Capítulo 6

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Era reconfortante estar en casa de sus padres después de tanto tiempo y ciertamente se avergonzaba de como en su adolescencia había anhelado tanto marcharse o simplemente que sus padres no estuvieran en casa para poder estar en paz, cuando en aquel momento, a sus veintiocho años, lo que más añoraba era volver a tenerlos cerca.

Después de su jubilación, ellos se fueron a vivir a aquel pequeño y alejado pueblo, retirados del bullicio de la ciudad y a la vez lejos de ella y sus hermanos, lo que para los tres fue un tanto devastador.

— ¿Qué dice mi nenita? —preguntó su madre, al bajar las escaleras.

Viola, era una mujer de baja estatura, un tanto llenita, de pelo rubio un tanto canoso pero aun así bastante hermosa. Estaba a punto de cumplir sus cincuenta y siete años pero ciertamente parecía de menos edad.

—Nada, madre —mintió—. Solo pensando en lo mucho que los extrañaba —intentó sonreír.

—Nosotros también te extrañábamos, cariño —respondió, examinándole.

Era una mujer perceptiva, sabía que algo no andaba bien con una de sus pequeñas e inclinó un poco su cabeza, observándole, frunciendo su ceño. Acción que le indicó a Valeria que ella no se había tragado su ''Nada, madre''.

—Ya que tu padre se ha dormido —se sentó a su lado—, ¿me cuentas la verdadera razón por la cual has venido? —dijo y esperó a que su hija se sincerara.

Valeria dejó salir una sonrisa cansada. Su madre no había cambiado nada con el pasar de los años.

—No me pasa nada madre, en serio, solo quise venir a verlos.

—Sí... no te creo nada —dijo—. No es propio en ti dejar la administración de los restaurantes así por así —acomodó el cabello de su hija detrás de su oreja—. Ha debido ser una razón muy grande.

Valeria suspiró y su labio inferior empezó a temblar cuando los recuerdos le atravesaron.

Hasta ese momento lo había estado llevando bastante bien, sin pensar en ello desde que había llegado, pero no era algo que pudiera olvidar así de fácil.

— ¿Me cuentas ya lo que te pasa o tengo que ponerme ruda? —exigió su madre.

Aquello le sacó una sonrisa. Viola era siempre tan ocurrente.

—Es... Leonardo —bajó la cabeza y estrujó sus manos— me ha engañado.

Su madre de inmediato procedió a abrazarle pues luego de aquella confesión, los sollozos y el llanto se hicieron presentes sin que lo pudiera evitar. ¡Maldición! Pensó, molesta consigo misma, por estar triste por él, por sentirse de aquella forma mientras él podría estar muy campante follándosela.

—Oh, hija ¿estás segura de eso? —le levantó la cabeza de forma tierna, limpiando sus lágrimas de las mejillas de su hija.

Mi maquillaje debe estar hecho un desastre. Pensó, avergonzada.

—Lo confirmé, mamá. Fui a su casa a hablar con él, para que me diera una explicación de unos mensajes que encontré en su teléfono —sintió un intenso calor en toda su cara al recordar— y ni quieras saber en qué le encontré. Fue terrible.

—Oh, mi niña —le consoló, y más lágrimas llenaron sus ojos—. Todo va mejorar. Lamento tanto que estés pasando por esto. Es algo terrible —suspiró—. Eso sí —dijo firmemente— que el sinvergüenza de Leonardo se las va a ver conmigo.

Valeria sonrió.

Su madre era la mejor en todo el mundo.

¡Vete A La Mierda! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora