Capitulo 1

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Levanté la mirada y distinguí el cielo cubierto por espesas y grises nubes. Algunos truenos sonaban de fondo, haciendome temblar de solo oírlos. Bajé la mirada al suelo y me sentí por un momento muy identificada con el tiempo.

-¡Diana!- gritaron mi nombre, giré la cabeza al frente y me encontré a un profesor bastante enfadado, con el ceño fruncido y los labios apretados en una fina línea- Más le vale prestar atención en mi clase si quiere aprobarla. Como se vuelva a distraer no quedará otra que expulsarla del aula- dijo dándose la vuelta y escribiendo de nuevo en el enorme pizarrón.

No hice mucho caso el resto de la clase, yo seguía en mi mundo. Veía como el profesor movía los labios de arriba abajo, pero para mí, no salía sonido alguno de ellos.

Miré mi reloj algo apurada por la hora y antes de que sonara el timbre, yo ya tenía todas mis cosas recogidas.

El profesor se quedó allí, dándo los deberes del día siguiente, mientras los alumnos los apuntaban a la vez que salían por la puerta. A esas alturas yo ya me encontraba en la salida, parada al lado de la cabina del autobús esperando a que pasara el mío.

No tardó mucho en llegar, aunque a mí se me hizo una eternidad, al subir me senté en el mismo lugar que todos los días, no sin antes saldar con un movimiento de cabeza al conductor de siempre.

No podía comprender cómo una persona podía trabajar en semejante cosa, aunque tampoco podía criticar, mi trabajo no era nada del otro mundo. Con una triste sonrisa recordé que ahora mismo llegaba tarde a ese mismo trabajo, y que seguramente mi jefe me regañaría bastante por ser la tercera vez en lo que lleva de semana.

-Llega tarde Diana- me dijo nada más traspasar las puertas de aquel local. Era una pequeña tienda de comida rápida, con dos rotas y desgastadas mesas nada más entrar, rodeadas de sillas en las mismas condiciones. Sinceramente me daba asco este lugar, pero necesitaba urgentemente el dinero si quería llegar a final de mes y a la vez pagarme la universidad.

-Perdone, no volverá a pasar, se lo prometo- dije entrando a la cocina y poniéndome mi uniforme: un gorro con forma de hamburguesa, que me quedaba ridículo puesto; y un delantal con el logo del local.

-Lo mismo dijiste la última vez Diana- contestó cansado- Sé que para ti es muy dificil el llegar a tiempo, pero haz el favor...

-Claro...- cogí una de las bandejas llenas de comida y antes de salir me giré hacia él- Y gracias.

El local no estaba lleno, una de las mesas estaba ocupada por dos adolescentes que por no tener bastante paga por parte de sus padres, supongo que no tendrían otro lugar al que acudir por comida.

Yo normalmente me ocupaba de las mesas y, cuando había bastante gente, repartía la comida a los autos que ni siquiera se paraban.

Pasé el trapo un vez más por la encimera, y cuando pude ver mi reflejo en él, lo guardé y me dispuse a salir de aquel lugar. Con mi gran bolso colgado del hombro y mi abrigo bien puesto, cerré la puerta con llave.

Caminé por las calles desiertas, las estrellas poco a poco se dejaban ver, acompañándo sutilmente a la luna, que esta noche llena, resplandecía en todo su ser.

Revisé la hora y vi que no llegaban a las nueve, suspirando entré en el autobús que acababa de llegar.

Cuando introduje las llaves de mi casa en la cerradura, un gran alivio me recorrió por dentro. Sentir la calidez y la sensación de comodidad de tu propia casa, no tenía precio. La mayor parte del día me lo pasaba fuera de ella, entre la universidad y el trabajo, poco tiempo tenía libre. Aún así cuando me encontraba en casa, no solía salir de mi cuarto excepto para ir al baño, o para cocinar pequeñas cosas ya que comer sola me quitaba el apetito.

Algunas habitaciones de esta casa hacía años que no las pisaba, tampoco las miraba, por no decir que ni abría la puerta. Tenía una regla que acataba completamente, esas puertas no se abrirían sin mi consentimiento, y mucho menos si no estaba preparada para afrontar todo lo que se me echaría encima con solo girar el pomo.

Mi casa no tenía mucha vida, no había ni rastro de fotos por ningún lado, tampoco cuadros o pinturas. Las paredes completamente lisas daban una sensación bastante fría, pero sinceramente, a mí me gustaba.

¿Alegría? No entra en mi vocabulario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora