Capítulo 8 "La biblioteca"

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Al día siguiente nos dirigimos al sitio indicado por Isabel vía e-mail, que fue leído por Yeye mientras tomábamos unos mojitos y escuchábamos una muy buena banda de jazz, que se alojaba y tocaba en el hotel donde nos habíamos hospedado

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Al día siguiente nos dirigimos al sitio indicado por Isabel vía e-mail, que fue leído por Yeye mientras tomábamos unos mojitos y escuchábamos una muy buena banda de jazz, que se alojaba y tocaba en el hotel donde nos habíamos hospedado.

La dirección Constantino 313. Nos preguntábamos ya sin sorpresas, justo ese nombre, justo ese número.

Lo asociamos de forma directa al emperador romano y a la fecha en la que este dio inicio a ese gran movimiento sociocultural llamado cristianismo. Demasiadas casualidades, sin dudas, y entre afirmaciones murmuramos a dúo: -La dirección fue elegida, mirando un mapa urbano y presionando con el dedo el punto exacto, para la construcción de su vivienda.

Al llegar nos vimos sorprendidos por el contexto donde se encontraba, ya que el lugar estaba rodeado de casas modestas, era un barrio de clase media, ubicado en el casco viejo de la ciudad, donde la humedad en paredes y el descolorido opaco producido por su antigüedad demacraban como si de payasos tristes se tratasen, y como estrella de Hollywood en blanco brillante esta sobresalía por sobre el resto. Solo el frente ocupaba el lugar de cinco o más casas del entorno, era una gran propiedad de altas columnas estilo grecorromano. En la parte superior de estas, se encontraban agazapadas estatuas de gárgolas, una por cada columna y sobre ellas ángeles, marcando un supuesto de mayor jerarquía entre ellos, todos ellos con

sus alas desplegadas y empuñando espadas en una de sus manos y la otra apuntando con su dedo índice, parecían brindar apoyo a quien más arriba justo en el centro del edificio, un ángel luchaba con lo que parecía vulgarmente un demonio. A los pies de ellos un cartel tallado en piedra de mármol. Nos acercamos mientras buscaba estacionamiento para leer lo dicho en este. Yeye me miró y dijo: -Amor, es una biblioteca.

-¿Estás segura?

-Al menos eso es lo que dice el cartel. Mientras en doble fila estábamos detenidos frente a las grandes puertas, de tosca madera, llenas de adornos y símbolos. Estas se abrieron y comenzaron a salir bajando por las blancas escaleras cientos de chicos, propulsados por el aire de la libertad con mochilas, y lo que parecían profesores, estos adultos de chaquetas marrones venían hablando entre sí.

-¿Segura que esta es la dirección? Mientras encandilado casi sobre las faldas de Yeye, la biblioteca me tenía.

-Sí, amor, Constantino 313. Muy segura, respondió.

Buscamos estacionamiento, no entendiendo mucho la situación, habíamos sido citados a una biblioteca. Aunque aún más extraño, era que Isabel había dicho que Joab vivía aquí, que esta era su casa. Este el sitio donde Joab nos esperaría.

Una vez aparcados, entramos a esta biblioteca, realmente si su exterior impresionaba, su interior no tenía palabras. Cientos de corredores llenos de libros, un aroma a hojas leídas y ese silencio de inteligencia que fluye en estas, el que solo se veía interrumpido con murmullos de lectores descuidados, sedados en ese mundo imaginario, en el que su timonel libro los sumergía. Nos acercamos a un recibidor circular ubicado en el centro de la galería, en su interior estaba quien sería el bibliotecario. Preguntamos por nuestro asunto.

Entre cuervos y palomasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora