Capítulo 7

9.9K 676 33
                                    

Recostada frente a la piscina del club de campo Las Colinas, Valeria pensaba en el lado positivo de las cosas pues, debido a los cuernos que Leonardo le había montado, después de tanto tiempo se tomaba un descanso de sus labores.

Desde su cheslong, disfrutó de la hermosa y de lo refrescante que era estar sin ocupaciones o preocupación. Más temprano aquel día se había relajado por completo con una larga sección en el Spa del club, lo que le dejó liviana y descansada, cual si flotase en una especie de nube.

— ¿Cómo la estás pasando Vale? —pregunta un chico, parándose a su lado.

Al voltear, ella se encontró con la mirada de su mejor amigo, Albert, que también es uno de los dueños del club.

—Sí, la estoy pasando genial —dijo, al tiempo que se sentaba—. Eso sí, tengo que felicitarlos, el servicio de Spa es maravilloso —elogió.

—Me alegra que te haya gustado —el chico ladeó su cabeza hacia un lado, observándola—. ¿Me vas a contar o tengo que secuestrarte? —preguntó, con humor— No es normal que dejes tus deberes, eso no es propio de ti, Valeria. Eres la reina del control.

¿Tan comprometida era con su trabajo que todos decían lo mismo? Se preguntó pero sabía que justo así era. Ella amaba su trabajo y le dedicaba la mayor parte de su tiempo.

— ¿Podemos solo disfrutar del día? —preguntó— Tenemos mucho sin vernos —hizo un puchero que él no puedo resistir.

—Está bien —rio—. Había olvídalo lo manipuladora que eres —dijo.

Bueno... quizás lo sea. Pensó, pero la verdad es que estaba dispuesta a todo antes de volver a hablar o recordar lo pasado con Leonardo.


[...]


La música y el alcohol ayudaron a que Valeria moviera sus caderas, desinhibida, de un lado a otro en la pista de baile. No sabía cuánto había pasado, que tiempo llevaba allí disfrutando del ritmo, solo sabía que había bebido, bastante, para despejar aún más su mente.

Fue genial para ella no sentir nada, solo que flotaba.

Rio.

Albert, que había bailado a su lado, la tomó de las caderas y empezó a moverse pegado a ella, al compás de la música que sonaba a través de los altavoces. Ella lo disfrutó, después de todo era su mejor amigo, aunque al sentirlo tan cerca, estuvo a punto de jurar que estaba algo excitado por su cercanía, pero no pensó mucho en ello, atribuyendo que aquel bulto podría ser su celular, pues él nunca le había visto de esa manera.

No pasó mucho para que aquel pensamiento cambiara.

Estaba perdida en la música cuando Albert la colocó frente a él y, aun bailando, se inclinó hacia ella para besarla, tomándola por sorpresa.

Sus labios fueron bastante cálidos y pausados, casi nerviosos o temerosos, porque así estaba él, aterrado de lo que pasaría después de aquel atrevimiento.

Valeria se separó, sin creer lo que estaba pasando.

— ¿Qué haces, Albert? —logró decir, a través del ruido— Eres mi mejor amigo.

Él chico se quedó pasmado por un momento, destruido por su rechazo, aunque debió imaginarlo.

—Lo siento, no sé en qué pensaba —dijo y ella habría respondido, de no haber sido porque la vibración de su celular en su bolsillo le distrajo.

Lo sacó, bajo la intensa mirada del chico, y miró la pantalla, dándose cuenta que era Leonardo. Olvidándose de lo sucedido con su amigo, ella se encontró riendo estúpidamente al ver su nombre.

Él me está llamando... ¿en serio? ¿Todavía cree que quiero hablar con él? Pensó.

No sabía si era por su estado de embriaguez o qué pero salió de la pista de baile, dejando a Albert solo y sintiéndose como un tonto, para ir al baño y tomar la llamada, en contra de cada pensamiento coherente que lanzaba su mente atrofiada por el alcohol.

— ¿Valeria? —dijo el infiel de su ex prometido cuando ella contestó.

—Sí, Valeria —soltó una risita— ¿Qué quieres, Leo? —dejó salir aquel apelativo con sorna.

— ¿Estas ebria, Valeria? —preguntó— ¿Dónde estás?

—Pasándola bien, en donde no te importa —le contestó.

—Valeria —dijo, enojado—. No juegues con mi paciencia ¿Dónde diablos estás? —exigió.

Ella no pudo evitar reir por la urgencia en su voz.

— ¿Ahora quieres saber de mí? —rio— Mejor vete a meterte en lo que si te importa, ve y busca a la zorra esa que te follas, o ¿es que ya te has aburrido de ella también? —dijo, realmente molesta.

Cortó la llamada, molesta por haberle contestado, por dañar su ánimo hablando con él. El corazón volvía a dolerle, a revivir entre el alcohol que había estado aliviando sus herida y, al salir del baño y dirigirse nuevamente a donde Albert, no pudo creer lo que sus ojos veían.

¿Será que estoy demasiado ebria? Pensó, sin dar crédito a la figura que observaba.

Debía de estarlo, porque aquello le parecía imposible.

¿Cómo diablos la había encontrado?

¡Vete A La Mierda! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora