NO leer esta historia si no has leído la primera parte, " El chico del autobús ".
»Vivo de tu recuerdo, amor«
Tras la muertes de sus seres queridos se ve forzada a rehacer su vida mudándose a Washington D.C para estudiar la universidad.
La vida de...
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Sentí como me faltaba el aire al sentir que me sumergían en agua, me levante abriendo los ojos asustada, mojada. Varios brazos me habían sostenido, abrí la boca tratando de tomar suficiente aire, me quite el pelo mojado de mi rostro y me talle el rostro.
— ¡Son unos bobos, chicos! —oigo una voz femenina a mis espaldas, mas no logró ver nada, veo todo borroso no puedo alcanzar a detallar ni una cosa.— ¡Les dije que le echaran agua! ¡no que la sumergieran en la tina!
— Perdón... —distingo la voces de los chicos.
— ¿Qu-e esta pasando?, ¿donde estoy? —pregunto asustada, trato de aclarar mi vista, mas sin embargo no puedo.
—Te desmayaste niña, ten cuidado a la próxima, mira la luz —veo como alguien se pone frente a mi, una luz ilumina mis ojos, me arden. Arden como esas veces lloras tanto hasta tener los ojos hinchados.
—Que por cierto no estas muy flaca que digamos —identifique la voz de Noah.
—Noah...ven aquí —digo con un hilo de voz, siento que se acerca, lo busco con mis manos y cuando siento su nariz entre mis dedos, suelto un golpe.
— ¡Auch!, ¿por que fue eso? —chilla asustado, sonrió débilmente.
—Me dijiste gorda, bobo.
—¡Claro que no! Sólo aclare que no pesas lo que aparentas. —poco a poco logro ver con claridad, sonrió al ver como se soba su rostro— ¡Hasta Ethan lo dijo! ¿verdad que si? —mira hacia Ethan, lo miro entrecerrando los ojos amenazándolo con la mirada.
—Y–o nunca dije eso, mentiroso. —Sonreí complacida.
Noah mira hacia Ethan con enojo, y fastidio después golpea su nuca ocasionando un fuerte ruido. —Eres una marica, ¡le tienes miedo!
—Silencio...—golpeo la frente con su meñique, Noah abrió su boca con exageración mientras posicionaba una mano en su pecho. Estos estaban locos.
— ¡No me pegues, perra! —sentencio Noah indignado dando un manotazo en el aire, fingiendo voz de mujer.
— ¡Perra tú! —chilla Ethan.
—Silencio los dos ahora, si se van a agarrar las greñas haganlo fuera de aquí, —habla de pronto la enfermera, luciendo cansada, frota su sien y me mira mi tratando de sonreír. — Toma estas pastillas, linda— me entrega un papel, donde dice el nombre de la pastillas — Pide estas en una farmacia y te la tomas cada dos hora por una semana para el dolor, ya eso es todo, ten buen día.
Sonrió agradeciéndole y me paro de inmediato.
Grave error.
Un mareo llega a mi en cuanto pongo un pie en el suelo, me sostengo con la cama, los chicos se acercan a mi rápidamente tomando de mis hombros mientras me preguntan si me encuentro bien, asiento y les sonrió como puedo.