Valeria abrió la puerta de la oficina de su hermano y lo encontró con la mano metida en la falda de una de las camareras del restaurante.
¿Cómo rayos le iba a meter en la cabeza a su hermano, Alias: ''Pene mágico'' que dejara de meterse con las empleadas? ¡Lo tenía! Con una enorme patada en el culo. Pensaba, casi creyendo, de forma seria, que mínimo debía tener un pene que concede deseos porque ¡Demonios! Lo había cambiado de cada restaurante de la familia y en todos se terminaba follando, como mínimo, a tres camareras y hasta a las chefs.
Sonó su pie derecho contra el piso mientras cruzaba sus brazos, esperando a que por fin repararan en su presencia. No lo hicieron, por lo que ella carraspeó pero terminó obteniendo la misma respuesta. Nada.
Estrelló la puerta contra la pared y la chica dio un enorme salto, volteándose de inmediato hacia ella. Sus mejillas se tornaron extremadamente rosas cuando la reconoció y luego empezó a balbucear como una retrasada.
—Yo... Señorita Valeria... No fue... No es... —ella levantó sus manos, cortando su balbuceo.
—Jazmín... salga de inmediato de esta oficina —le ordenó.
No bien terminó la frase, cuando la pobre muchacha pasó por su lado como un misil, y ella aprovechó su ausencia para cerrar la puerta de forma paciente y dirigirse hacia donde estaba su hermano.
— ¿Lo hiciste a propósito? —preguntó.
— ¿Por qué rayos lo haría a propósito? —respondió él, frunciendo su ceño.
—No lo sé, Caleb. Quizás porque no hace ni veinte minutos que te dije que vendría —me cruzo de brazos—. Repito, ¿Lo hiciste a propósito?
—No... Solo sucedió —dijo él, haciendo que su hermana levantara su ceja derecha, especulativamente.
— ¿Igual que las otras seis mil quinientas veces? —replicó.
Él resoplo, harto de sus reproches.
—Siempre de exagerada, hermanita —se burló, restándole importancia.
— ¡Soy tu hermana mayor! —le gritó, sobrepasada por todo— Estoy cansada de tu mierda, Caleb. Tienes veintitrés malditos años, no eres un bebé al que hay que estar repitiéndole las cosas un millón de veces —gruñó— ¿Es que todavía no te entra en la cabeza que alguna de ellas te puede demandar por acoso sexual? ¿Aún no reparas en el maldito problema que nos traerías con tus mierdas? —exclamó, colérica.
Él se queda callado, igual que cada vez que tenían aquella conversación.
Valeria lo amaba bastante pero, ya estaba cansada y al borde estoy de hablar con su padre sobre ello. Por largo tiempo estuvo evitando hablar con él, porque sabía que le terminaría preguntándole sobre Caleb y su comportamiento. En montones de ocasiones había aplazado y cambió el rumbo del tema cuando se daba cuenta que este se dirigía hasta allí, tratando de ayudar a su hermano pero, Caleb parecía no cambiar.
—No me dejas más opción que hablar con papá —le dijo, seria.
— ¿Hablarás con papá? —preguntó, horrorizado— Pensé que me querías —puso ojos de cachorro herido.
—Voy a hablar con nuestro padre si no cambias tu comportamiento, estoy cansada de cubrirte, lo único que estoy haciendo es hacerte un daño con eso —gruñó—. Vine aquí para hablar contigo, sabías que algo andaba mal, pero que va... todos los jodidos hombres son iguales. Los únicos pensamientos que tienen en la maldita cabeza son sobre vaginas.
Las lágrimas cayeron nueva vez por sus mejillas y las terminó limpiándolas con rabia.
—Oh, Dios... soy un idiota —intentó llegar hasta ella y envolverla en un abrazo, pero Valeria se apartó.
— ¡Jodete! —le gritó.
Se sintió como una tonta al pensar que encontraría a Caleb dispuesto a calmarla, cuando solo terminó dándole otro dolor de cabeza.
Ella salió del restaurante aun peor de cómo había llegado, se dirigió a su auto y, cuando estuvo dentro, tomó varias respiraciones hondas antes de salir a la carretera.
Solo había una persona que la podía entender, y esa era su hermana Verónica.
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¡Vete A La Mierda! ©
Short StoryValeria Pimentel está recién comprometida con su novio de hace cinco años, Leonardo. Todo marcha bien hasta que unos mensajes cambian el curso de todo. [...] PROHIBIDA COPIA Y/O ADAPTACION DE ESTA OBRA #NoAlPlagio