¿Qué podría ser?

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PIENSAS EN LO que Wallpux te ha dicho, quizás estás desarrollando tu pase a la libertad pero ese mismo pase es el que te aleja aún más de la persona a quién más amas en el mundo, y también es una ayuda para ella. Te sientes realmente mal mientras caminas junto a la profesora Wallpux, hombro con hombro, ella podría exponer tu acto en cualquier segundo.

– No quiero que comente nada de lo que ha pasado –dices con una voz temblorosa. – No hasta que esté convencida de que sea cierto.

– Sarah, deben saberlo –comenta Wallpux muy dulce.

– Pero primero debo creerlo, creer en mí. Esto es un arma con doble filo: me libero pero me daño, o ayudo pero me expongo. Debo saber perfectamente que pasa.

– Cariño, para eso estamos. Para eso estoy.

– No digo que no confíe en usted, lo hago plenamente –tomas sus manos. – Sólo confío en usted y en Mathis, la considero una gran amiga, así que por favor: no le diga nada a Mathis, ni a nadie.

Wallpux asiente, te ve a los ojos y te sonríe.

El camino hacia el último piso de la torre es silencioso. Puedes escuchar tus pisadas y las de Wallpux contra el piso de las escaleras, toda la torre está realmente en elipsis, el clima por fin ayuda con la hora y percibes un olor a rancio.

– ¿Cree que soy una bruja? –preguntas mientras pones un poco de tu cabello tras tu oreja izquierda.

– Eres demasiado... hermosa, para ser bruja –contesta Wallpux.

– Ah –dices dolida. – Pensé que era lo contrario, por eso estoy aquí.

– No es insulto cariño. Aquí, lo hermoso es horrendo, pero tú tienes una parte mundana en tus genes y en aquel lugar, ser hermosa es una cualidad increíble.

– ¿Es como ser horrenda en Indana? –cuestionas.

– Exacto, te odian por ser hermosa mundanamente. Ninguna bruja es hermosa, tiene algo horrendo en ella: físico o espiritual. Aunque podrían existir excepciones en algún futuro.

– OK. Entonces, ¿Podría ser una hechicera? –continúan subiendo las escaleras, tu acaricias el barandal de madera.

– Quizás, pero creo que si fueras hechicera no hubieras aparecido así. Tus dedos hubieran expulsado magia para detener el tiempo, alargarlo o hasta para a ver hecho algo contra mí o las alarmas.

– No puedo ser un monstruo –dices asustada.

– No lo eres, eso lo sabemos a la perfección –Wallpux te responde con una risita y acaricia tu hombro. – Quizás un ángel.

Escuchas la palabra provenir de los labios de Wallpux de una manera jugosa repleta de sabor. Respiras y la vez a los ojos, sonríes enormemente y llegan al último piso.

– Me agradaría ser un ángel, como papá –dices antes de entrar a la habitación. 

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