Capítulo 17 "Fuerte Alism"

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Unos soldados ubicados a los costados de la caravana, los que custodiaban cada uno de los pasos que marcábamos con nuestra carreta comentaron que el fuerte de Alism fue donde se tuvo prisionero al capitán de los caídos antes de ser enviado a la ti...

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Unos soldados ubicados a los costados de la caravana, los que custodiaban cada uno de los pasos que marcábamos con nuestra carreta comentaron que el fuerte de Alism fue donde se tuvo prisionero al capitán de los caídos antes de ser enviado a la tierra. No estaban muy contentos con la decisión de Hermes de hacer noche en la mismísima garganta del diablo, decían preocupados. Ya que según estos soldados aún estaba llena de demonios, deseosos de nuevas almas, de  capturar esclavos para su amo. Un par de kilómetros más tuvimos que

detenernos, debido a que el comentario que fue escuchado por nosotros se había propagado viralmente infectando a todas y cada una de las filas de los soldados de Elam. El miedo estaba descascarando los escudos y marchitando el estandarte.

-Con todo mi respeto, mi señor... Elam. Habló uno de los guerreros subordinados a él, uno de los más antiguos guerreros, este había acompañado a su señor en varias batallas ganadas. -creemos que es un suicidio hacer noche en el fuerte de Alism. Mucho bullicio brotó de cada una de las bocas de los que nos acompañaban en guardia. Decían en coros individuales: -Cierto. Es cierto. Y así cada uno de ellos.

Hermes detuvo bruscamente el carruaje, como si fuese un gran general gritó: -¡Un momento grandes guerreros! ¿A qué le temen? -preguntó parado sobre el techo. Todos respondieron que esa había sido la prisión de uno de los caídos.

-¡Tranquilos! -exclamó moviendo sus manos tratando de tranquilizar al medio centenar de guerreros alborotados-. Tranquilos, tranquilos.

Decía mientras solo el volumen del bullicio que aún seguía había disminuido.

-Hay un dato que deben conocer -continuó Hermes-. Ningún demonio puede habitar ahí, de la misma manera que ningún preso vuelve a su cárcel. El medio centenar seguía en bullicio no muy convencidos, pero sí más tranquilos. -Les hago una pregunta, inteligentes y valerosos soldados de miles de batallas. -Y todos quedaron callados esperando-. ¿Si el propio capitán de los caídos y todo su poder no pudo salir de ella durante varios eones y tuvo que ser enviado por el propio Gabriel a la tierra? ¿Cómo es que creen que estos insignificantes demonios de poca monta van a poder ingresar a ella una vez que estemos dentro? Terminada la última sílaba, el

bullicio negativo mutó directamente a un: -Tiene razón, es cierto y demás cosas. Es mejor que acá fuera -dijo otro. Por lo que continuamos sin demasiada objeción la marcha directo a Alism. Y los soldados que antes preocupados iban a nuestros costados, cambiaron su discurso por el de... -Espero que lleguemos antes del anochecer.

Avanzamos por una hora o un poco más, me dormí al igual que Baltazar. Al despertar subíamos una montaña, el camino serpenteaba bajo nosotros. Podía verse desde aquí muy pequeño en el horizonte Sethlas, lo calculábamos por ser un pequeño punto gris rojizo, rodeado de un suelo totalmente negro, en dirección al gran volcán que quemaba hierro, lanzando flujo por su pico como si fuese un agitado champán con helado de frutos rojos.

Desde aquí se notaban claramente los ríos de lava bajo la superficie de las que me habló el Druida. Eran como venas calientes latentes bajo la superficie, una de ellas partía en dos al bosque azul. Desde aquí podía apreciarse en su grandeza el porqué de su nombre, era de un azul intenso, el reflejo convertía hasta las rojas fresas que colgaban y las amarillas flores en azules. Todo era azul.

Entre cuervos y palomasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora