—No, nunca estuve detrás de una cascada —dijo Alejandra mientras miraba por la ventanilla del bus—. ¿Tú sí? —volteó a verme con esos ojos color avellana.
—Una vez, iba de excursión en bicicleta con unos primos y pasamos por un sendero que estaba detrás de una cascada —le respondí sin pestañear siquiera, esos ojos me hipnotizaban.
—Te lo estás inventando... —me dijo con una sonrisa burlona.
—¿No me crees? —me miró entre cerrando los ojos, hizo una pausa y luego soltó una risa— ¿Qué ocurre?
—Jajaja lo siento, no pude... —intentó contener la risa, pero no pudo, y se reía apoyando la cabeza en la ventana.
—¿Qué? —no entendía que le causaba tanta gracia, ¿En serio no me creía? Bueno... era una excursión hace años y yo era un niño, y aunque no era la gran cosa, si era cierto.
—Tú ganas —dijo intentando calmarse.
—¿El qué?
—¿El desafío de miradas...? —me miró nuevamente con esa mirada que parecía percibir más allá de lo normal, como si pudiera ver a través de mi pupila. Esperen, ¿Qué dijo? ¿Desafío de miradas? ¿Me perdí de algo?
—¡Ahh! —le respondí intentando seguirle la corriente.
—¿Cómo lo haces? Puedes tener una mosca en el ojo y ni te enteras.
Ya veo de que hablaba, otra vez me quedé viéndola como una estatua, debo disimular la situación.
—No te distraigas ¡Eh! El próximo desafío de miradas puede empezar cuando menos lo esperes —digo con una sonrisa, intentando aparentar que todo fue premeditado.
—¡Alejandra! —grita una de sus amigas desde uno de los asientos que está más adelante, mueve los brazos para llamar su atención y luego le hace un gesto con la palma para que vaya.
—Sí, ya voy —me levanto para darle paso y ella va de prisa donde Ingrid, su mejor amiga, la conoce desde jardín y son más unidas que chicle con cabello.
Ya han pasado 30 minutos, miro por la ventanilla el paisaje por donde avanzamos, los árboles, hierba, todo verde, horneros ocasionales volando a sus nidos en palmeras altas, y algún animal extraño ocultándose del bus, disimulando su pelaje entre la maleza. Alejandra sigue hablando con sus amigas, se muestran fotos y se ríen, una de ellas la codea como insinuándole algo, veo que ella sólo se recoge un poco el cabello detrás de la oreja y luego sigue hablando.
Ya han pasado 3 horas más, Alejandra decidió quedarse hablando con sus amigas, yo sigo en mi lugar viendo cada detalle de la naturaleza, iría con mis amigos a platicar también, pero, prefiero esperar a que Alejandra regrese, ya se está poniendo el sol, y avanzamos por un terreno un poco elevado a las orillas de un rio, las nubes se asientan sobre las colinas cubiertas del verde de este paisaje, es increíble la vista, aunque un poco monótona por esta parte, pero de todas formas es mucho mejor que ver edificio tras edificio en la ciudad.
—¿Puedo? —escucho en ese momento, volteo a ver y es ella, con esa sonrisa que parece que oculta algo, como un niño ocultando una travesura.
—Claro, lo siento creo que me distraje mucho en el paisaje —le digo levantándome y cediéndole el lugar.
—Tarde mucho ¿No?
—¡Qué va! —le digo con una expresión de despreocupado—, no me di cuenta.
—¿En serio? —me mira levantando sutilmente una ceja, no sé si lo hace a propósito o no, pero tiende a hacer eso cuando no me cree del todo.
—Bueno, algo, sentí que pasó como 3 horas.
—Jajaja, pero si pasó 3 horas.
—¡Ah! Entonces normal —me mira con una duda que hasta yo la comprendo, no sé ni que acabo de decir.
—Ya... ¿Y qué hiciste mientras?
¿Qué hice mientras? A ver... vi un árbol, luego nubes, luego otro árbol, creo que un pájaro por ahí, otro árbol...
—Creo que no mucho, más naturaleza.
—Jajaja sí, creo que esta parte es un calco de todo el camino —se asoma más a la ventana— ¡Mira! ¡Guacamayas! —señala a esas hermosas aves volando sobre unos árboles.
—¡Mira! Creo que esas son cacatúas —señalo a otro grupo de aves que parecen ser cacatúas, próximas a la copa del árbol donde se posaron las guacamayas.
—Este lugar se está volviendo más atractivo —dice sacando su celular para tomar fotos.
Todos los del bus se levantan y empiezan a fotografiar a las aves que hay de este lado, se escuchan gritos de emoción y de un momento a otro todos son fotógrafos, salvo por algún despistado que saca fotos con el flash a pesar de toda la luz que hay afuera, y de estar dentro del bus y las aves del otro lado.
—¡Esto es una locura...! —le digo mientras mis compañeros me empujan tratando de estar más cerca de la ventana.
—¿No sacarás fotos? —me pregunta volteando a verme por un segundo.
—Luego me las pasas.
—Ok... —dice entre el bullicio del momento y volteando nuevamente a seguir con la faena.
Lástima que no podamos ver la variedad de estas especies de cerca, pero no creo que alguno de nosotros pudiera sobrevivir en la Amazonía, no después de estar acostumbrados a la vida de la ciudad.
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Perdidos en la Amazonía #EscribeloYa #EdicionAventura
PertualanganLo que creímos que sería otro viaje más entre amigos para alejarnos de la ciudad y sentir la naturaleza, terminó convirtiéndose en nuestra más grande aventura en un hábitat diferente al que crecimos, la basta jungla y los inmensos ríos de la Amazoní...