Yo tambien tengo una charla con Atlas

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POV ALICE

El lugar estaba completamente vacío, no había señales de que Atlas estuviera aquí o de algún cómplice suyo. Solo había un trono hasta el fondo de la sala con detalles de oro y plata. Gire mi cabeza y me encontré con lo que debería ser el cielo, una masa de nubes y aire que se arremolinaba hasta llegar casi al suelo donde alguien, que no era Atlas, cargaba con su peso. No podía ver de quién se trataba, ya que había unas rocas levantadas del suelo que estaban enfrente de mi campo de visión.

Podía escuchar desde aquí arriba la fiera batalla que estaba librando abajo está Piper, Hazel y Frank contra la diosa del hielo, Quione.

-Alice ¿tienes rastro sobre el fragmento? - me preguntó Annabeth examinando todo con mucha cautela mientras mantenía su daga en alto.

Olisquee a mi alrededor pero parecía que el fragmento no estaba ahí cerca. Así estuve unos segundos más, hasta que lo detecte. Era el mismo olor que en el Imframundo, la combinación de metal y el aroma de Lupa. Eso era una buena señal, ya que significaba que el fragmento estaba en el lugar o cerca de el. Lo malo: el olor era tan leve que era muy difícil detectar dónde exactamente estaba.

-Me llega un olor muy bajito, pero no sabría decir de dónde proviene - anuncie mirando hacia todas partes.

En eso note como el calor en mi lado derecho se multiplicaba por mil, dirigí mi vista hacia la fuente de ese calor y me di cuenta de que venía de Leo. Tenía la vista fija en el trono, pero lo veía con un odio tan tremendo que no podía creer que se trataba de el. Humo salía de cada poro de su cuerpo mientras veía como unas llamas se prendían en sus manos y nariz.

-Leo, ¿qué es lo que...? - no pude terminar ya que un gemido nos llamó la atención.

Todos nos pusimos en guardia buscando el origen de ese gemido. Hasta Leo dejó de mirar al trono con odio para subir la guardia.

-¿A-Alice? - todos nos miramos de reojo, la voz sonaba muy infantil y débil. Además de que se me hacía familiar.

-Viene de allá - señaló Jason apuntando a la masa de aire y nubes.

Todos caminamos hacia donde se encontraba el cielo. Yo no dejaba de mirar a todos lados, por si a Atlas se le ocurría aparecer y hacernos ¡Boo!, además de que Leo me preocupaba un poco.

Cuando llegamos al lugar, pude ver de quién se trataba y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Se trataba de un niño de unos 8 años de edad, cabello negro azabache muy denso, tenía la mirada hacia el suelo por lo que no podíamos ver su cara. Estaba temblando por el increíble esfuerzo de cargar todo eso bajo sus hombros, además de que sus ropas estaba echas girones.

En eso levanto la mirada y unos intensos ojos grises nos miraron con suplica. A todos se nos cayó el alma a los pies al ver quién era.

Era Josh.

Todos nos lanzamos a lado de él preocupados. Tenía unas ojeras enormes debajo de los ojos, su piel había tomado un color demasiado pálido, además de que el cabello se le pegaba a la cara por todo el sudor que despedía.

-¡Dioses, Josh! - exclamo Annabeth al borde de las lágrimas.

Yo no podía creer que Atlas fuera capas de usar a un pequeño niño para que cargara con el cielo. Todos estaban buscando una manera de ayudar a Josh, pero supongo que por el impacto las ideas no corrían. Jure que cuando viera al cobarde de Atlas lo haría sufrir como a nadie en el mundo.

Percy Jackson y el rescate de LupaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora