La avizora del pasillo.

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SUS REDONDAS GAFAS le hacen ver unos ojos aún más gigantes de lo que ya son, su nariz granosa con aires de puerco suda y su expresión de odio penetra tus ojos.

– ¡¿Qué rayos te pasa, Petty?! –le gritas.

– ¿Qué rayos te pasa a ti, Sarah? –pregunta molesta entre susurros. – Jamás me habías insultado –se explica dolida. – Yo no hice nada malo.

– ¿De qué me estás hablando? –preguntas bajando el tono de tu voz sin saber el porque.

– Hace unas horas, abajo, frente a la tía Oukla –responde aun arrastrando sus palabras en susurros.

Recuerdas aquel insulto sutil que le lanzaste a Petty por culpa de Oukla. Sientes la punzada en el corazón al ver su rostro de tristeza por el insulto, la culpa te abunda. No debiste haberla insultado, no a ella, sino a Oukla. Por más poderosa que sea, ella se lo merecía.

– Perdón, Petty –no logras decirle otra cosa.

– No entiendo porque me odian tanto –sus ojos se humedecen.

– Nadie te odia –le apuntas.

– Tú y Mathis lo hacen –arruga el ceño.

– No lo hacemos –en parte, mientes.

– Yo no tengo la culpa de nada –se limpia el párpado regordete del lado izquierdo y comprendes que todo aquel sudor que tiene en la nariz en realidad son lágrimas. – Y lo sabes.

– Nadie la tiene –contestas sin saber de qué habla.

– Sólo deben saber, que Oukla hará todo lo posible para que Mathis se vaya de Indana –su susurro se convierte casi en un silencio absoluto. Se inclina más hacia ti recuperando aquel tono mandón que se carga. – Huyan.

Respiras hondo, ves directamente los ojos de tu prima y no sabes si creerle o no. La chica mueve sus dedos de la mano izquierda y restaura la puerta del baño, desaparece y te quedas sola en el pasillo. Te giras y te diriges al lavamanos. Ya no tienes ganas de hacer pis.

Al terminar de lavarte las manos sales corriendo por el pasillo, dejas la puerta del baño abierta. Tomas la perilla de tu habitación y avientas la puerta con tu peso, te giras y la azotas mientras le das la espalda a las risas nerviosas de tu hermana, las cuales se cortan al escucharte entrar de una manera tan brusca.

– Sarah –te llama la rubia –, ¿Qué pasa?

Llenas tus pulmones de aire y cierras los ojos tratando de analizar el ridículo que acaba de pasar. Sabes que Petty te siguió al baño, quizás estaba esperando el momento en que salieras o para que pudiera entrar a tu habitación. Luego, piensas en que en realidad estaba preocupada y por eso voló la puerta. Lo que no cuadra es el porque te sacó del baño y explotó la puerta, pues si susurraba era para que nadie la escuchara, pero era ilógico salir y hacer una explosión, por lo menos tu hermana y Ky la hubieran escuchado... pero al parecer no fue así. Petty estaba llorando, quizás chantaje, pero no te has dado la oportunidad de conocerla como para darlo por hecho. Luego, sin saber porque, llegas a la conclusión de que Petty sabía que Ky estaba ahí, pues Mathis salió y si ella estuviera esperando el momento para hablar contigo, hubiese entrado a la habitación y listo. O quizás no quería toparse con tu hermana.

– Debemos salir de aquí –te giras, dando por hecho que estaba siendo sincera. – Debemos huir lo más rápido posible, Mathis.

Tu hermana se pone de pie y camina hacia ti.

– Sarah, tranquila –toma tus manos. – ¿Qué ha pasado?

– Vi a Petty –dices rápido y respiras para tranquilizarte. – Bueno, Petty me siguió al baño
–te corriges. – Me dio el susto de mi vida.

– ¿Y eso que tiene que ver con que tengamos que debamos salir de aquí? –tu hermana te pregunta extrañada mientras alza la ceja derecha.

Tomas a tu hermana de la muñeca derecha y caminas hacia las colchonetas, te sientas y te secunda. Ky te observa mientras le cuentas que pasó con Petty, Mathis no separa los ojos de ti.

– ¿Estás diciendo que Petty fue quien te informó de todo? –pregunta Mathis, como si no hubieras sido clara.

– Sí.

– Creo que tienes razón sobre tus teorías, de cierta forma, Petty sabía que yo estoy aquí, quería hablar sólo contigo –comenta Ky. – Y sobre la explosión... –piensa.

– De seguro lanzó un hechizo antes de explotar la puerta –comenta Mathis. – Un hechizo de silencio.

– Pudo haber sido eso –le das la razón.

– Pero... ¿Por qué decírtelo a ti y no a Mathis? –se pregunta Ky en voz baja.

– No sé –respondes e inicias a pensar en todo lo que ha pasado desde que tú y tu hermana llegaron; humillación, exigencias, castigos y burlas que sólo a ti te han afectado. Recuerdas que Mathis te dijo que no quería que te vieras como la indefensa. – Quizás lo hizo porque soy la más inocente de las dos –tus palabras te suenan razonables. – Ya saben, si hubiera encarado a Mathis, ella no le creería. En cambio yo, le creí, quizás sus lágrimas sólo fueron un chantaje y Oukla la mandó como escarmiento por lo que dije.

– No eres inocente –comenta Mathis.

– No, soy indefensa.

Ky guarda silencio y sigues pensando sobre creerle o no a tu prima.

– Yo estoy para defenderte –tu hermana toma fuerte tus manos.

– No estarás aquí por siempre.

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