La respiración que llevaba escuchando desde hacía un rato paró de golpe.
Y la mía también.
El asesino de mierda estaba debajo de mí, y parecía tener ya pensado qué hacer. Antes que yo, por supuesto. Yo era demasiado indecisa, y...
Espera.
¡¿SI LLEVA AHÍ TODO EL MALDITO RATO QUIERE DECIR QUE ME HA VISTO EN ROPA INTERIOR?!
Mierda.
MI-ER-DA.
Ahora seguro que, a parte de tener ganas de matarme, tendrá ganas de violarme.
Joder Paula, a la siguiente comprueba que debajo de la cama no hay nadie antes de quitarte la ropa. ¡De pequeña lo hacías! ¿Dónde quedó esa hermosa costumbre? ¿Eh? ¿DÓNDE?
Un suspiro que sonaba a rendición.
Joder, era un hombre. Joder, joder, joder.
Y seguramente más alto que yo. Era fácil ser más alto que yo. Y seguramente sería más fuerte que yo. Era fácil ser más fuerte que yo.- Hola. -me atemorizó una voz masculina que provenía, efectivamente, de debajo de mi cama.
Sin saber muy bien qué hacer, comencé a gritar y a saltar en mi colchón con la esperanza de que éste se hundiera y aplastara al hombre que tenía debajo. Pero ese hijo de puta tuvo suerte y mi táctica no funcionó. Así que cogí todos los libros que tenía en la estantería de encima de mi cama y los comencé a lanzar fuertemente hacía donde escuché la voz. Un quejido que apenas oí, me comunicó que uno de los libros de tapa dura lo había alcanzado y que estaba chillando mucho. Por eso casi no oí su lamento.
Mierda, probablemente fuese su única expresión de dolor. Tendría que haberlo escuchado y disfrutado. Enseguida saldría a por mí, y la que se lamentaría ahora sería yo.
Dejé de chillar cuando una mano se asomó desde abajo y se agarró al colchón. Volví a empezar a gritar mientras golpeaba sus dedos con un cuaderno duro que tenía.
Escuché otro lamento y una maldición. La mano se volvió a esconder y, ahora sí que temía por mi vida. Como nunca antes.Entonces un chico de mi edad salió disparado como un pingüino, deslizando su estómago por mi suelo, hasta quedar fuera de la cama del todo. Yo salté hacia él inmediatamente y comencé a golpearlo como pude: con patadas, puñetazos, arañazos, codazos y librazos. Creo que también le tiré algún que otro cojín. Y, por supuesto, volvía a estar gritando, mientras él se cubría como podía de mi repentino ataque.
La verdad es que nunca pensé que pudiese tener tanta fuerza.
Pero pegar tan fuerte una y otra vez es agotador. Así que justo cuando ya me estaba cansando de ser tan ninja, él salió corriendo de mi habitación y se dirigió al salón.
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Manuel Blanco
Teen FictionMe acomodé en el sillón en el que me encontraba sin saber muy bien qué hacer. Mis ojos no lograban estar quietos en ningún lugar y mis piernas botaban sin cesar. De pronto mi mirada se detuvo es sus preciosos ojos, que me observaban fijamente. Mi ve...