Sol.

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TE LIBERAS DEL recuerdo y tus ojos están humedecidos, los secas con la cobija, la cual te raspa un poco los ojos. Conmemoras los pómulos regordetes de Karthy Sol, sus ojos caoba que brillaban siempre sin importar su estado de ánimo, tenía un cabello quebrado color caoba radiante y una sonrisa realmente hermosa. Sol siempre te contaba que tenía unos molares realmente grandes y que si no obtenía poderes, triturar con aquellas muelas le compensaba para comer. La chica nunca fue tan regordeta pero tampoco tan delgada. Su estado de ánimo era resplandeciente y su compañera de cuarto decía que lloraba dos veces al mes. Sol lo aceptó frente a todas las chicas en una noche libre, decía que llorar sólo dos veces al mes la liberaba de todo odio y dolor.

La neblina sigue consumiendo al bosque e inicias a preocuparte por la temperatura y tu salud. Normalmente el primer invierno es la advertencia del encierro y el aseguramiento de la salud, el clima es helado pero no se compara con la segunda parte. Al llegar el segundo invierno, la temperatura es exageradamente congelante, el año pasado te fue bien, no hacía tanto frío como ahora. La neblina cubría la mitad del bosque, y ahora, lo cubre casi todo.

– Wallpux no ha regresado –comenta Mathis en voz alta.

– De seguro está ocupada –expresas sin voltear a verlos, aún puedes sentirte débil, temblorosa y con la piel erizada. Determinas que todo esto es un sentimiento de placer.

– Pero ya ha pasado mucho tiempo –reniega.

– ¿Te preocupa? –pregunta Ky.

– No en el sentido alarmante, pero debo ir al baño –responde riendo, exponiendo su verdadero motivo por el que le preocupaba la profesora.

– Nos dijeron que podíamos salir si era de máxima necesidad –te giras a verlos y todo aquello que sentías por un segundo se hace excesivamente fuerte y desaparece, a excepción del sentido de placer.

Mathis y Ky tendieron dos mantas gruesas sobre el suelo, los únicas cuatro almohadas de toda la habitación están junto a ellos y parece acogedor el lugar. Se encuentran cobijados con un mismo cobertor y puedes ver sus nucas. Ahora sabes porque sentías todo aquello. Tu nuca se eriza y puedes apreciar como tiembla ligeramente la cabeza de Mathis ante el escalofrío que comparten. Te zumban un poco los oídos.

– Creo que saldré –Mathis se pone de pie.

– Cuando llegues, iré yo –comentas y caminas hacia las mantas.

Mathis va a toda prisa, abre la puerta y te sientas frente a Ky. En cuanto tú hermana sale de la habitación el placer que sentías desaparece eficazmente, como si hubiese un botón que lo apagara de inmediato.

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