¿Viejas heridas?

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Suspiro mirando el cielo con anhelo, no por aquel paraíso que todos sueñan ir una vez su ciclo de vida acabe, no, sino porque solo en ese manto azul podia dejar libres todos sus recuerdos

Los escenarios que hubiese deseado vivir, las penas que quería ahogar, prácticamente todo

Miro con cautela el dorso de su mano derecha, tenía una marca, una marca de posesión, irónico, chistoso y penoso, marcado cual objeto por alguien que no lo amaba como él desearia

Sus iris rosados tan solo se cerraron recordando como fue que tuvo esa marca

♤♤♤

Seguía siendo apresado por los brazos del hombre al que siempre amo, más amar no significa perdonar ni olvidar, lo amaba si pero no iba a tolerar más esto

Se removió con fuerza, apenas tuvo un hueco aprovechó metiendo una de sus rodillas y estirándola con toda la fuerza que pudo ejercer

El de ojos dorados con la guardia baja se estrello contra la pared sin remedio alguno, bufo con orgullo, al fin pudo quitarse al ángel de su hermano

—¡Dejame ya, esto se acabó! ¡Ya paremos de una vez! Esto parece una mala novela mexicana, ¡¿ok?! —

Un comentario fuera de lugar que lejos de librar la tensión generada era más para darse valor asi mismo

"¡¡La risa es el mejor escudo!! ¡Recuerda lo siempre Todomatsu!"

Sus iris se abrieron y una sonrisa irónica se formó en su cara, buena la hora en que recordó a su estúpido hermano mayor, ese pequeño lapso bastó para que el ángel se recompusiera

—¡¿Novela?! ¡Todomatsu! ¡Sólo trato de arreglar las cosas! ¡Mira me! ¡¿No es suficiente?! ¡Quiero hablar! Déjame, déjame tan sólo... —

Veia como el pobre ángel agitaba sus manos, un pequeño tic que tenía cuando estaba nervioso al igual que su boca abierta boqueando de vez en cuando

Suspiro

—No, ya tuve suficiente de tus burlas y de jugar a ser prisionero —Con un ligero movimiento apareció su gudaña y atravesó su torso

Escupió un poco de sangre pero fue suficiente para romper el anterior hechizo del ángel, tenía ventajas ser inmortal y haber pasado mil infiernos con Osomatsu

El único que podía quitar las ataduras era el mismo ángel, es verdad, pero si el objetivo moría la atadura ya no tenía sentido y se disipaba

Él era la misma muerte, no estaba muerto pero tampoco exactamemte vivo, sin embargo su arma arrebataba a la fuerza la existencia de cualquiera, cualquiera menos su portador, podía matarse y no sucedería nada, por un breve segundo su llama se extinguirá, nadamas

—¡¡Totty!! —Los iris dorados le miraron preocupados, y si bien removió algo en su interior no sería suficiente para detenerlo

—Lo diré una última vez, ya para —Afilo lo mejor que pudo su mirada, ya no quería más estar encerrado

Osomatsu seguro le daría una paliza al llegar, y tenía trabajo atrasado, aunque claro todo lo anterior sólo era una absurda excusa para irse

Sin más agitó el arma con sutileza apuntando al ángel quien no se atrevía a acercarse por miedo a que volviese a hacer algo como lo anterior

El dolor de la perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora