Reencuentro

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¡Ah! Mi espalda... Creo que dormí encima de una botella rota... Ah no, es sólo una piedra. Despierto con el cuerpo un poco adolorido por toda la caminata de ayer, y también por la piedra que casi se me incrusta en la espalda; Alejandra aún está durmiendo al igual que Nicolás. No tengo idea del tiempo, pero el sol no está precisamente saliendo, creo que un poco de comida no me vendría mal.

Me levanto estirando cada centímetro de mi cuerpo, a pesar de toda la incomodidad de dormir sobre una piedra me siento bastante relajado, creo que hace mucho tiempo que no dormía tan profundamente. Iría a buscar algo de comer... pero después de lo ocurrido mejor espero a que todos estén despiertos.

Miro a los alrededores y el paisaje es bastante bonito, el agua del riachuelo que pasa a pocos metros de nosotros es bastante cristalina, y la corriente es bastante calmada, tal vez si la seguimos podamos llegar a algún río. Me detengo un momento a disfrutar del paisaje, pero veo hacia mi derecha, del otro lado del riachuelo, que las hojas se mueven y luego quedan completamente inmóviles, habrá sido un animal. Pasa un par de minutos y vuelven a sacudirse, me da curiosidad ver de qué se trata, así que cruzo el riachuelo y me acerco a las plantas que vi moverse, y detrás de estas veo que más hojas se mueven, ahora un poco más alejadas.

—Hola... —digo casi de forma automática, no es que espere que alguna planta o animal me respondan, no sé por qué lo he hecho.

—¡Miguel...! —escucho desde el otro lado del riachuelo, me doy la vuelta y veo a Nicolás moviendo las manos.

—Sí, ya voy —le digo mientras giro una vez más para ver si por fin puedo ver que era lo que se movía.

Y lo veo, ¡Vaya Sorpresa! Es un niño, de tez morena y cabello oscuro que le llega hasta las pestañas, no lleva mucha ropa que digamos, sólo una pequeña prenda que parece estar hecha con la piel de algún animal y le cubre la cintura, y de esta cuelga una especie de bolsa también de piel, tiene el entorno de los ojos pintados de negro y me mira fijamente.

—¡Hey! —le digo levantando mi palma y mostrándosela como cortesía, y también para que vea que no oculto nada en ella— ¿Quién eres tú? —le digo acercándome un poco, pero no me dice nada, sólo se limita a mirarme, será algún niño originario de alguna tribu de por aquí.

No sé qué hacer, veo detrás de mí a Nicolás y Alejandra disponiéndose a cruzar el riachuelo en mi dirección. Y de pronto otro niño sale de entre las ramas que están detrás de este niño que me mira, parece un poco mayor que él, empieza a hablarle en una lengua que no entiendo, me mira y se asombra un poco y comienza a hablarme también en su lengua.

—¿Qué? Lo siento, no te entiendo... —le digo intentado captar alguna palabra que pronuncia. Me mira por un segundo y empieza a hacer señas y gestos.

—¿Miguel? —escucho de la voz de Alejandra, justo detrás de mí— ¿Qué hacen estos niños aquí? —me termina de preguntar.

—No tengo idea —le digo—, creo que nos quieren decir algo.

El niño mayor nos dice una última palabra y se da media vuelta y comienza a caminar, el otro niño le sigue y nosotros no sabes que hacer; a los pocos metros se detiene y vuelve a decirnos algo y comienza a caminar en la misma dirección.

—Creo que quiere que lo sigamos —dice Nicolás.

—¿Es seguro? —pregunta Alejandra.

—Son niños, no creo que nos vayan a secuestrar jajaja.

—Vamos antes de que los perdamos de vista —les digo empezando a caminar.

Nos movemos entre árboles y más árboles, como es costumbre estos días, y los niños avanzan con tal naturalidad que parece que conocieran cada detalle del lugar, no sé a donde nos llevan, pero tal vez podamos conseguir algo de comer, o eso espero, de cualquier forma, parecen ser amistosos.

Perdidos en la Amazonía #EscribeloYa #EdicionAventuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora