El perro blanco. (SR)

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Solo era una noche cualquiera de verano, en la zona detrás de los bungalós de mi urbanización por la que paseaba con Chivas, una pastora alemana de seis años la cual había salido hace poco de una operación delicada. Tenía que darle cortos paseos a intervalos de tres horas aproximadamente, ella no podía estar mucho tiempo parada y necesitaba estirar las patas, yo a veces tenia insomnio así que esos paseos nocturnos no suponían un esfuerzo para mí, de hecho, así me entretenía. Aunque la mayoría de las veces apenas podía concentrarme en otra cosa aparte de preocuparme de encontrar un trabajo y de que no me cortaran el agua o la luz. Paseábamos por un descampado que estaba cerca de mi urbanización como hacíamos siempre, durante nuestros largos paseos, en el que aprovechaba para estar a solas con mis pensamientos, me conectaba a internet desde mi móvil y ponía mis auriculares al volumen más alto. Caminaba de un lado para otro pensando en como son las cosas o como podrían haber sido, sobre todo, en lo que podrían ser si pudiera levantar cabeza, y desintoxicarme. Me gustaba escuchar música de orquesta, de bandas sonoras del cine, las cuales me encantaban, en parte también eran una droga para mí, dejaban que mis ideas se elevaran con el anhelo de buscar soluciones rápidas y precisas a problemas que no parecían tener solución, o al menos una solución fácil. En algún momento del paseo levante la vista para mirar por encima de los tejados y contemplar las estrellas, bajo ese paisaje nocturno en el que miraba la osa menor con envidia, pude distinguir en la cima de uno de los tejados del bloque superior de mis vecinos, una mancha blanca que se movía, pero no hice caso al principio, supuse que se trataba de ropa tendida, o quizá la tela de las pérgolas superiores, que se dejaban llevar por el viento, un viento muy bien recibido para ser verano pensé. Mientras seguía caminando la lista de reproducción llego a su fin, haciendo que esa música fantástica cesara, y me dejara escuchar los verdaderos sonidos del mundo a mi alrededor.

Pero por una vez en la vida...no se escuchaba nada, no era posible, era un sábado por la noche y yo vivía cerca de algunos pubs y bares de carretera, los cuales hacían todo lo posible para que la gente que trabajaba los domingos no descansara debidamente, ni un solo coche, nada, cuando empecé a andar fue cuando más me sorprendí. No podía oír mis propios pasos, chivas se sentó delante de mí y empezó a mover la boca repetidas veces, estaba ladrando estaba seguro, pero no podía oírla, quizá no debería escuchar música tan fuerte con estos auriculares. Empecé a hablar en tonos elevados, incluso grite, incluso me dolió la garganta, pero no podía emitir sonido alguno, empecé a desesperarme, no había ninguna persona a mi alrededor en ese momento para pedir ayuda, ni siquiera en la autopista, la cual estaba completamente vacía, y tampoco podía vislumbrar luces de cruce a lo largo de las carreteras. También pude ver como a pesar del viento que se movía, ninguna de las hojas de los pequeños árboles se balanceaba, justo fue el momento en que me di cuenta de que esto no era una sordera momentánea debido a los auriculares, era algo más, era como si el mundo se hubiera detenido en ese momento, como una fotografía, el descampado estaba quieto, intacto, y tranquilo, empecé a caminar a casa, y el suelo parecía estar hecho de cristal. Miré a mi alrededor, seguía sin poder oír nada, y cuando me acerque a la casa de mis vecinos y mire al tejado, fue cuando le vi.

