¡Era el peor día de su vida!
El enorme vacío en el estómago de Valeria se extendía a más no poder mientras observaba la pantalla que tenía en las manos. Parpadeó varias veces más y todavía no podía malditamente creer lo que estaba viendo.
El muy imbécil la engañaba...
Fue difícil para ella enterarse que había estado desperdiciando cinco irrecuperables años de su vida, siendo la más fiel y santa de las novias mientras que el muy canalla andaba muy campante montándole unos enormes cuernos en la frente.
De casualidad no me he caído de boca en las calles, de los grandes y pesados que son. Pensó en el momento. ¡Coño! ¿Quién me mandaba a estar confiando ciegamente en un hombre? Siguió reprochándose a sí misma.
Todo era tan contradictorio, jamás hubiese llegado a pensar que él le haría tal cosa pero accidentalmente terminó viendo un nuevo mensaje que llegó a su teléfono y fue tan explícito que a ella no quedo duda alguna.
Ya se lo había dicho mi abuela en varias ocasiones: ''Los hombres solo son buenos cuando están muertos, aunque hay algunos que hasta después de esto siguen sorprendiendo a sus pobres difuntas con sus fechorías''. Frase que posiblemente decía debido a su abuelo, a quien después de muerto le aparecieron incontables amantes con hijos ilegítimos a reclamar herencia.
Volviendo al infiel de Leonardo, su celular parecía algún tipo de burdel sucio y asqueroso pues no había ningún mensaje que no implicara sexo.
El masoquismo en su máxima expresión se había apoderado de ella y no podía evitar que sus dedos siguieran deslizándose por la pantalla, ahondando más en las conversaciones, destruyendo cada parte de su alma con cada texto.
No sabes cuánto me encanta probarte. Escribió él.
Y tú no te imaginas como me encanta que lo hagas, Leo. Respondió una tal Katia.
No puedo esperar para hacerlo otra vez. Eres como el mejor sueño húmedo, hecho realidad. Escribió él en respuesta.
Sus ojos picaron por las lágrimas no derramadas y su corazón latió desbordado por el dolor, pero aun así siguió leyendo, viendo mensajes que cada vez eran más humillantes para ella.
Se sentía como una completa estúpida.
Oh, Joder. ¡Me encantaría que mis dedos fueran los tuyos! Escribió la maldita mujer y las náuseas la invadieron.
Era una maldita puta.
No más que yo, estoy tan erecto que podría romperme.
Y él... él era el más asqueroso de los mentirosos.
No puedo esperar para estar dentro de ti... Continuó Leonardo.
Me vas a hacer correr con esas palabras... GRRR...
Tengo que verte ¿martes a las nueve? Propuso el muy maldito.
¡Por supuesto! No tienes ni que preguntar. Me vuelves loca, Leo.
Come. Mierda. Pensó ella, aun torturándose.
Revisó la fecha del mensaje y vio que fue enviado en la misma semana que no se vieron, justamente el día después de estar con ella por última vez. ¿Es que no le bastó? Pensó, sintiéndose terrible. Lo mataré.
Solo Dios sabía cuántas veces había pasado aquello y cuantas personas lo sabían.
No paraba de pensar en lo estúpida que debió haberse visto todas las veces que fue a visitarle a su restaurante, cuando lo más probable era que todos hayan conocido ya a su amante, o sus amantes... porque ella ya no estaba segura de nada que tuviera que ver con él.
¿Por qué tuvo la necesidad de serle infiel? ¿Había sido solo una burla o quizá un polvo seguro? ¿Es que tal vez cuando estuvo con ella la imaginaba a su amante? ¿Se había estado burlando de sí internamente cuando sus labios pronunciaban un te amo? ¿Le había estado viendo la cara de idiota? ¿No era suficiente mujer para él? ¡Joder! Cuanto le dolía.
Su mente era un manojo de preguntas y sentimientos horribles. Tenía tanto dolor, tanta vergüenza, tanta ira acumulada que no sabía cómo reaccionaría. Pero definitivamente no iba a darle el gusto de que la viera mal por él, jamás. Mucho menos por engañarla con una asquerosa prostituta, porque eso era lo que, ante sus ojos, parecía la mujer esa.
Apretó sus ojos y contuvo sus lágrimas, pensando en cómo lo había amado con toda su alma y en cómo había terminado recibiendo devuelta un engaño de tal magnitud. Unos enormes cuernos que adornaban su frente desde, según sus mensajes, hace tiempo.
Limpió las rebeldes lágrimas que se habían escapado de sus ojos y puso una máscara neutral en ella cuando escuchó como Leonardo salía de su habitación.
El caminó hacia ella cubriendo con una toalla solo la parte inferior de su cuerpo, dejando su pecho mojado al aire como tanto a ella le gustaba pero que en ese momento odiaba.
Una falsa sonrisa se plasmó en su rostro y por más que su sangre latina reclamaba el hacerle pagar, no iba a darle el placer de armar un escándalo.
Ante todo iba mantener su dignidad.
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¡Vete A La Mierda! ©
Short StoryValeria Pimentel está recién comprometida con su novio de hace cinco años, Leonardo. Todo marcha bien hasta que unos mensajes cambian el curso de todo. [...] PROHIBIDA COPIA Y/O ADAPTACION DE ESTA OBRA #NoAlPlagio