La carretera

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Avanzamos por en medio de varios helechos y árboles, llevamos por lo menos 3 horas caminando, deteniéndonos ocasionalmente para descansar, esta parte parece ser más despejada que las anteriores. Los dos hombres de la tribu que nos guían llevan hablando todo el camino entre ellos, no entendemos nada de lo que dicen, pero ocasionalmente suelten algún que otro chascarrillo.

—Parecen divertirse mucho —dice Nicolás al ver las continuas risas de los dos hombres.

—Han de estar recordando como terminamos en un árbol con un caimán de guardia —dice Jorge.

—No creo —dice Verónica—, deben tener cosas más importantes de las que hablar.

—Tal vez están comentando sobre toda la comida que comió Sebastián jajaja.

—¿Ya comieron? —pregunta Alejandra.

—Sí —responde Verónica—, estamos desde ayer con ellos, de hecho, pasamos la noche en la tribu.

—Entonces se salvaron de la tormenta —comento—. Nosotros estuvimos a punto de hacer barquitos de hoja para salvarnos jaja.

—Nosotros nos salvamos por poco —dice Jorge—. A poco de llegar a la tribu empezó a llover, menos mal que ya estábamos cerca.

—Qué suerte que tienen —dice Alejandra—, además nosotros estuvimos caminando en la oscuridad por un buen rato, y tuvimos que dormir en el suelo.

En medio de la charla y sin darnos cuenta llegamos hasta un río no muy profundo. Los dos hombres nos dicen algo, luego entran al agua y comienzan a avanzar hacia el otro lado, nosotros hacemos lo mismo, la corriente es suave y el agua nos llega hasta la cintura, así que avanzamos caminando lentamente.

Terminamos de cruzar el río y entramos por otro sendero entre algunas plantas y hierbas no muy altas, el camino está más definido por aquí, alguien debe usar esta ruta, seguimos caminando y el camino ya está más despejado, podemos ver que hay cercas de alambre en algunas partes, probablemente sean las tierras de alguien. Caminamos por una hora más, más o menos, y a lo lejos podemos ver algunas vacas que nos miran detenidamente por un segundo y luego continúan pastando. Los dos nativos se detienen y nos dicen algo, no tenemos idea de qué, pero suena como sinos aconsejaran, creo que es importante, pero no entendemos ni una palabra, luego señalan en dirección hacia donde estábamos yendo y finalmente regresan por donde llegamos.

—Creo que nos acaban de abandonar —dice Jorge.

—Yo creo que dijeron algo como que sigamos nosotros por aquí —dice Nicolás—. Tal vez ya tenían que regresar.

—Entonces sigamos —dice Verónica y continuamos con la ruta que llevábamos, después de todo sólo es seguir el sendero, no hay necesidad de entrar a la jungla nuevamente.

Caminamos por 2 horas más, y cruzamos otro par de ríos desde entonces, y conseguimos llegar por fin a una carretera, nos emocionamos al ver esto y corremos a pesar del cansancio.

—¿Sebastián, todavía tienes tu celular? —pregunta Alejandra— Llamaré a Ingrid para saber dónde están los demás.

—Sí, aquí está —dice Sebastián sacando su celular de sus pantalones mojados, como todos por pasar por el último río.

—¿Qué es esto? ¡Está mojado! Y no enciende...

Pero en ese momento pasa un camión y lo hacemos parar entre todos, es una familia que lleva muchas papayas y toronjas en la parte de atrás; aceptan llevarnos al pueblo más cercano, así que subimos a la parte de atrás y nos acomodamos entre las frutas. Por fin, de nuevo al mundo de siempre, que, aunque no es perfecto es en el que estamos acostumbrados a vivir.

—No creí que lo diría, pero extrañare este lugar —dice Nicolás.

—Si... —decimos entre todos.

—Hay que volver... —les digo, todos se quedan en silencio por un momento, cruzando miradas entre ellos y luego sueltan una carcajada, supongo que lo considerarán más adelante; después de todo, todavía queda mucho más por explorar.


FIN.

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