMBRE, y se mueve con carbón o con diesel, pero no con esa basura de electricidad, que no es capaz de mover ni una pluma. Yo creo que he andado en metro como dos veces en mi vida, y ésta vendría a ser la tercera. Además, está lo del "paisaje": unos túneles todos oscuros, eternos... y ustedes, zoquetes, "orgullosos de la modernidad", déjenme decirle que una vez más los adultos, y más encima los adultos CARAS DE NALGA que se dedican a la política, LES HAN METIDO EL DEDO EN LA BOCA. Qué digo el dedo: HASTA EL CODO EN EL HOCICO les han metido, pobres y tristes jetones, haciéndoles pagar LO QUE NO TIENEN para meterlos debajo de la tierra y transportarlos por la ciudad como si fueran unos GUSANOS (aunque pensándolo bien, las autoridades no están tan perdidas: ustedes, malditos, SON unos arrastrados gusanos).

MALDITOS JÓVENES. En busca de la nieta perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora