Nuestro recorrido era lento, nuestros pasos coordinadamente como en desfile soviético. Noté unos nombres en relieve sobre las baldosas que pisábamos, y los que Alberto pronunciaba cada vez que afirmábamos un pie sobre estas. Eran veintiuna, me pareció reconocer una de las palabras, y cuando Alberto la pronunció, me dictaminó confirmada, esta era: -Sabaot, si no me equivoco era uno de los nombres con los que se lo llama a Dios. La atmósfera apretaba, nuestra mente pensante estaba muy lejos, a unos cien metros bajo el nivel del mar. Podía casi no sentirse el sonido impregnado a libertad alguno y los pocos en ecos de vida nos arrastraban ampliamente a varios puntos de vista, la situación junto a los escasos metros faltantes eran de un envolvente y agobiante sonido. Nuestros pies casi no tocaban el suelo, el humo rozaba las apretadas paredes con más furia cada vez, emulando las garras de una furiosa fiera, produciendo una fricción sonora mayor que nuestros descalzos y fríos pies.
Poco a poco nos fuimos acercando, nuestra atención estaba desbordada, era solo conciencia luchando contra una forma de pensamiento conceptual, el mundo parecía mutar detrás de mis ojos, en el centro de mi mente una glándula parecía estar a punto de estallar, como si cuerpo y alma se mezclaran en ella, queriendo ser solo uno.
Los dogmas religiosos, políticos y hasta los científicos se derrumbaban, la verdad de lo que creía virtualmente cierto se ponía frente a un muro donde mi conciencia estaba a punto de disparar. En fina y esbelta silueta de duda se moldeaba una llave única, capaz de abrir las celdas en las que me encontraba de forma cómoda y consciente, viviendo simple y acostumbrado.
Lo dicho por Isabel y Francisco, y sobre todo por lo vivido hasta el momento ese fin de semana, había puesto de cabezas mi mundo, no había ni arriba ni abajo, mi brújula social giraba como si en el centro de la tierra se hallara.
La sensación del libro y la transportación a ese espacio donde realizamos un juramento, que también era virtual, ya que la palabra juramento perdía fuerzas y peso con lo vivido, pensé, sobre qué pilar me apoyo, la hipocresía del mundo cobró fuerzas. Me habían hecho sentir un ordinario producto de marketing, creado por grandes empresas llamadas Religión y Política.
Nos detuvimos frente a la puerta, la túnica podía verse mover junto al ritmo de mi corazón, mis
pulmones no daban suficiente caudal, mis latidos eran muy elevados, casi al punto de sentir crujir mi pecho. Observé a Yeye, se la veía plácida, y muy tranquila, una sonrisa marcada de oreja a oreja iluminaba su rostro, cosa que en mi mundo, al otro extremo ya no sabía ni cómo se formaba, era como si estuviese en otro lugar, parecía disfrutar una tarde soleada con amigas en el parque, mientras yo estaba desnudo y solo en el polo sur.
Isabel y Francisco se colocaron a los costados de la puerta de forma enfrentados, era como si nos rindieran culto, dándonos paso a la cerrada habitación, nos quedamos mirando, nadie la abría. Pensé que tendría que hacerlo yo o Yeye, no importaba, ya que ninguno de los dos reaccionábamos, y como si alguien detrás de ella hubiese oído mi mente hablar, esta desprendió su hoja contra la bisagra y en lento movimiento se abrió, dejando entrever su interior de forma muy misteriosa.
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Entre cuervos y palomas
General FictionDonde se ponen a prueba nuestras creencias, origenes, religiones y hasta al mismo demonio. Gustavo, un ingeniero químico vinculado a la industria farmacéutica. Se ve sumido al igual que muchos en este planeta, en una burbuja mundana y ordinaria...