La clase de matemáticas trascurrió como cualquier otra, salvo por el hecho de que todos los chicos miraban hacia el culo de la profesora. Todos menos Manuel Blanco.
Él simplemente escribía mientras la profesora explicaba, aunque dudo mucho que escribiera sobre el tema. De vez en cuando levantaba la cabeza y parecía que prestaría atención, pero nada de eso. A los pocos segundos ya estaba de nuevo sumergido en su propio mundo, escribiendo en su libreta. Que, por cierto, lo hacía aún más sexy.
Paula, deja de pensar en esas cosas.
Conforme iba avanzando la clase me di cuenta de que no podía dejar de mirarlo.
¿Por qué mierdas no podía? Había sido un idiota y ni siquiera era mi amigo. Dudo mucho que siquiera supiera mi nombre. Entonces ¿por qué?
Ni idea.
Pero ahí estaba yo, entendiéndolo todo sin mirar a la pizarra y pensando en lo que podría contener esa libreta sexy.
Cualquiera que me hubiese visto pensaría que lo iba a violar a la salida. Menos mal que era invisible para la mayoría de la gente del insti, y eso que llevaba cuatro años allí.Mi pelo castaño y mis ojos marrones no destacaban para nada entre los ojos verdes o azules de las demás chicas. Mi cuerpo no era ni de lejos el de una modelo. No digo que me queje, pero las demás eran más guapas y más esbeltas que yo. Con mi metro sesenta parecía una enana entre las demás de mi curso, y mis caderas eran demasiado anchas para mi gusto.
En resumen, que era un fantasma entre la gente. Si no fuese porque ocupo espacio, la mayoría de las personas ya me habrían atravesado por las veces que se han chocado conmigo.
Pero en fin.
(...)
Acabó el día.
¡ALELUYA!
Salí de la clase, me puse el abrigo y el gorro y me encaminé hacia la salida.
- Tssss...
¿Alguien me acababa de llamar? No, lo dudo. Nadie sabía de mi existencia.
- ¡Tssss!
No hice ni mirar hacia atrás para ver si me hablaban a mí. ¿Para qué?
- ¡¡HEY, QUE TE ESTOY LLAMANDO!!
Semejante grito captó mi atención por completo y pegué un respingo por el susto. No porque no me esperase que alguien estuviese por el instituto, sino porque no me esperaba que me lo estuvieran diciendo a mí.
Me giré para ver a quién iba a matar por causarme un paro cardíaco, pero mi sorpresa fue tal que no lo hice: el ángel de los ojos verdes me estaba llamando. Agrandé los ojos y me señalé con el pulgar preguntando si me lo decía a mí. El asintió y echó a correr para alcanzarme.
- Hola. -Me llevé una mano al pecho mientras daba grandes bocanadas de aire para darle a entender que casi me mata del susto- Lo siento, no pretendía asustarte. -sonrió y por Dios, su sonrisa era hermosa.
La primera vez que lo vi dije que no alcanzaba el tiempo para describir su belleza. Bien, pues ahora sí que había tiempo, pero lo que no había eran palabras. Sus ojos eran tan verdes como una selva tropical, parecían de neón. Estaba casi segura de que, de noche, brillarían en la oscuridad. Su cabello era o rubio muy oscuro o castaño claro. Lo llevaba corto pero lo suficientemente largo como para que estuviera informalmente despeinado. Sus labios lograban un equilibrio perfecto junto con sus pómulos, y sus dientes eran blancos como perlas.
Yo también sonreí al ver la semejante obra de arte que tenia en frente, y seguro que parecía una estúpida. Una risilla de adolescente salió de mi boca y me pareció oír una risa que también se escapaba de sus labios.
ESTÁS LEYENDO
Manuel Blanco
Teen FictionMe acomodé en el sillón en el que me encontraba sin saber muy bien qué hacer. Mis ojos no lograban estar quietos en ningún lugar y mis piernas botaban sin cesar. De pronto mi mirada se detuvo es sus preciosos ojos, que me observaban fijamente. Mi ve...