Había una clara dirección en nuestras almas, parecía nada tener que ver con nuestras apacibles vidas.
Camino al hotel, entre zigzagueos y sobre pasos la música no sonó, no cruzamos palabras, ni emitimos sonido alguno. Yeye miraba de forma perdida y sumida en una alta hipnosis a un costado por la ventana, solo eran objetos multiformes, no había personas ni viviendas, mientras mis manos firmes al volante llevando la ruta, cosa que mi mente por completo y peligrosamente no lo estaba. Una mezcla de recuerdos muy intensos en la autopista me llevaban, por toda la situación vivida desde el saludo hasta la despedida de Isabel, teniendo como protagonista el pinchazo que sentí, y de cómo una sensación fantasmal inundó al punto del ahogo mi cuerpo, y de cómo experimenté algo que no me atreví a contar.
Ese fuerte y cortante frío en el centro de mi mente, como si viento de polo helado ingresara por mi nariz, congelando mis neuronas, y de cómo en ese instante el tiempo dejó de moverse, dejando frente a mis ojos proyecciones de siluetas en principio borrosas hasta mejorar sus líneas, como si en foco una cámara quisiéramos poner, hasta que me vi, pero no me vi en cualquier lugar ni momento, en foco la cámara ya, imprimió una foto, la más importante de mi vida... Me vi nacer, ahí estaba ¡era un bebé! ¿Cómo podía ser?
Sé que era yo, ya que la mujer en la camilla, la que estaba en el otro extremo del cordón umbilical era mi madre. Esta rara situación me decía o avisaba que algo estaba muy lejos de lo común. Pensaba revolviendo crucigramas en mi mente, tal vez Francisco esperaba algún tipo de rápida respuesta, o confiaba que le relataría lo visto. Mis ojos en pánico le deben haber expresado mi visión. Y entonces recordé lo que Isabel había expuesto sobre la reencarnación, y de que cuando llegó con la bandeja y el jerez nos preguntó qué nos había parecido lo visto. Lo visto... claro ahora entiendo, ella sabía que nos mostraría ese preciso instante o tal vez algún otro hito de nuestra vida. En sonrisa expuesta, pensé que se refería al libro, o tal vez lo había hecho y esto eran todas conjeturas mías, dejando desvanecer la mueca. De todas formas era
un camino difícil de tomar. No se trataba de elegir el hotel donde dormiríamos. Era muy complicado y sobre todo para una rata de laboratorio como yo.
Mi cultura en experiencia o lo aprendido en la vida formando parte de ella me decían que el bien y el mal existen, y que siempre se debe tomar el camino del bien, aunque esto tenía ese misterio, de ser bueno y malo. Me decía a mí mismo... por algo estás acá. Tratando de justificar el acto para seguir. Se me estaba mostrando otro mundo, algo oscuro, daba un poco de pánico la posible maldad tenue que asomaba, mostrándose de manera muy presumida, pero a la vez la inconsciencia de no saber nada del mundo real elevaba en número mis ansias por descubrir algo nuevo.
Llegamos a la habitación de nuestro hotel, sin pronunciar más palabras que la de agradecimiento en la apertura de puertas tanto en el ascensor como de nuestra designada habitación. Quitándonos nuestras ropas nos sumergimos en la paz de nuestra alquilada cama. Yeye se apoyó en mi pecho, y de forma contraria a la noche anterior a nuestro viaje, sentía sus pestañas rozarme repetidamente.
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Entre cuervos y palomas
Fiction généraleDonde se ponen a prueba nuestras creencias, origenes, religiones y hasta al mismo demonio. Gustavo, un ingeniero químico vinculado a la industria farmacéutica. Se ve sumido al igual que muchos en este planeta, en una burbuja mundana y ordinaria...