Capítulo 8: La quedada "Yo no soy Juan"

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Me quedé boquiabierta, sin saber qué decir ni qué hacer. Ella se alejaba de mí, arrastrada por su hermano, mientras sonreía y veía cómo me daba cuenta de lo que pasó en realidad. Dani la llevaba y al ser mucho más fuerte que ella lo hacía sin ningún problema. Pero a ella no le importaba irse, porque lo que esa zorra realmente quería era ver mi cara cuando me diese cuenta de la verdad.

Lo que me desconcertó del todo, no fue saber que fue Alicia quien escribió esa maldita nota, sino ver que la chica no oponía resistencia alguna ante su hermano. Era como si ya se hubiese quedado a gusto y, aunque no viese mi reacción, le bastaba con saber que me había dado cuenta. Y así había sido.

Tardé varios segundos en reaccionar. Pestañeé unas cuantas veces y observé como los Blanco se alejaban de mí, mientras que yo estaba estática en aquel preciso punto de la acera.

¿Qué debía hacer? ¿Plantarle cara a esa zorra y darle su merecido, o irme a casa sin hacer nada? Tras varios instantes de deliberación, decidí hacer lo segundo. Principalmente porque odiaba correr y porque los hermanos Blanco ya estaban lejos.
Pero Alicia no se escaparía de mí tan fácilmente, ya nos veríamos en otro momento, tarde o temprano. Y ahí estaría yo, preparada para hablar, discutir o pelear con ella, dependiendo de cómo se terciase la situación.

Justo cuando estaba a punto de empezar a caminar hacia mi casa, noté que Manuel agarró por el brazo a Alicia y que le dijo algo con los dientes apretados, mientras ambos miraban hacia mí. Ella sonrió, se zafó del agarre de su hermano y empezó a caminar hacia atrás, justo hacia donde estaba yo, con la mirada fija en Manuel. Entonces él la cogió en el aire con sus brazos y se la puso en un hombro, como si fuese un saco de patatas. Alicia pataleó durante varios segundos hasta que se dio cuenta de que sin el consentimiento de su hermano no podría bajar. Así que se calmó y dejo que Manuel cargara con todo su peso.

Me sorprendió mucho que Hugo y Dani ni siquiera hubieran mirado la escenita que habían montado sus hermanos. Quizás ya estaban acostumbrados a eso. Quizás ya sabían qué había pasado.

- ¡Paula! ¡Hey! -Marc García se acercaba a mí por detrás, saludándome con la mano.

Genial, lo que faltaba.

Hablar con Marc era lo que menos me apetecía hacer en el mundo.

Obviamente era verdad que habló con los Blanco, no se lo podrían haber inventado todo. Lo que no tenía del todo claro era qué les dijo. O sea, Marc les dijo que Manuel no me interesaba y... ¿qué más? No tenía ni idea. Lo único que sabía era que incumbía a los hermanos, ya que Alicia estaba muy molesta por algo que supuestamente yo había dicho. Pero ¿qué era eso? ¿Qué había dicho? No había hablado con Marc sobre los Blanco jamás. Es más, creía que ni siquiera se conocían. Encima no los conocí hasta ése mismo día.

Por otro lado, eso me dejaba dos cosas en las que pensar: (1) por y para qué Marc les había dicho que Manuel no me interesaba. (2) Cómo era posible que Alicia hubiese escrito la nota de la puerta de los García. O sea, puedo deducir que los Blanco son vecinos de Marc y Lucas, pero ¿cómo sabía dónde vivía? ¿Qué interés tenía en mí? ¿Cómo sabía el nombre de Isa y de Lucas? ¿Cómo sabía que guardamos una llave de repuesto debajo de un macetero? ¿Para qué había mandado a Marc a nuestra casa?

Demasiadas preguntas en el universo de las jodidas preguntas sin respuesta que hay en mi cabeza.

Y encima Marc ya estaba a mi lado.

- ¿Qué tal? -sonrió y me cagué en todo lo cagable porque era muy guapo.

Vale, tenía dos opciones: sonreír y actuar como si nada pasase, o ser borde y decirle que no pasa nada cuando en realidad está pasando de todo.
Decidí hacer lo segundo. ¿Por qué? Porque podía. Y porque estaba con la regla y no me aguantaba ni yo. Además, quería sacarle partido al tópico de las mujeres: nuestro "nada" en realidad significa "todo".

Manuel BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora