Una mañana sombría. (RA)

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   Aquel mes de Junio estaba siendo el más caluroso en años, las personas vestían con ropa de verano y habían guardado el de invierno.

Era una mañana extraña, las nubes tapaban el sol, cuyo no alumbraba tanto como cualquier día normal. Hacía un viento helado, y era raro, por aquel cambio de temperatura hizo que muchas personas se resfriaran, pero aquello no era excusa para no poder ir al trabajo o a la escuela.

Faltaba poco para que los estudiantes terminaran las clases, así que, como cualquier mañana, Ryo se levantó, en ésta ocasión, temblorosa, hacía demasiado frío en su casa, se puso ropa que le abrigara y se fue a desayunar lo que su madre le había preparado. Después se dirigió a la calle, con su mochila, para ir al instituto.

Le resultó extraño, en las calles no había nadie, era como si todos hubieran desaparecido, pensó que sería por el frío aquel y siguió hacia adelante. En el instituto no vio a muchas personas, había la mitad de los profesores y pocos alumnos, a los que se podían contar con los dedos. Ella se dirigió a su clase, que estaba en el piso de abajo, el cual, la puerta estaba abierta, se dirigió a su sitio y se sentó en la silla, esperó por un buen rato hasta que apareció otro compañero suyo, que se sentó a dos mesas a la derecha de ella. Esperaron varios minutos más hasta que Ryo no pudo aguantar más, necesitaba saber qué es lo que estaba pasando, ¿por qué no venían más alumnos y el profesor? Como no sabía qué sucedía, se acercó a su compañero para preguntarle.

- Mingyu – le llamó -. ¿Sabes qué está ocurriendo?

En el momento que él iba a responder se oyó un grito sordo y crujir algo en el pasillo, seguido de un desgarramiento y unas salpicaduras. Los dos jóvenes miraron hacia la puerta, nadie apareció, se miraron los dos muchachos sin comprensión y se acercaron a la puerta para inspeccionar el pasillo. Allí vieron que había sangre por todas partes y algunas vísceras por los suelos. Mingyu se acercó a su compañera que ésta estaba con los ojos muy abiertos y temblando, le agarró de la mano y le susurró:

- Salgamos de aquí.

Mingyu arrastró a Ryo por el pasillo con prisa pero lentamente para no tropezarse con nada y caer al suelo. Anduvieron hasta las escaleras y subieron a la planta cero, se dirigieron por el pasillo hasta que se toparon con un profesor, el cual se asustó de verlos, tenía una cara pálida y horrorizada, cuando los chicos iban a preguntarle sobre lo que estaba sucediendo, una criatura saltó hacía él, no tenía rostro alguno, ni orejas ni nariz, tenía una sonrisa diabólica y alargada, con grandes colmillos afilados, y sin ningún bello posible en su escuálido cuerpo. Los muchachos al verlo corrieron hacia las escaleras y se dirigieron al piso de arriba, pensando en pasar los pasillos de la primera planta hacia las otras escaleras que habían.

A cada paso que daban, más oscuro se volvía el cielo, al no haber un Sol iluminando la estancia, el instituto se volvía negro, impidiendo ver bien a los chicos, que al llegar al primer piso notaron en sus zapatillas algo viscoso, pero no se pararon el uno del otro, siguieron hacia adelante, escurriéndose de vez en cuando.

- ¿Qué era eso? – preguntó asustada Ryo.

- No lo sé, pero no estamos seguros aquí, debemos salir del instituto – respondió Mingyu rápidamente -. Ten cuidado con la sangre del suelo.

- ¿Cómo sabes que es sangre?

- Deducción...

Ryo anduvo con cuidado para no caerse, Mingyuo seguía agarrándola de la mano, tenía prisa en salir, ya no por él, sino por ella, no sabía que era aquel ser que había atacado al profesor y lo más seguro que a todos los alumnos y demás profesores, pero si estuviera él solo, hubiera podido investigar sobre todo lo que estaba sucediendo y el cómo destruir a la criatura, pero estando ella, no podía dejar que le sucediera nada, debía protegerla.

Escucharon un ruido, y con la poca visión que tenían del pasillo, vislumbraron detrás de ellos a aquel ser, que al notarles corrió a cuatro patas hacia ellos con una velocidad descomunal. Mingyu se puso a correr con todas sus ganas arrastrando tras de sí a Ryo que también corría, pero no podía llevar su velocidad, así que a veces sentía que iba más lento. Él vio un aula abierta y entraron en ella, la criatura quiso entrar pero los dos cerraron la puerta y la sujetaron para que no lo hiciera, dio varios golpes hasta que se calmó, y escucharon como unas pisadas se iban alejando de la puerta.

- ¿Se ha ido? – quiso saber Ryo esperanzada.

- Esperemos un poco más – opinó Mingyu para estar seguro de aquello.

Tras unos minutos esperando, Mingyu abrió la puerta y observó el pasillo oscuro, sacó su móvil del bolsillo y alumbró el lugar, no había nadie, salió junto con Ryo y siguieron el pasillo, ésta se ajuntó más a él por el miedo que tenía. Llegaron a las escaleras y empezaron a bajar, en la planta cero vieron las puertas para salir a la calle, pronto terminaría toda esta pesadilla.

Volvieron a escuchar ruidos, los dos muchachos corrieron a la salida y la criatura les impidió el paso poniéndose de frente de ellos, retrocedieron y observaron como varias criaturas aparecían y les rodeaban mientras gritaban con un aullido agudo y profundo, que les produjo dolor en los oídos.

'No puede ser. Nos han acorralado' pensó Mingyu asombrado.

- Si tengo que morir, que sea luchando – dijo él dando su móvil a su compañera y poniéndose en pose de combate.

Ryo se encogió de brazos, apretándose fuertemente el pecho, pensando que sería su último respiro en la tierra, apoyó su espalda contra la de su compañero mientras alumbraba a las criaturas, temblorosa. Aquellos seres saltaron hacia ellos y Ryo cerró los ojos fuertemente...

Ella se despertó de repente en el suelo de la entrada de su instituto, a su lado estaba Mingyu, quién tenía una herida en el pecho, al que estaban tratando unos enfermeros del instituto. A su alrededor estaban sus amigas y los amigos de su compañero, más los profesores. ¿Qué es lo que había sucedido? En cuanto Mingyu despertó le miró a ella con una sonrisa.

- Los vencimos, ¿verdad? – le dijo alegremente.

- Sí... - afirmó ella dudosa de lo que había sucedido.    


Rocío Aranda

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