Hacia la derecha. Minutos después a la izquierda. De vuelta a la derecha. No había remedio. Suspirando me coloqué de nuevo bocarriba, observando el aburrido techo blanco, el mismo que me había visto dar vueltas y vueltas durante horas esa noche.
Imposible, simplemente imposible. No podía conciliar el sueño ni aunque me tomara pastillas para ello. Los nervios, la ansiedad y la incomodidad de este nuevo colchón para mí, hacían que mis párpados no se cerraran.
Me senté con mi pelo recogido en un moño algo revuelto, y alargando la mano encendí la lámpara de mi habitación. La luz me cegó por unos instantes, pero al minuto pude vislumbrar claramente el armario de madera justo delante de mi cama, un pequeño sillón en una de las esquinas justo debajo de una gran ventana con cortinas a juego con la cama, una cómoda, y mi maleta al lado de esta. No me podía quejar, siendo sincera, ya que aunque no me habían dado el mejor cuarto de la casa, este tenía buenas dimensiones y contaba con todo lo necesario. Tampoco me había esperado gran cosa, es decir, soy la niñera, ¿no? Ni por asomo había fantaseado con tener una cama enorme con sábanas de seda, un vestidor lleno de espejos o un cuarto de baño para mí sola.
Suspiré frustrada viendo la hora: las tres de la mañana. ¿Qué hacía yo ahora? Dormir estaba segura de que no, moverme de mi habitación tampoco. No tenía otra alternativa que...
-!Pom!- un ruido sordo retumbó en mis oídos. ¿Qué narices había sido eso? Todos en aquella enorme casa estaban dormidos asi que ¿un ladrón? Temblé ante la sola idea de que fuese cierto.
¿Me iba a pasar algo más en mi primer día? Primero soy tan patosa y pierdo la maleta, y ahora entra un ladrón en "mi" nueva casa cuando únicamente estoy yo despierta. El destino tenía que estar divirtiéndose mientras hacía de mi vida lo que quería.
Cogí las mantas y me tumbé de nuevo pensando que no era mi problema. A ver, solo entrarían a robar, ¿que más me daba a mí? Tampoco es que me fuera a matar quien quiera que estuviera, son una simple contratada ¡No me podrían obligar a decir nada por el hecho de que no sabía nada!
Si mañana, al despertar, Carmen montaba un escándalo preguntando qué había pasado yo me limitaría a abrir la boca al máximo y poner la mejor cara que tuviera de asombrada. Ni hablar haría falta.
"Te sentirás culpable"
Oí una vocecita en mi interior y, si no hubiera estado medio dormida, juraría que tenía el mismo tono y timbre de voz que mi madre. Ella siempre tan responsable y amable que incluso cuando ya no estaba hacía de mi "pepito grillo".
Solté un gruñido mientras me ponía mis pantuflas con la intención de no hacer demasiado ruido. Maldita conciencia, maldito "pepito grillo" y maldito frío aue hacía fuera de la cama.
Sin nada en las manos con lo que dar al intruso, subí las escaleras (debido a que mi habitación estaba en la planta más baja junto a un pequeño salón de estar para los niños, un cuarto de baño y una sala con la lavadora, secadora etc...) sin encender luces y tanteando el camino para no darme con ningún mueble.
Llegando ya a la primera planta oí unos pequeños murmullos procedentes del salón y una luz que sobresalía de la puerta medio abierta. Supiré soltando el aire que no sabía que tenía retenido al identificar la voz de Carmen y Raúl. Giré y cuando estaba por bajar el primer escalón me paré en seco.
"Vamos, lo estás deseando, ¿o no? ¡Acércate a la puerta!"
Vale, mi vocecilla cada vez tenía más cordura. No espié tras la gran puerta blanca del salón únicamente porque obedecía sin rechistar a mi conciencia, sino porque también me comía la curiosidad pensando en qué hacían a esas horas de la madrugada hablando en el salón. No era de mi incumbencia pero, ¿qué iba a hacer? Si me iba a mi cuarto ahora dormiría mucho menos imaginándome sobre qué cosas habrían hablado.
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¿Alegría? No entra en mi vocabulario.
RomanceYo quiero el fin del dolor, pero no hay fin, hay más.