Capítulo 5

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Sus pasos se detuvieron abruptamente por la sorpresa y su mente no quiso creer lo que sus oídos escuchaban cuando, dos días después, se presentó en casa de Leonardo para enfrentarlo.

Gemidos. Muchos gemidos.

Pensó en que, tal vez, había cometido un grave error al utilizar las llaves que tenía, al presentarse allí o en como aquello, simplemente, había sido lo mejor para poder desprenderse de una vez por todas del infiel de su prometido.

Como toda una tonta, Valeria había decidido ir hasta allí para hablar con él sobre lo sucedido, para ver cuáles eran sus excusas, para darle la oportunidad de que se defendiera, sin embargo, nunca pensó en que podría encontrarse con tal escena.

Es que... nada en el mundo podría levantar nuevamente a su corazón del daño que le causó ver a su prometido, novio de casi toda la vida, dueño de su alma y corazón, sentado en la silla de su escritorio mientras era arduamente montado por una pelirroja.

Katia. Imaginó ella, en aquel momento.

De ella solo pudo ver su cabeza echada hacia atrás, en pleno disfrute, mientras brincaba de forma enérgica en el regazo de Leonardo. Y de él solo pudo escuchar su agitada respiración y el sonido que posiblemente era causado por él, besando los pechos de la mujer, debido a que la enorme silla de oficina estaba de espaldas a la puerta.

Su corazón dolió y fue apuñalado por la voz de la pelirroja, quien no deja de gemir una y otra vez, como si fuera una estúpida grabación barata:

Oh Leo... Oh Leo... Oh Leo.

¿Está leyendo? ¿Orientándolo sobre un tipo de pintura? o ¿Está follando? Pensaba, llena de rabia y con profunda vergüenza ajena.

Cual si estuviese en piloto automático, Valeria se dio la vuelta, decidiendo no interrumpir su momento, dejando que aquella mujer gozara tranquila de aquel hombre que de ese momento en adelante sería solo de ella. Porque, en definitiva, jamás volvería a estar con él.

Se dirigió a la cocina y, entre lágrimas, le escribió una sutil nota.

¡Vete a la mierda!

Después se dirigió hacia donde estaban sus llaves y colocó la nota al lado de ellas, junto con el anillo de compromiso que había llevado en su bolsillo, esperando que lo viera pronto, sin embargo, teniendo en cuenta lo mucho que le estaba gustando a Katia leer, lo dudaba.

No paraba de pensar en lo buen actor que era el muy cretino pues, el día anterior, le había montado tal espectáculo de preocupación, debido a que ella no le había contestado el teléfono y cuando lo hizo le había tratado con indiferencia. Fue tan magistral su interpretación que ella estuvo a punto de creerle. Muy cerca de hacerlo, de hecho, hasta que recordó una vez más su fogosa conversación.

Dejó todo allí y se dio la vuelta.

Había llegado la hora de partir.


[...]


Valeria había apagado su teléfono horas atrás cuando emprendió su viaje por carretera.

El pitido constante de un nuevo mensaje la tenía harta y con serias ganas de tirarlo por la ventana, aunque no lo hizo pues la curiosidad terminaría aniquilándola después, cuando quisiera ver cuáles eran las excusas con las que él se estaría defendiendo.

Lamentablemente, aunque había apagado su celular, su mente no había parado de pensar en él, debido a que, después de todo, lo seguía amando.

¿Cómo hacer para que mi corazón se olvide de ti? ¿Cómo hago para sacarte de mi vida? ¿De mi mente...? Pensaba, atormentada.

Giró hacia la derecha para tomar el siguiente carril cuando un auto que iba demasiado rápido casi se estrella contra el suyo. ¡Mierda! Eso estuvo cerca. Pensó y, con aquel evento, decidió poner su mente en blanco, concentrándose en la carretera.

Era bastante joven como para morir, mucho menos a causa de pensamientos de su estúpido e infiel ex prometido.

¡Vete A La Mierda! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora