EL OTRO

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Uno de tantos días en la soledad, una de tantas cenas conmigo misma.

¡Hola! - Escuché un susurro.

-Disculpe, ¿lo conozco? - Respondí.

-No, y siento haberla incomodado, pero como no hay mesas en el Restaurant y la vi sola quise preguntar si no le molestaría compartir la mesa conmigo mientras hay una disponible.

-Bueno, es que...

-Esta bien, creo que la incomodé, mejor me voy a otro Restaurant.- Respondió.

-¡No! No es nada, quizá no me venga mal un poco de compañía, siéntese por favor.

Durante unos minutos hubo un silencio abrasador.

Si no es mucha molestia, ¿La puedo ayudar en algo? La veo muy triste y alguien tan hermosa no debe estar en ese estado.- Aseguró.

Nadie puede ayudarme- Respondí. Pero gracias por la intención.

Sr. Maxwell ya está su mesa lista, miles de disculpas Sra Wayne, pronto traeremos una botella de Champagne para ambas mesas como obsequio de la casa por las incomodidades causadas.- Dijo el Administrador.

-Bueno, que impropio de mi parte no haberme presentado. Soy Ian Maxwell. Ya se su apellido Sra. Wayne me imagino que está casada.

-Me llamo Belle, y sí estoy casada y tengo un hijo de casi 9 años.

- Imagino la felicidad que debe sentir su Esposo al tener a alguien como usted a su lado.

- Gracias Sr. Maxwell.

-¡Haha! No me diga Sr que soy un soltero más de esta gran ciudad. Dime Ian.

-Ok, Ian...

Aquí empezó todo...

Al principio no le contestaba las llamadas a Ian, pues se valió de quien sabe qué artimañas para conseguir mi número de Celular. Con el tiempo y sus detalles amistosos se ganó mi confianza a tal punto que mis sentimientos más profundos y mis vivencias diarias con Jim eran objeto de nuestras conversaciones. En poco tiempo nos hicimos muy amigos, pero él nunca me vio como tal, y yo lo sospechaba pero, no lo quise aceptar, quizá para no darle fin a los encuentros.

Un día pasó lo que ya se avecinaba.

-Belle, ¡vine corriendo en cuanto pude!

-Ian ya no sé qué más hacer, no sé si dar por perdido este amor. Ya no puedo más con esto.

Me arrojé en sus brazos, y sentí aquella fortaleza que venía de unos brazos grandes obtenidos con el esfuerzo de horas en el Gimnasio.

Estábamos muy cerca uno del otro, y dentro de mi dolor escuché una voz de aliento.

-Eres muy especial, vales mucho, no sé qué pasa por la mente de un hombre que hace que no goce de tenerte diariamente. Si fuera él...

Un silencio se apoderó de los dos.
Y luego sólo sentí sus manos sobre mi rostro limpiando mis lágrimas y sus labios posándose sobre los míos.

Ese beso que sólo duró un minuto, abrió la puerta de algo más grande, sólo un beso de un minuto logró desencadenar un manojo de situaciones adversas, sólo un beso de un minuto dio pie al ADULTERIO.

ADULTERIO©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora