Capítulo 1: Nuevo curso.

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Estaba en medio de un bosque. Era de noche, a juzgar por la cantidad de luz que atravesaba el cristal de las pequeñas ventanas de la cabaña en la que estaba. No había ni un poco de luz artificial en la habitación, que era bastante grande. Y estaba muy bien construida, ahora que me fijaba. En ese momento me di cuenta de que mi padre básicamente sólo me había enseñado a andar en bici y a saber construir cabañas. Digo "saber" porque no las iba a "hacer", de eso estaba segura. No era mi rollo ir haciendo cabañas para las excursiones o algo así. Para eso siempre prefería sentarme en el suelo, que para algo estaba.

Me volví a fijar en el exterior mirando a través de las dos ventanas. Enseguida me di cuenta de que ese sitio no lo conocía, y estaba muy segura de eso, ya que yo vivía en la ciudad y no en el bosque. Y en Pamplona no había bosque. Así que estaba en otro lugar.

Una cuerda muy rasposa me estaba dañando las muñecas, que estaban atadas las dos juntas por detrás del respaldo de la silla en la que me sentaba. Finos hilos de sangre brotaban de ellas aunque, que yo recordase, no había hecho ningún movimiento. Moví las manos en círculos y me di cuenta de que me dolían demasiado como para intentar que la sangre volviera a circular por mis brazos. Un leve suspiro salió de mis labios cuando me di cuenta de que me habían atado. Me habían atado muy bien.

Mis pies no paraban de moverse arriba y abajo dando saltitos de nerviosismo, y no sabía por qué. Pero mi subconsciente me decía que algo malo había pasado. Algo muy malo.

De pronto una de las puertas de la cabaña se abrió, y la figura de un hombre se interpuso entre la luz que emanaba la luna en el exterior y la oscuridad que habitaba en el interior. Esto hizo que parpadeara un par de veces, y cuando pude reconocer la figura de la persona que me miraba fijamente, un escalofrío me recorrió mi nuca y gran parte de mi espalda.

Fue entonces cuando lo recordé todo. Ya sabía por qué estaba presa ahí. Y lo más importante: por quién y para qué.

Pero a los tres minutos de despertarme ya no me acordaba de nada.

Creo que fue la voz chillona de mi hermana mayor Isabel lo que causó que me olvidase de todo lo que había soñado instantes antes.

- ¡Vamos, Paula, maldición! ¡Despierta ya! ¡Que empiezas un nuevo curso y no quieres llegar tarde! -expresé mi tremenda gratitud hacia sus palabras enseñándole mi valioso dedo central, con aún los ojos cerrados. Escuché un bufido y, sólo por fastidiar, me envolví en mis sábanas como una croqueta. Ella agarró un extremo de mi preciado trozo de tela y estiró hasta que me destapó totalmente. De todas formas yo no abrí los ojos. Isa volvió a bufar y oí unos pasos que indicaban que salía de la habitación. Sonreí satisfecha con la intención de quedarme en casa y no ir al instituto hasta que terminase de hibernar, pero de pronto, los pasos volvieron a una velocidad vertiginosa y varios cubitos de hielo acompañados de agua helada me empaparon de arriba a abajo. Mi estúpida hermana río y yo abrí la boca con sorpresa mientras me incorporaba involuntariamente. Ahora sí, con los ojos abiertos como platos. - ¿Ahora te levantas o tengo que meter tu estúpido culo por mi misma a la ducha?

Juro que me faltó el pelo de un calvo para lanzarme como un águila en plena caza a por ella y agarrarla por su asqueroso piercing de la nariz hasta que suplicara clemencia. Pero el sonido del timbre me desconcertó y causó que me detuviera.

- ¿Quién es?

Fue la única pregunta que mi cerebro en estado de shock pudo formular.

- Un amigo. Y ahora chitón, microbio.

A juzgar por la estúpida sonrisa que se plantó en su rostro al ver al chico que acababa de entrar, pude deducir que no era un simple "amigo". Levanté una ceja y cuando estuve a punto de comenzar mi interrogatorio Isa salió disparada de la habitación. Y encima un cubito de hielo se me acababa de meter por la camiseta. Mi día empezaba de maravilla.

Manuel BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora