Capítulo 14 "Lodo y luz"

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Mientras seguían discutiendo, tirando de la soga como en la playa con línea marcada, tratando de derrotar al contrincante,giraba y giraba flotando en el medio del pasillo, por sobre la carreta

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Mientras seguían discutiendo, tirando de la soga como en la playa con línea marcada, tratando de derrotar al contrincante,giraba y giraba flotando en el medio del pasillo, por sobre la carreta. Rodeado de elegantes Alfís, sus cinturones comenzaban a unirse entre sí, formando así un aro dorado, producido por mi alta velocidad de rotación. Sentía que mi cuerpo giraba a destiempo, lo hacía más rápido que mi alma. Podía sentir su separación desgarradora.

Una por demás rara sensación sentía estrujar dentro de mis arterias toda la sangre hacia la punta inferior de mis pies, y no era por la fuerza centrífuga ejercida de tantos giros, era como si tironearan solo de la carne y seleccionaran cada trozo de mí. Mientras mi alma se anclaba al

centro de giro.

Sentí desprender de mi cráneo cada gramo de materia orgánica, esta huía de mi disparada trazando su trayectoria como balas con fósforo al vacío. Cada parte física de mí fue desalojada de mi alma, estas viajaban produciendo destellos lumínicos en el infinito. Duró un par de minutos este sufrimiento desgarrador, hasta que en un gran shock de luz, un estallido en ecos golpeó retumbando. Seguido por una tranquilizante brisa fresca llena de aromas a libertad. Las voces desaparecieron, ya no escuchaba la atenuante discusión sobre mi futuro entre Gastoth y Hermes.

Mi mente me trasladó a un lugar lleno de paz. Sobre una empinada montaña, al interior de un pasillo construido de baldosines de piedras de mármol, ubicado al borde de un gran barranco, al asomarme por una de las cientos de ventanas, que en hileras una a una seguida estaban. Mi

vista se estremeció al ver que debajo y en caída libre, a cientos de metros bajo mis pies, un hermoso lago azul cristal, un total espejo líquido con marcos verdes de pinos, tan calmo y sereno que el simple posar de una pluma lo agitaría. Me llamaba magnéticamente con mi centro a que lo visitase.

Frente a mí, parado mirando por la última, la más elevada de las ventanas en altura, montañas de un esmeraldado color, llenas de árboles, pinos y pasto cubriendo cada hueco, junto a cientos de paletas de colores entremezclados en flores.

El aire era invadido por un coro suave de dulces voces, que me acompañaba mientras el empinado pasillo descendía, nada decían, claro, solo entonaban vocales mientras transitaba lento por este pasillo hasta llegar a su final. El último desnivel, la última de las piedras blancas que pisaba se convirtieron en una alfombra, de suave y fresco verde pasto, llegando a fundirse en las profundidades del lago.

Este calmo espejo reflejaba todo a su alrededor, nada le podía huir a su calma piel líquida, todo era visto dos veces. Lo más impresionante, lo que destacaba de este placentero lugar, era sin lugar a dudas el protagonista del sitio, el sustantivo propio de aquí, un gran y frondoso árbol

de troncos y enramadas grises, cada una y en un todo sus hojas eran en tonos azules y algunas celestes, otras se combinaban entre sí, pero cada hoja reflejaba en su color mucha personalidad y lo hacía muy intenso.

Entre cuervos y palomasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora