El Renacimiento (SR)

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La orden a la que pertenezco es muy antigua, pero no se me está permitido hablar de ella, o nombrarla, ni a mi familia, amigos, y mucho menos a los medios de comunicación. Hay ciertas reglas que estoy dispuesto a seguir con tal de permanecer junto a mis hermanos, todo empezó en el año dos mil cuatro, no recuerdo el día exacto, en ese entonces hacía poco que yo había vuelto de Irak y tenía pocas ganas de retomar la vida aburrida del civil medio. No quería buscar un trabajo simple en el que intercambiara dinero por salud, firmando contratos basura, eso sí, admito que... echaba de menos matar.


Recuerdo que el día que fui secuestrado, yo estaba dando un paseo por el centro de la ciudad para ir a intercambiar falsas sonrisas con miembros de mi familia adoptiva, había demasiada gente atontada mirando escaparates y teléfonos móviles, esclavos del consumismo hablaban una y otra vez de sus sueños, de lo que harían si pudieran poseer todo los objetos innecesarios que captaban sus ojos, pero algunos de ellos no. s se quedaban mirándome, varias personas me observaban con desprecio y descaro desde distintos ángulos de las anchas calles de la concurrida ciudad. Al principio pensé que eran solo paranoias mías, yo no conocía a tanta gente, pensé que quizá era una coincidencia, incluso llegue a pensar que era una broma de cámara oculta, absurdas y patéticas son las expectativas de un animal que estaba a punto de ser cazado. Cuando crucé la calle, un coche estuvo a punto de atropellarme en pleno paso de peatones, cuando vi al conductor, resulto que también me miraba fijamente con una expresión que jamás había visto en un rostro humano, era un hombre mayor, y yo sabía que a pesar de que la ley no debería dejar conducir a personas de cierta edad, me traje mi orgullo y me mordí la lengua. Ahí estaba él, mirándome fijamente sin pestañear, cerré el puño con tanta fuerza que me hice daño, pero pasé de largo, ya que una discusión habría sido inútil, este tipo de personas tenia pinta de ser de las que creen llevar razón siempre, para mantener conversaciones con personas ignorantes, ya tenía a mi familia, de modo que retome mi camino. Cuando terminé de cruzar la calle ese hombre siguió conduciendo, a pesar de que ya había recorrido varias calles vi a una de las personas que me observaba en la zona centro, me había seguido, empezó a entrar dentro de mí una paranoia sin fundamento, no paraba de contemplar escenarios grotescos y esquizoides en los que llegue a creer que la policía me seguía, o quizá el ejército. Yo sabía mejor que nadie que mis crímenes de guerra, los cuales había ejecutado sin la supervisión de mis superiores habían sido llevados a cabo en el más absoluto de los secretos... o eso creía yo. Baje las escaleras de un pequeño puente para coger un atajo, y llegar cuanto antes a casa, justo debajo había un túnel oscuro y silencioso en el que los jóvenes solían refugiarse para beber, pintar grafitis, o follarse a las prostitutas que solían exhibirse en esa zona cada vez que caía la noche.


Acababa de pasar un coche cuando me quede mirando el túnel durante unos segundos, y fue cuando vi, desde el otro extremo del túnel, a dos sombras viniendo hacia a mí, así que me di la vuelta y empecé a caminar lo mas rápido y disimuladamente posible, solo tenía frente a mí la carretera y a izquierda y derecha colinas altas que no permitían un fácil ascenso. Era tarde para volver por las escaleras, y mucho menos con la herida de bala de mi pierna derecha, la cual, estaba en pleno proceso de recuperación, una herida, que aún me recuerda esa batalla en Arabia Saudí en la que perdí a dos de mis mejores amigos, en la que fui herido en combate y me dejo al borde de la invalidez. No tarde en darme la vuelta para vigilar a esas dos personas que ahora estaban cada vez más cerca, solo a unos pocos metros, apunto de salir de ese túnel, empecé a andar cada vez más deprisa pero lo único que conseguí fue cojear como un animal herido. Al estar pensando en lo mucho que me dolía la pierna, y preocupado de quien pudieran ser esas personas, la adrenalina estalló dentro de mí con tanta fuerza, que apenas note el proyectil que se clavó en mi cuello. Pensé que mi corazón iba a reventar en pedazos, pero no fue así, pues estaba perfectamente consciente, perdí el equilibrio y no podía gritar, ya no veía el mundo con los mismos colores, puse mis manos en el suelo, luchando por volver a levantarme, pero había perdido el sentido del tacto, aunque eso casi ni me importaba. Lo único que me aterraba en ese momento era oír los pasos que se acercaban a mi por la espalda, me di la vuelta por inercia y fue uno de los mayores errores de mi vida, nunca debí hacerlo. Sus cuerpos eran humanos pero sus caras... sus caras estaban totalmente desfiguradas. Y fue en ese momento, en el que me desplome inconsciente sobre el asfalto. 

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