Aparentemente era un perro blanco encima del tejado, inmóvil, tenía las patas más grandes de lo normal, orejas caídas, y unos inquietantes ojos negros más grandes de lo normal para un perro de su estatura. Me miraba fijamente, me recordaba mucho a un Gran danés, pero aún más grande, quizá era debido al ángulo desde el que lo estaba viendo, jamás había visto a ese perro, y conozco a los perros de todos mis vecinos, era imposible que de algún modo, pudiera llegar un perro de tal envergadura a subir a un tejado tan pequeño y resbaladizo. A pesar de mi sordera, y de que ese perro estaba como a cincuenta metros de mí, me seguía con la cabeza, y empecé a oír en mi interior, el gruñido de una criatura. Me asuste debido a que no podía oír nada más que ese sonido, mire a mi alrededor y no había nada, empecé a sudar y a temblar, mire al perro blanco, y lo único que hacía era mantenerse firme como una escultura de hielo. En algún momento quise irme a casa, pero el camino pasaba muy cerca de esos tejados, en algún momento cuando me acerque al el casi por una especie de curiosidad enferma, ese perro se puso en pie, y empezó a moverse, juraría que sus patas no tocaban el suelo. Se movía según yo lo hiciera como si jugara conmigo, en algún momento cambio de postura, inclinando las patas delanteras, como si estuviera a punto de saltar sobre mí. Di una vuelta rodeando el descampado de entre las urbanizaciones para intentar perderlo de vista, pero era imposible, pues si lo hacía, el me seguía, no bajaba de aquel tejado y tampoco ladraba, incluso vi delante de mí un pájaro, que había quedado congelado en el aire. pero ese perro seguía moviéndose entre los tejados, con la vista clavada en mí, no hacia movimientos bruscos, una vez más intente gritar repetidas veces, aparte de que no escuchaba mis propios gritos, al parecer el resto de los vecinos tampoco. Ni siquiera se veían las luces de las habitaciones, como si nunca hubiera vivido nadie allí en mucho tiempo. Parecía una calle fantasma, y volví a oír ese rugido dentro de mí, no sabría como explicarlo pero creo que ese rugido provenía desde el interior de mi alma. No podía oír nada del exterior, y tampoco había ningún cuerpo extraño entre los caminos que recorría, empecé a pensar que me había vuelto completamente loco. Tal vez el abuso de drogas, alguna vez había consumido setas alucinógenas para experimentar lo surrealista y absurdo de la vida, pero este no era el caso, estaba totalmente en pleno uso de mis facultades, cada vez oía con más intensidad, los rugidos dentro de mi cabeza. los cuales no cesaban, una y otra vez, me puse de rodillas desesperado y me agarre la cabeza mientras chivas corría de un lado para otro sin sentido alguno, ladrándome desesperadamente, como nunca antes lo había visto, el perro blanco se sentó por fin encima del tejado, mientras yo seguía en una lucha constante por escuchar mi propia voz. Y a la espera de que alguna persona, pasara cerca de mí para pedir ayuda, empecé a caminar en dirección a ese maldito perro, le grite para intentar espantarlo, no me acerque demasiado, ya que cuanto más lo hacía, con más rapidez se levantaba con ánimo de saltarme encima. Tiré piedras en su dirección pero las ignoraba, cuando estuve delante de el a unos pocos metros, casi pude notar...como me sonreía, pero, ¿era posible?, intente continuar mi camino, el tejado estaba en la parte superior izquierda del bloque, en la que el perro se adelantó antes de que yo llegara, era asombrosamente rápido. Los rugidos en mi interior fueron cesando, y una cálida brisa me golpeo de repente por todo el cuerpo, empecé a oír los sonidos de los coches cruzando la autopista colina abajo, también mis propias pisadas, incluso dije unas palabras, fuese por el motivo que fuese lo que provocara aquella horrible experiencia, por fin había vuelto.

Pero ese perro seguía allí arriba, inmóvil, sigiloso, esperando algo, y me daba miedo saber que era. Pase debajo de aquel tejado caminando lo más deprisa posible, mirando de reojo como por fin ese perro volvía a ocultarse entre los tejados de la urbanización, y desapareció sin hacer el más mínimo ruido. Suspire de alivio, pero mi corazón seguía en estado nervioso, cuando por fin llegue a mi casa, me concentre en buscar las llaves en mis bolsillos, por fin había salido de aquel descampado, mientras recorría la calle plagada de farolas que permitían una visión clara y perfecta de la zona. Llegue a mi puerta principal exterior, chivas me seguía en todo momento con la cabeza agachada, era como si no tuviera ganas de vivir, y pude distinguir en ella algo de pelo blanco en su pelaje, como si de repente los años la atraparan convirtiéndola en un ser triste y amargado, me temía que a partir de ese momento, ya no volvería a ser la misma. Temblando introduje la llave en la cerradura de mi mugrienta puerta, pero ninguna de las llaves podía abrirla, comencé a perder los nervios, estaba completamente desquiciado, y la ira se apodero de mí, probé una vez más, pero mis sudorosas manos no pudieron impedir es desliz y las llaves cayeron al suelo, así que decidí, saltar los muros de mi propia vivienda para poder subir las escaleras hasta donde se encontraba la puerta principal superior. No podía dejar de darme la vuelta una y otra vez, tenía la sensación de que algo me seguía.

Aquella noche no pude conciliar el sueño, ni la siguiente, ni tampoco la siguiente, así durante varios años... A día de hoy sigo sin poder hacerlo. Suelo dormir en turnos de dos o tres horas, solo cuando mi cuerpo está lo suficientemente agotado como para dejarse llevar. Aún hay noches en las que cuando me acuesto en mi cama y aún estoy despierto, esperando a dormirme... Oigo un rugido que proviene del exterior. Después veo unas orejas blancas que se van elevando desde debajo de mi ventana, y unos extraños sonidos de arañazos en el techo de mi habitación. Las pocas horas en las que consigo pegar ojo, no paro de tener pesadillas de ese perro blanco corriendo hacia mí, y dándome una muerte tan dolorosa y escalofriante, que el simple hecho de recordarlo se convierte en una experiencia insoportable.

Un sonido que proviene del salón me despierta, oigo unos pasos, sea lo que sea se dirigen hacia aquí, le veo... Ya viene.


FIN. 



Santiago Romero

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