¡Escila no me comio!

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POV ALICE

Comencé a abrir los ojos lentamente. Mi vista era borrosa y un dolor punzante en la cabeza me estremecía el cuerpo. Cuando todo se fue aclarando pude ver en dónde estaba: el cuarto del yate. No imaginaba cuánto tiempo estuve inconsciente. Tal vez unas horas, días, semanas... Meses... Años... Siglos... Ok Alice no exageres, si hubieran sido siglos yo creo que ni viva estarías.

Trate de incorporarme, pero el dolor de cabeza me tumbo de nuevo. Me comencé a marear rotundamente, sentía que me iba a desmayar otra vez. Use toda mi fuerza de voluntad para no hacerlo y lo logre.

Levante mi mano y la dirigí al punto en donde sentía el dolor. Cuando está rozó la zona afectada un cosquilleo de dolor me recorrió la frente, volví a intentarlo, pero ahora con más suavidad. Para mí mala suerte descubrí un tremendo chipote. Genial. Primero me muerde un hombre lobo y ahora tengo un tercer ojo en mi cara. Realmente maravilloso.

Me percaté también de que tenía vendada mi pierna izquierda. La parte donde la serpiente me había mordido y llevado hacia la mujer más extraña de la vida.

Se preguntarán "Pero Alice ¿qué puede ser más extraño que todo lo que habías visto hasta ahora?" Pues si. Había visto hombre lobos, sátiros, ninfas, un Dios que resultó ser mi padre, un centauro que era maestro en un Campamento con semidioses, perros del infierno, esqueletos que conducían camiones turísticos, fantasmas, al Dios Thanatos (que estaba... ¡Sexy y lo que le sigue!) entre otras cosas. Pero para mí, lo que había visto en esa montaña, se llevaba el premio a "Las Cosas más extrañas de la vida de Alice".

Me levante lentamente de mi cama procurando no desmayarme. Me senté unos segundos para recuperarme del gran esfuerzo que hice haciendo eso. Levante mi vista del suelo, encontrándome con mi reflejo en el espejo. Tenía mi cabello más desordenado y con algunos pedazos de madera, el chipote que tenía era mucho más grande de lo que pensaba, era de un color medio morado y alrededor era rojo... Se veía realmente horrible. Mis ojos bicolores se veían un poco apagados y cansados, mi cara se veía sucia y con unos cuantos cortes, signo de mi caída contra el yate, mi ropa no estaba mejor que yo, la blusa del Campamentos Mestizo estaba echa girones y realmente sucia.

Decidí cambiármela por otra. Así que me levante y me dirigí a él montón de mochilas apretujadas en una esquina y tome la mía. No es que tuviera muchas cosas, solo dos cambios de blusas, un pantalón, ropa interior, un poco de ambrosía y una navaja de plata que casi nunca utilizaba. Nada excepcional.

Saque la camisa del Campamento Júpiter que me había robado de un cuarto lleno de cosas geniales... ¡¿Qué?! ¡Su camisa también está muy guay!  No es que me quiera cambiar al lado romano ni nada por el estilo. Además es de color morado, mi color preferido.

Me quite la camisa y me encontré con una cicatriz en mi costado. La cicatriz que me hizo ese maldito hombre lobo. Por lo que me dijo Annabeth, la herida no se podía curar con ambrosía, solo con medicina mortal y que me quedaría una cicatriz muy notoria. Recordándome que ahora era una bestia de la noche que sin importar nada mataba a quien se le pusiera en su camino, sin control de su mente ni de sus acciones. Una mujer lobo. Si ya se, yo ya era en parte un lobo pero era diferente. Mi fuerza solo la uso para ayudar y hacer un bien a las personas, puedo transfórmame y regresar a como estaba sin ningún problema y a mi voluntad. Sin temor a que en noche de luna llena me transformará en una bestia sedienta de sangre que al amanecer no recordaba lo que había echo. Era capaz de controlarlo por poco tiempo pero después mis sentidos sucumbían ante el deseo ferviente de atacar y matar. Prometí que si me encontraba al tipo que me hizo esto lo haría pasar la peor de las calamidades y que no dejaría que se fuera al Inframundo fácilmente. No señor, eso sí que no.

Percy Jackson y el rescate de LupaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora