Capitulo 4

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Mis ojos pesadamente se abrieron al percibir la claridad que de pronto había entrado por mi ventana. Al abrirlos del todo vi a Carmen que con una sonrisa se movía por mi habitación como si de la suya se tratase. Andaba de un lado para otro, ordenando cosas, guardando otras en algunas maletas...

  -¿Qué haces?- la pregunté torpemente al notar mi boca seca.

  -¿No lo ves? Te estoy haciendo la maleta, ya que tú no lo haces...

  -Soy demasiado vaga- dije girandome en la cama, dandola la espalda- Además no creo que dure mucho tiempo en esa casa, como las familias anteriores, me traeran de nuevo en un abrir y cerrar de ojos. Ya lo verás- aseguré antes de volver a cerrar mis ojos e intentar quedarme dormida de nuevo.

  -De eso nada, la última vez me prometiste que no volverías a ocasionar problemas.

  -¿Nunca has oído ese dicho de que las palabras se las lleva el viento?

  -Deja de contestar y levántate que tienes muchas cosas que hacer antes de que te vengan a buscar.

A regañadientes me quité de encima las sábanas y caminando bastante despacio entré al baño. Una vez lista bajé a desayunar, el comedor estaba repleto de gente. Algunos devoraban su desayuno, otros se negaban a probarlo, exactamente los más pequeños.

Todos ellos eran mucho más pequeños que yo, con casi dieciseis años seguía aquí metida. Pesadamente arrastré una de las sillas que milagrosamente estaban libres, y mirando sin ninguna expresión mi desayuno, lo comencé a comer.

El desayuno, como todas las comidas a lo largo del día, estaba llena de gritos y risas por parte de los más pequeños. Miré por toda la sala en busca de Álvaro, pero no lo encontré, me entristecía bastante no verlo antes de irme.

Cerré mi maleta con un golpe seco y deslizando la cremallera la bajé de mi cama. Bufé y pesadamente bajé las escaleras que me separaban de mi proxima familia, aunque por poco tiempo.

Allí parados en el hall, junto con  Carmen, me esperaban los cinco chicos de ayer. Ellos al instante me sonrieron, en cambio, yo mantení mi rostro completamente serio.

  -Hola- dijo uno de ellos. Sinceramente pensaba que ya era hora de saber sus nombres. No los diferenciaba...

Sin siquiera darme cuenta ya tenía a Carmen rodeándome con sus brazos, mientras soltaba pequeñas lágrimas contra mi hombro.

  -¡Ay! ¡Cuánto te voy a echar de menos!- sollozó entre hipidos. Yo sorprendida por su actitud, cerré mis brazos entorno su cintura. El enojo que la noche anterior había sentido, se fue dejandome ver a una Carmen triste y apagada.

  -Tranquila Carmen, no durará mucho- la susurré. Tras unos cuantos besos y abrazos de más, me monté en un coche, seguida de los chicos.

Durante todo el camino me mantenía en silencio, les miraba disimuladamente, analizándolos y buscando sus puntos débiles. Cuando el coche se paró, bajé de él, encontrandome con una enorme mansión. Sin querer mostrar mi gran alucinación, cogí mi maleta y entré a los grandes y hermosos jardines.

  -Bueno pues... esta es tu nueva casa- dijo el rubio feliz cuando me abrió la puerta, dejandome entrar y contemplar todo más detenidamente.

  -Todavía no nos hemos presetado- dijo otro detrás de él- yo soy Louis, él es Zayn, Harry, Liam- dijo señalando a cada uno, yo iba pasando mi mirada de uno a otro, asintiendo levemente con la cabeza- y el rubio que está a tu lado es Niall.

  -Hola- dijo de nuevo con una gran sonrisa, igual a la de sus amigos.

  -Y bien...- dijo Harry. Le miré con el ceño ligeramente fruncido, sin saber realmente a qué se refería- ¿Cómo te llamas?- dijo claramente esta vez.

  -Emily- contesté secamente.

  -No te gusta mucho hablar, ¿no?

  -No es necesario- dije dirigiendo mi mirada hacia Zayn, que con gesto confuso me miraba de arriba abajo.

Viviendo mi pesadillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora